LA FARSA DE LAS NARRATIVAS

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LA FARSA DE LAS NARRATIVAS

"Políticos... Malditos sean".
Detective Amanda Rollins (personaje de La ley y el orden, encarnado por Kelli Giddish), entrega del 23/5/21 por Universal TV.

La afirmación de Amanda Rollins fue hecha en un capítulo donde la investigación que lleva a cabo la Unidad de Víctimas Especiales se ve obstruida por la influencia civil de ciertos políticos. Traje la afirmación a colación porque le hablaré de los políticos, no mal de ellos (eso no hace falta porque ellos hablan mal dé ellos a menudo), sino que lo expuesto hablará del enredijo (casi sin solución) que los explica, y que abre un pequeño intersticio para entender un tanto la semejante práctica existenciaria cumplida por ellos en su experiencia de vivir en la tierra.

La primera narrativa tramposa en la que los políticos caen está referida -y aquí coinciden con los estudiantes de Derecho- a la Justicia, partiendo de la postura platónica de que en este mundo lo que hace falta es gente dedicada a bajar la Justicia de la abstracción límbica donde la han puesto los perversos. Y tanto los abogados como los políticos, ya en pleno ejercicio de sus roles, van cayendo en la cuenta de que lo entendido por Justicia en este ingrato mundo, no llega más allá de los límites estrictamente económicos de lo que se entiende, a su vez, por "Servicio". O sea, que depende de las condiciones económicas de cada quien para acceder a los beneficios que un tipo de justicia pueda brindar. Resulta tan cierto esto que la mayoría de la población reclusa en la generalidad de los países, supone que está privada de libertad no es tanto por los grados de culpabilidad detentados, sino por no tener los medios económicos para costearse un "buen abogado". En otras palabras, la "Justicia" representa un rubro localizable en el sector terciario de la economía: el sector del comercio y de los servicios. Buscar una asesoría profesional remite a la persona a adentrarse en la economía terciaria, pues.

¿Y qué acontece por los predios de los políticos? 
Bueno, lo mismo ocurrido con el el resto de profesionales (comunicadores, trabajadores sociales, psicólogos sociales, sociólogos, economistas, educadores...) cuyas prácticas se insertan y los insertan, en el imperio de las realidades dadas: La Justicia con todo lo vinculado con ella (lo justo, el derecho, la equidad, la imparcialidad...) constituye un tema mediado por el Poder, por las instancias ministeriales y por la burocracia de los servicios.
Dentro de esa perspectiva desmoronadora del valor Justicia, los políticos no les queda otra salida sino el discurso de la justicia, junto a otros discursos (el de la igualdad, por ejemplo) con el cual hará vida pública, siempre sujeto a las bondades obsequiadas por las narrativas adquiridas para justificar, y justificarse, en su humana existencia.

Pero el lastre de los políticos no se detiene en el deterioro del valor "justicia", deterioro que no es una novedad. Ya por el siglo V a.C. el filosofo griego Trasímaco (459-400) le hacía ver a sus contemporáneos acerca de la índole inmoral implícita en el concepto "justicia". Anunciaba el filósofo que "la justicia no es más que la ventaja de los más fuertes", que "le pertenece a los gobernantes de turnos". 
Si el político se honestizara en el discurso, cosa que el propio discurso niega, abandonara tal referencia conceptual, de cara a replantearse la problemática con creatividad e innovaciones, mas absorto, imbuido, en la narrativa dominante sobre el valor "justicia", también le toca asumir otras narrativas propias del "malditismo" con que se manejan en su practica aniquiladora de la naturaleza humana.
Una narrativa la visualizamos en el referente de la cantidad. Los políticos se nutren de la "dictadura del numero" cuando la "significancia" de ellos en sus respectivos partidos, proviene de la cantidad de votos que puedan aportar en un momento electoral. No es nada exagerado que el saludo de un político en período de elecciones o no, ante gente que no conoce o que sí conoce, lo privante en él es que percibe en la gente saludada no es gente, sino los posibles votos que con el saludo u otros gestos amistosos, esa gente trascendentalmente le representa.

Por último -pidiéndole disculpas si he extendido el Escrito; no pude hacerlo más breve-, nos topamos con el toque esquizofrénico que la "practica política" dividida le impone a sus representantes en la tierra. El toque esquizofrénico se deriva de la visión maniquea de la vida. El maniqueísmo le da a los políticos una visión de que hay dos dicotomías básicas. Pudiendo ser éstas: gobierno u oposición, izquierda o derecha, o el bien y el mal. Un político en el ejercicio de gobierno se siente obligado a defender la obra de su gobierno y atacar esa obra, aunque no haya obra, si está en el ejercicio opositor. Si es de izquierda, desarrolla la narrativa de negarle a la derecha cualquier opción de "buena labor" al colectivo. Si el político milita en la derecha, la izquierda en su narrativa reviste el equívoco político total.


Quizá la personaje de la serie La ley y el orden, Amanda Rollins nombrada al inicio de lo expuesto, no quiso maldecir a los políticos al exclamar: "Políticos... Malditos sean", habida cuenta de que ella no es quien para maldecir a nadie. Quizá lo que estaba sugiriendo la personaje es que ese "malditos" es el aunténtico nombre de ellos.

Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


HUBO UNA CANCIÓN ÚTIL

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HUBO UNA CANCIÓN ÚTIL


¡José Luis Perales! Qué gran compositor. De sus creaciones hay un tema que tiene un mensaje para las féminas que necesitan saber en alguna proporción significante, con qué varón andan o están, o van a andar. 
El tema se intitula: ¿Y quién es él". Del total de la letra del tema, sólo extraigo dos pregunticas hechas por Perales en su bella canción. Son pregunticas sencillas, pero de alcances fenomenales, si le hallamos, desde luego, la utilidad.

La primera preguntica: ¿En qué lugar se enamoró de ti?, y la segunda, tan importante como la primera: ¿A que dedica el tiempo libre?

La primera nos sirve para ubicar el grado de seriedad de un lugar como punto de partida de una relación. No será igual una relación iniciada en un "bonche", en una fiesta nocturna playera o en el alboroto de un pique automotor que una relación de dos personas iniciada en el contexto de un concierto de música académica o en el recinto silencioso de una biblioteca.

Los lugares para conocerse, y aquí tocamos el segundo interrogante, nada más no nos sirven como indicadores creíbles de los grados de seriedad posible de alguien según los ambientes en que se movilice y se interrelacione con los otros. También nos sirven para determinar la calidad del lugar o de los lugares en que frecuentamos y orbitamos, debido a que es justamente en los lugares donde consumimos el tiempo libre donde nos nutrimos en nuestra condición de personas en crecimiento o de estancamiento. Según sea el uso de ese tiempo, cuando no se está bajo el rigor de la producción laboral, así será la forma con que alimentamos el alma. O sea, si un varón lo que hace cuando no está trabajando, es jugar billar, jugar en la computadora, por ejemplo, eso le servirá a la mujer como el recurso de observación para saber con cierta aproximación aceptable, qué se podría esperar de ese varón entregado a matar el tiempo mientras el tiempo lo va matando a él.

Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


PASEOS EN EL REPOSO - 50

PASEOS EN EL REPOSO - 50

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PASEOS EN EL REPOSO - 50

Donde somos desconfiados, ahí tenemos nuestra debilidad. Más bien no hay desconfianza, sino que sólo es la forma con que manifestamos, o con que se manifiesta, nuestro punto débil.

Al comportarnos como desconfiados, la propensión nos obliga a disimular la desconfianza que la otra persona nos inspira. Y esta disimulacion le genera al otro, también una suerte de desconfianza. Es decir, el desconfiado, aunque no lo busque ni le guste, hace de la desconfianza algo recíprocamente compartido. Dañando así cualquier perspectiva buena que se busque en una relación de amistad o de otra índole.

Ahora bien, el asunto de la desconfianza, la traba de ser desconfiado, hacia los otros, o hacia determinados otros, consiste en que ahí donde somos desconfiados, es donde se encuentra la desconfianza que tenemos nosotros mismos de nosotros mismos. Como sabemos en alguna forma y grado que tenemos un "punto débil", ese punto débil, el cual no hemos podido combatir, habida cuenta de que nos ha sido difícil localizarlo y reconocerlo para ocuparnos inteligentemente de enfrentarlo en pos de una solución de continuidad, entonces bajo el amparo de la desconfianza, nos limitamos a lo más fácil, que no es otra cosa que creer en la desconfianza que hemos creado y sostenido para seguir disfrutando del área de confort psíquico que el propio desconfiar necesita en su necesidad de persistir.
Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET