Dice Deleuze:
"Contrasentido 3. Sobre el eterno retorno (creer que se trata de una vieja idea, tomada de los griegos, de los hindúes, de los babilonios...; creer que se trata de un ciclo, o de un retorno de lo Mismo, de un retorno a lo Mismo)". (Extraído del libro Friedrich Nietzsche y su obra. Ed. Norma. Santafé de Bogotá. 1992).
Las frases conmovedoras son estas: la de Jesús agonizando en la cruz: "Elí, Elí, lama sabactani"="Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", y la de Bolívar en sus postreros días: "Siento que he arado en el mar y que he sembrado en el aire". A mi entender, quizá me equivoque en el entender -con frecuencia lo hago- esas frases denotan que tales Grandes seres sintieron en sus respectivos finales la frialdad del anuncio o de la visión de que nada habían hecho. De que no se escaparían, pese a sus esfuerzos, del perpetuo recomienzo. De que todo había que comenzarlo de nuevo.
Atinente a Jesús, el poeta libanés kahlil Gibran en su obra El loco, refiere que "Cada mil años el Jesús del cielo debe bajar para enfrentarse al Jesús de la tierra". Acerca de Bolívar Pablo Neruda observa: "Cada 100 años Bolívar nace de nuevo". ¿Qué significa cada frase? Significa cada frase en mi entender, que en mil años el Jesús que bajó no pudo hacer nada y debe volver nuevamente en los próximos mil años. Otro tanto ocurre con Bolívar. Debe volver una y otra vez porque el Bolívar nuevo nacido no pudo enmendarle nada a la obra hecha por el Bolívar ido.
Así podríamos detenernos con la vigencia de otros personajes que les ocurre la peculiar perennidad de la que se hace referencia aquí.
Alguien más cercano a nosotros en el tiempo porque entre otros detalles, insiste en vivir, -me estoy refiriendo al canta-autor Yiordano di Marzo- la última vez que le oí cantar su Por estar calles fue en 2013, canción que compuso muchísimos lustros atrás para la novela homónima original de Ibsen Martínez. Antes de comenzar a cantarla, el músico venezolano confesó: "Como quisiera que esta canción perdiera su vigencia para no cantarla más". Lo confesado señala que la desgarradora realidad tratada en el tema, ha conseguido el secreto de repetirse año tras año todos los días.
De modo que eso del "eterno retorno" que supone "El eterno otra vez del comenzar", no es un tema "solo para locos", sino que el tema tiene que ver con seres llanos y lisos, comunes y mortales, como es usted o como soy yo.
Si vemos que alguien es tímido o timorato, por ejemplo, desde hace años, lo es sencillamente porque las estructuras de su aparato mental le logra repetir el fenómeno todos los días de su triste o alegre vida. Asimismo ocurre con los países y sus macabras realidades en lo económico o en lo religioso o en lo social. El caso de Estados Unidos con el racismo proviene desde siglos atrás y hoy como ayer, pero peor, el fenómeno discriminatorio persiste en su eternidad.
No me iré sin tocar al suscriptor del punto, o sea Friedrich Nietzsche.
Este filósofo desde que sé de él pertenece a ese grupo de visionistas mete-miedos. Que si uno los lee, nos dicen los que saben, debe hacerlo con el extremo cuidado que merece cualquier artículo de consumo potencialmente peligroso, y quizá ahí no se exagere mucho, pues el mencionado para más o menos entenderle requiere cierta preparación previa en eso del existencialismo, la metafísica. filosófica y doctrinas como la de Arthur Schopenhauer, uno de sus predecesores.
Como si hubiere palpado la tragedia de Jesús o Bolívar en directo, Nietzsche en algunos de sus Fragmentos póstumos, redacta esta idea de la duración: "La duración con un 'en vano', sin propósito ni finalidad, es el más paralizante de los pensamientos, sobre todo cuando se comprende que se está siendo burlado y, sin embargo, no se tiene el poder para no permitirlo […]Consideremos este pensamiento en su forma más terrible, tal y como es, sin sentido ni meta, pero retornando inevitablemente, sin un final hacia la nada". De acá, de esta idea, podemos extraer de que cuando se (nos) habla del "eterno retorno" no se nos está hablando por parte de Nietzsche de que las cosas y sus momentos se reiteran enésimas veces en tiempos circulares. Hay que tomar el "eterno retorno" como esa sensación de solitud siniestra que nos abruma cuando caemos en cuenta de que todo lo que hicimos no sobrepasó la jurisdicción de lo imaginario. Para captar esto mejor, pensemos en la experiencia imaginaria conocida en las elevadas cumbres de las ficciones como la URSS. También pensemos en esa pobre gente encantada en la ficción que mató y murió combatiendo o defendiendo algo que nunca existió. Hoy lo ex-soviéticos con una extinta fantasía a cuestas viven la realidad insistente del eterno comenzar otra vez. Quizá alguna vez todos esos colectivos humanos que sueñan que viven (muriendo y matando o dispuestos a morir o a matar) en sus revoluciones respectivas, puedan salir del ensueño para recetear sus estados mentales con nuevas visualizaciones relativas a la vida.
Quien me inició en la lectura de Nietzsche (un antropólogo/sociólogo) me aclaró de que el filósofo no era un extra-terrestre como sospechaban ciertos lectores subsumidos en el budismo zen, sino que cualquier alusión sobre él provenía de la modalidad estilística para exponer su pensamiento. No quiero despedirme sin dejar constancia de ello con estas palabras que hallé en sus Fragmentos póstumos fechadas en la primavera-otoño de 1881. Léala, por favor, que no es extensa:
"La aversión contra la vida es rara (...), no por miedo a algo peor, no por esperanza de algo mejor (...) sino por la variedad y porque en el fondo nada es una repetición, pero recuerda algo vivido... como una música horrible".