ECONOMÍA POLÍTICA DE LA LEALTAD
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ECONOMÍA POLÍTICA DE LA LEALTAD
El problema del hombre en el mundo es que no se adapta... Se integra.
Paulo Freire (Educador del Brasil)
I
En una vida humana signada y subsumida por el modelo del contacto social (entiéndalo como "sociedad del contacto", ¿Vale?) todo aquello que sirva para pervivir y, ¿por qué no?, sobresalir en esa modalidad de vida, cobra peso. En esa perspectiva societal, factores como la tarjeta de presentación, las coordenadas personales en las redes (RR.SS.), la Inteligencia emocional, la marca personal, las cantidades de seguidores y de visitaciones en los portales, etc., juegan un papel de primera fila en el palco de los honores del ranking de las importancias humanas. Si hubiere alguien ajeno a esa tendencia, en términos absolutos, no existiría para la vida humana del contacto. Y todos los valores, los sentidos y los significados pertenecientes a una visión humanística (en lo espiritual, en lo artístico y en lo intelectual), quedan relegados, estrechados, minimizados, por la lógica y el rigor del modelo de vida señalado. Y dentro del conjunto de referencias opacadas, hallaremos la lealtad, pues junto con tantos valores de la línea humanística ya no se puede visualizar en el rango de las cuestiones estrictamente humanas, sino que hay que tratarla en el rango de los contenidos regidos por las determinaciones mercadológicas y mercadotécnicas, bien en la incertidumbre económica, o bien sea en los ámbitos de la vorágine política.
II
La búsqueda de lealtades -casi igual a los safaris africanos que buscan con ansias asesinas animales exóticos, muy propicios ellos para las "economías oscuras" - se manifiesta en cualquier relación de asociación dada en los mundos de las empresas, de los negocios, de las marcas, de las estrellas del cine, de los ídolos de los deportes, de las religiones establecidas y de los líderes del proselitismo ideológico, que si no fuese por la materialidad de estos señores líderes, desde hace mucho tiempo los partidos políticos ya hubieran desaparecido. Incluso, cuando un partido proselitista carece de líderes de alto carisma, se les puede estimar como "muerto viviente", pues sus opciones de obtener el tan ansiado Poder, son nulas de cualquier nulidad.
De manera que obtener, mantener y administrar las lealtades, se convierte en el objetivo fundante en la práctica real de la pervivencia vital en la sociedad de las contactaciones y afiliaciones. Tener lealtades (si se acepta puedo decir "incondicionalismos") no sólo es una señal de éxito societal. Además se puede ver como un "sistema de identificación" que excede con mucho los límites de la asociación (política, religiosa, deportista, de consumo, etc.), ya que en tanto un colectivo o un individuo alcance "identidad de ser" por algo exterior a su ser, lo que permite esta identidad (una gaseosa, un elegido por algún dios de los tantos dioses inventados, un equipo deportivo, o vaya usted a saber) alcanza por su parte, la lealtad (por agradecimiento, por reconocimiento, por satisfacciones ontológicas...) del beneficiado o del complacido en grado pleno.
III
Y a todas estas, ¿qué es la lealtad?, ¿cómo podríamos definirla?
Leamos dos conceptuaciones, ¿sí?
1) "Algunos definen la lealtad como un corresponder, una obligación que se tiene con los demás" (Portal Diario libre. 2019). 2) "La lealtad es mantenerse al lado de alguien incluso si sus acciones estén en contra de tu voluntad" (M.F. Moonzajer, periodista). Sin mucho esfuerzo podemos apreciar que en las dos conceptuaciones la lealtad como producción del alma va hacia afuera del interno individual, obviando de esta manera que la acción leal recaiga en la persona. La persona, siguiendo los dos conceptos citados, lealmente lo es para con los otros o con otro (en su empresa, en su iglesia, en su equipo deportivo, en la veneración a su ídolo, y entre otras atracciones, en la lealtad con su cónyuge), no para sí. Se supone que mientras alguien se corresponda fielmente con los otros o con otro, se le considerará que está en los marcos de la lealtad, aunque no esté de acuerdo consigo mismo, en el proceder leal realizado. La lealtad se cumple en contra de la propia voluntad afirma la segunda cita; se fijó. Huelga agregar que la lealtad pertenece a la esfera de las objetividades. De aquellas fuerzas que por más que nos resistamos, nos veremos en la necesidad imperiosa (lea emperadora -suena más fuerte) de acatar. De allí, de esa máquina elemental de fabricar absolutos que tiene el alma (piense en el alma del perro recibidor de castigos y desprecios de su amo, pero siempre enfrente de él, debiéndole lealtad... Y obediencia), surge una diversidad de deberes y obedeceres, muy poco entendibles por las demás personas no implicadas en el creer de la gente leal a algo o a alguien.
IV
Por último haré esta pregunta, sencilla en hacerla, difícil en responderla.
¿Por qué se es leal hasta lo último?
Un lector podría aseverar que somos leales por la fuerza de la fe. Otro lector, mundano y cínico por excesos de lecturas existencialistas, diría en voz alta que la lealtad se la deja a la gente destinada al fanatismo. ¿Y qué diría yo? Bueno, también diré algo, claro, y es esto (que lo haré por el orden de lo material-económico):
El "programa del líder" supone que el líder (de cualquier segmento social) guía a sus liderados hasta que los liderados han llegados tan lejos en el programa que ya les sería difícil regresar al punto de partida. Es decir, el líder habrá cumplido el cometido, cuando los liderados están tan comprometidos con la propuesta hecha en el comienzo, y que la veían ajena a ellos, pero llegado el momento determinado, la toman como propia.
¿Qué ocurrió en el proceso para que no puedan renunciar, para que se abandonen a una sola línea de interpretación, de miramiento y de conducción, ignorando propuestas distintas a lo que son leales?
Sencillamente ocurrió que durante en el transcurrir del tiempo, los liderados fueron invirtiendo tanta energía psíquico-espiritual (esperanzas, sueños, ilusiones, emociones, vivencias...), que retirarse del programa y del proceso en donde militan, les representaría pérdidas. O sea, el abandono de la idea-norma significaría que se equivocaron en la elección tomada, y esta retractación los dejaría en la bancarrota de sus existencias.
Así que cada vez que usted observe una persona aceptando y asimilando mensajes de salvación del alma, de salvación de la patria o cualquiera otra salvación de las muchas que hay, no la observe sólo como alguien que busca su destino. También obsérvela como un ente de la economía del alma que está invirtiendo en aquello a lo cual quizá no podrá desprenderse nunca más.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET