HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA

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HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA

HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA


"Pobre del pobre que vive soñando un cielo".
(Fragmento de una canción de Fernando Villalona).

Cuando alguien se retira de una empresa (o de un país) en donde no gozaba de buena remuneración económica por la prestación de sus labores, entre otras precariedades, no debe creer ni decir(se) que renunció. Nada más lejos. Renunciamos a lo estimado bueno, a lo considerado una alternativa excelente. Ante eso, el sujeto establece la renuncia obedeciendo al rigor del principio de oportunidad (o costo de oportunidad). Empero, la renuncia no ha lugar si se trata de algo que no vale la pena. A veces, en situaciones sentimentales, ocurre otro tanto. Si la persona a la que valorizamos, respetamos y amamos, debemos, obedeciendo a causales poderosas, dejarla, ahí también aplica perfectamente el término renuncia. Si en cambio decidimos dejar a alguien porque es un ser bochornable e invivible, sin duda no estaríamos renunciando a ella ni a nada de ella. En ese caso, por el contrario, estaríamos huyéndole, como huyen, sin mirar atrás, contingentes humanos de esos países acunadores de conflictos insalvables. Igual ocurre con algún miembro de esas familias disfuncionales, quien cansado de los pleitos entre sus integrantes, se marcha una buena mañanita, sin despedirse de nadie, para no volver jamás a convivir con semejantes seres humanos que por esas cosas del destino, son sus familiares.

Querer escapar de un oasis, de un paraíso, de un sitio gobernado por lo real-maravilloso (realismo-mágico), es muy difícil de aceptar de primera mano. Sin embargo la acción escapista o la necesidad de huir de sitios paradisíacos, se hace perentoria si alguien dentro de ese contexto descubre -o va descubriendo- que permanecer en el supuesto oasis tiene un costo de oportunidad muy alto si se quedara.
Específico. Supongamos un país-oásico (o paradisíaco). Supongamos que ese país reúne tal rango porque la mayoría humana preponderante no respeta las señales de tránsito, la informalidad en las actividades es notoria, la evasión de impuestos es tolerada, el sistema de justicia garantiza en más del 50% la impunidad, etc., Una persona que quisiera aprovechar su existencia terrenal brindándose una oportunidad real de ser ciudadano (con deberes y derechos bien estatuidos), preferiría, en pos del objetivo, ir a vivir en el infierno de las leyes de un país serio a quedarse en el bochinchismo civil del paraíso de semejante país. En esa visión ética el animador venezolano Raúl González Reyes en entrevista con Shirley Varnagi (Ven plus, 15/12/19) confesó que la idea de irse de Venezuela le vino cuando en 1992 vio la imagen televisiva de una tanqueta militar destruyendo un portón para entrar. Esa imagen -confesó el animador residenciado en Miami- le trastocó su escalas de valores morales. De ahí arrancó para donde ahora es un ciudadano. Lavó hasta baños en su experiencia primera en su nuevo país -contó-, mas la imagen de libertinaje absoluto de la irrespetuosa tanqueta, le impedía regresar.

Me falta concretar la idea básica de este planteamiento. Concretar el porqué la pobreza es un oasis. O si se prefiere, un estado mental paradisíaco. Déjeme decirle que lo contrario no sólo también lo es, además colinda con lo orgiástico.
En el marco de las excusas sobresale con mucho este leitmotiv: "Es que yo soy pobre". Cuántas veces no hemos oído que alguna persona se autodefiende previamente para no hacer tal o cual cuestión porque antepone ante la acción que debiera efectuar su condición de pobre. Aparte de ser excusa se convierte en una especie de suprarazón, puesto que el sujeto utilizador del recurso mental "es que yo soy pobre", quisiera ser entendido y justificado de la misma forma como él lo hace. Si no ocurre eso, se siente incomprendido. La gente que lo oye y lo trata, para no verlo tan mal, termina dándole la razón. La pobreza para él se le convierte en su escudo pétreo para que nadie lo moleste en el paraíso excusológico en el cual vive y muere. 
Es muy común en el mundillo estudiantil, los estudiantes que se privan de una cantidad de obligaciones (contactarse con los libros, participar en seminarios, intervenir en clases...) porque la pobreza en tanto valor útil (útil para ellos solos, ¡claro!), les impide acceder a la esfera humana de aumentarse cualitativamente como personas.

Extraer una persona del oasis mental en que se extasía, de verdad es una tarea idiota. El oasis de pobreza íntimo con el que una persona conforta su existencia, sobremanera resulta dificilísimo desbaratar. Son muy pocos aquellos que pueden influir en el propósito de hacerle notar al poseedor de ese substrato psíquico, de que es obligatorio en el avance humano, hacerle la lucha contraria. Y que esa lucha - una lucha de cara a la muerte o a la vida- nada más la puede librar la persona misma desde ella misma, siempre y cuando capte el proceso imbecilizador que experimentará mientras siga siendo el huésped especial del oasis aniquilador alojado en el sistema de su mente.

Enseguida haré varias puntualizaciones en la búsqueda de lograr la máxima inteligibilidad en las consideraciones manejadas.
La noción acerca de la pobreza varía relativizadamente según se le destaquen sus rasgos fundamentales. En arreglo a buscar un rasgo definidor del tema del pobre y de sus oasis mentales alternativos de los cuales se niega a huir por la comodidad (no necesitar pensar y resolver) que la pobreza le asegura, se podría aseverar que un país, una unidad familiar o un sujeto individual, actúa bajo la férula de la pobredumbre en la medida que no genera ni despliega ideas, estrategias y procesos para aprovechar los recursos de algún tipo que pudiera, si no actuara pobremente, tener a su disposición. Así, no todos podemos ser pobres. Para calificar en ese rango se hace imprescindible tener (tener dinero, dotes, ingresos monetarios...). Un mendigo callejero en esta visualización no se le puede estimar como pobre (grandes guías espirituales y grandes filósofos del cinismo practicaron la mendicidad sin ser pobres). El mendigo entraría en el rango, si de repente, imaginemos, hereda una fortuna e ignorándole la oportunidad de invertirla y ampliarla en alguna escala económica reproductiva, la dilapida por ahí sin son ni ton. Cuánta gente no hay que en la villa terrestre que pese a sus altos ingresos económicos, al paso de los años uno ve que continúan padeciendo, o mejor, gozando, de la misma miseria almática de siempre. Ni sus vocabularios, ni sus hábitos alimenticios, ni sus gustos musicales, etc. registran la más mínima evolución en lo cultural, en lo estético y en lo intelectual. El gran psicólogo clínico venezolano Manuel Barroso, (en su libro Autoestima. Ecología o catástrofe) en la década de los 90', denominó a tan curioso fenómeno como "marginalidad mental". Atrapadas en esta tramoya prodigiosa de imposibilitismos marginales de los aparatos mentales, muchas naciones de los últimos mundos socioeconómicos, transcurren sus existencias patrias repletas de carencias, no obstante teniendo ingentes probabilidades de vivir mejor si decidieran emigrar del oasis en que sus mentes cómodamente dormitan.

Se ha hecho menester referir la Biblia hablando de pobrezas y riquezas, en los entornos de un planeta tomado como emporio benéfico para cualquier actividad productiva, haciendo que la riqueza y la pobreza se perciban en el orden de lo asombroso por contraponerse a lo benéfico del planeta.
Ya la demagogia político-partidista populista le echó mano a los pasajes bíblicos en pos de sublimar la condición del pobre, donde se presenta a Dios como un Dios de pobres. Donde los pobres heredarán la tierra y los "pobres ricos" serán excluidos, por servir al dinero, del Reino Divino. Sin embargo, en esa misma Biblia -que sirve para todo- nos obsequia citas contrarias a esas apreciaciones pro-pobrezas. ¿Ejemplos? Sí, sí hay. Hay en el Nuevo y Viejo testamentos citas en que la gente que tiene riquezas no queda tan mal parada. Veamos.
En Génesis (13:2) Abram (luego se le llama Abraham) es descrito en calidad no de "rico" sino de "riquísimo en ganado, en oro y plata". Es más. En muchos versículos del Antiguo Testamento leemos como el Dios de Israel habla con hombres pudientes, indicándoles las formas de administrar sus propiedades y de cómo tratar y liberar a sus siervos y criados. En el Nuevo Testamento leemos en Juan (tercera epístola): "Amado, yo deseo que tú seas próspero en todas las cosas". Esta noción se ratifica en el Apocalipsis (21:7). Allí leemos: "El que venciere, poseerá todas las cosas". Max Weber en su libro sociológico Ética protestante y espíritu del capitalismo, siguiéndole la pista al fenómeno de los bienestares derivados de la riqueza, arguye que la diferencia entre las sectas protestantes y los no-protestantes, radica en la concepción del acto de trabajar. Para un protestante el trabajo, el éxito emanado de él, significa la aprobación de Dios. Que mientras mejor le vaya trabajando más Dios lo acompañará. Letras de canciones hechas en América Latina para el consumo interno de los latinoamericanos en cambio, son adversas a esta concepción del trabajo de los cultos protestantes. Pongamos tres versos para captar la diferencia: "Arrastrar la larga cadena. Trabajar sin tregua y sin fin. Es lo mismo que una condena que ninguno puede eludir" (La canción del trabajo). "A mí me llaman el negrito del Batey porque el trabajo para mi es un enemigo. El trabajo se lo dejo todo al buey por el trabajo lo hizo Dios como castigo" (El negrito del Batey) y "Si yo fuera rico no tendría que trabajar" (bis de la versión castellana del Violinista sobre el tejado).

Científicamente el concepto pobreza está constelado por aristas variopintas, de las que sobresalen aquellas que ponen el foco en lo ético y lo psicológico. O sea, que lo actitudinal asumido y lo comportamental observable, constituyen las referencias objetivas con las que mejor se hace constatable el complejo asunto de la pobreza. Esta apreciación delimita el asunto no tanto a las condiciones socioeconómicas trabajadas por las ciencias sociales. Éstas suelen abordar el fenómeno de marras por la vía del establecimiento del constructo operativo denominado "líneas de pobreza" (o recursos metodológicos afines) que le sirve a los cientistas sociales para describir y situar a los pobres según se acerquen o se alejen de las líneas de pobreza preestablecidas por ellos. Pero en el espectro de las ciencias de la conducta hallamos referentes de más amplia envergadura, habida cuenta de que tocan aspectos implicadores de variables que con más cabalidad cubren la explicación del fenómeno. 
La pobreza, por encima de cualquier conjetura o hipótesis, es una fiel expresión de que hay un Poder instalado bajo el carácter de status quo que la origina y la reitera psico-socio-económicamente. Y para garantizarse la influencia dominante sobre los pobres, el Poder instalado necesita controlar no tanto el alma y el cuerpo de la gente carente (de algo o de todo), sino -y en este renglón se juega su suerte en la historia de su Poder- el control (y la consiguiente manipulación) de sus conductas (mentales, verbales y comportamentales).
Vista la pobreza operativamente no tanto como una condición surgida de la estructura económica y de las relaciones de producción que en esa estructura se cumplen, sino como una actitud y conducta proclives a hacerla tangible, se hace más fácil, más sencillada, su explicación comprensiva y sus posibles abordajes en vías de enfrentarla solucionarla.

El precepto "No basta con ser rico. Además hay que comportarse como rico" es trasladable al ser y a la conducta de los pobres. Leamos la meticulosa observación de Karl Marx (en Contribución a la crítica de la economía política): "El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne cocida, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta de la del que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes". En una hambre alguien acusa una conducta no de pobre. Entre tanto la otra hambre se sacia en la cuadricula de la carencia que empobrece a quien devora el alimento. En una saciedad hay reglas, determinado preorden respetable. En otra el hambre, el comer, se realiza en la esplendidez herbolaria -casi hiperbórea- de seres propios de los paraísos en donde, como hemos sostenido, se hace lo que viene en gana. Si uno de los dos hambrientos necesitara, de suyo, no lucir pobre (con mentalidad de náufrago), aun fuese mucha su premura de comer, esperaría buscar los cubiertos. Mas como es pobre, la comodidad mental en la que se desenvuelve roñosamente, le ha impedido hacerse de utensilios propicios. Y cada vez que come, come como pobre por ser un huésped plácido de la burbuja paradisíaca de la que jamás, en tanto se reproduzca en la pobreza, podrá renunciar.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


LA LÓGICA DE LA MISERIA

LA LÓGICA DE LA MISERIA

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LA LÓGICA DE LA MISERIA

LA LÓGICA DE LA MISERIA


"YO NO NACÍ PA' POBRE; ME GUSTA TODO LO BUENO".
JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ (DE LA CANCIÓN TÚ Y LAS NUBES).

Cualquiera sea la referencia de la pobreza nos remite a una lógica explicativa. El "yo soy pobre pero honrado" explicita una supuesta naturaleza del ser configurado pobre. El pobre, por fuerza, por su pobreza, no puede practicar la honradez. El refrán recordado escatima la excepción de alguien en su aclaratoria escapada de la lógica estatuida: el pobre y la honradez no se toman la mano. Ambos se excluyen entre sí.

Hay un refrán pedantesco nombrando la pobreza. Es este: "Yo tengo dos defectos. Que aparte de ser pobre soy exigente". En términos de construcción de la idea es un oxímoron pues genera un nuevo sentido a la cualidad. Ser pobre es un defecto. Este defecto se remarca peor sí siendo pobre también se es exigente. Todo pobre lo es porque carece de exigencias. El buen pobre alcanza perfectamente el molde ideal hecho exclusivamente para él, si no exige. Si sabe o acepta la pobreza como la condición natural para no exigir. Un mal pobre, en este orden, sería un pobre exigente. Si ya como pobre es mal aceptado. Como pobre exigente sería, en la lógica que lo miserabiliza, un sujeto invivible e insoportable. La gente pudiente no podría aceptárselo. La exigencia se hizo para ella. Para los contrarios al pobre.

Las superpotencias mundiales, buscando ilustrar la acertividad de la idea expuesta, se sientan a negociar con los países pobres, en tanto y cuanto los representantes de esos países se comporten, en el acuerdo, como buenos pobres. Es decir, cualquier exigencia fuera de tono la echan a un lado para que el acuerdo con la superpotencia mundial se dé. Si no fuera así, si los representantes de los países pobres, exigieran, se dieran a respetar ante el superpoder, los acuerdos serían instrumentos societarios para que el país pobre dejara de serlo. Mas ocurre lo contrario. Por más acuerdos, alianzas, pactos e interrelaciones entre países pobres y superpotencias, se convierten en mecanismos reproductores de las debilidades y carencias propias de la pobreza social de los países no-ricos. Por ejemplo Venezuela. Desde el siglo pasado (años veinte) está lidiando con grandes transnacionales petroleras y el resultado no ha cambiado su mísera realidad de país con economía primaria-exportadora.

En el terreno discursivo el pobre (pobre colectivo o pobre personalizado), se le presenta como víctima. Los demagogos en sucesivos tiempos históricos, cuando arengan a la población pobre, la victimizan haciéndolo ver, mediante la retórica, como sujeto de una implacable explotación. Eso se lo vende una vez una generación de demagogos en un tiempo 1. Y transcurrido otro tiempo, otros demagogos le dirán lo mismo al colectivo pobre, y los demagogos discursivos, no habiéndolo sacado del papel de víctima, le reitera una vez más, un compromiso no cumplible a la larga de librarlo de pobreza, por la sencillísima razón de que los demagogos también son unos pobres con las mismas condiciones pobreriles, las cuales les impiden sacar al colectivo de sus misérrimas situaciones vitales, tornándose ellos muchas veces sin saberlo conscientemente, en vehiculizadores de nuevas pobrezas.

Probablemente previendo la impotencia y la ineptocracia de los "tocados por la historia" (llámese líder salvacionista, movimientos liberadores, instituciones humanitarias, democracias populares...) para "combatir" la pobreza terrena, Jesús de Nazaret se atrevió a anunciar esta peculiariadad: "Siempre tendréis los pobres con vosotros" (Marcos 14:7). Esta peculiaridad del Nazareno anunciada hace más de 2000 años -sin referirnos a los pobres de los tiempos antes de la era cristiana- devino más que una profecía, en una suerte de constante sociológica, pues la cual, en su tal perspectiva de constante, se ha constituido, sin importar la índole del sistema socioeconómico instaurado en las distintas sociedades, en el producto resultante de los procesos y las acciones humanas que se realizan en el despliegue material y no-material de la vida social total del sistema socioeconómico, sin importar, digo otra vez, su índole.

Con lo dicho hasta acá, entonces ¿qué es la miseria a todas estas?

Eludiendo el rocambolismo de las definiciones, puedo decir en cambio que la única miseria habida es la miseria humana. Aparte de la existencia humana no hay ningún ser biológico capacitado para miserabilizarse bajo ningún respecto. Es debido a los imposibilitismos, las colmataciones, las desventuras, las incompletudes, e inclusive, los triunfos personales no asimilados, inherentes a la rutina del vivir en este mundo signado -pertinente sea recordarlo- por escisiones básicas (familiares, amorosas, económicas...) que la miseria puede enquistarse.

Por haberse convertido la pobreza en un fenómeno persistente. Por no haber habido en la historia ningún Modo de Vida que no haya estructuralmente reiterado e incrementado el fenómeno, la pobreza devino en tema de estudio y unidad de análisis científico. Y dentro de esta línea, la miseria, el concepto derivado de su naturaleza, resulta muy útil para poder elaborar y poder trabajar teórica y empíricamente contra ese fenómeno que para la historia de los derroteros humanos, se nos aparece como irreductible...Casi como una maldición emanada de la Biblia.

Pero ¿por qué la conceptualización de la miseria nos podría dar una ayuda para entender y abordar la pobreza?

Hagamos el intento de satisfacer la interrogante.

La miseria, el concepto relativo a su esencialidad, sí es verdad que pudiera ser empleado como sinónimo de pobreza. En esta acepción, miseria implicaría escasez extrema, inopia desgarradora, ausencia al máximo de algún grado de bienestar. Igual, desde luego a la pobreza. Sin embargo, en otra acepción de mayor alcance de ideas, la miseria nos remite a los entes humanos (clase social pudiente, el partido gobernante, entidades dadoras de dádivas...) generadores, pese (o debido) al Poder detentado, de carestías y privaciones radicales. Sin duda esta última miseria es una miseria distante con mucho, a la miseria sinónimo de pobreza. Una miseria es estar atenazado de estrecheces fundamentales, y la otra miseria es crear miseria para, por ejemplo, sostener un statu quo. En esa realidad de la miserabilidad, unos son miserabilizados y otros son miserabilizadores. Al darse esto, inevitablemente arroja una lógica.

Configurada en lógica la miseria opera en ambos lados. En el lado de los carentes y en lado de los prolíficos de excesos. Para estos últimos la lógica les es funcional porque al lograr que el lado opuesto, el de los necesitantes, acepte la pobredumbre en la que sub-viven, éstos no único sub-vivirán -este detalle podría ser secundario en la macabra lógica-, sino que al admitirla, estarán sellando su debilidad como componente social.

De forma que esos discursos miserológicos emanados de los gobernantes prestos a tomar el Poder (Luis Herrera Campins en Venezuela ofreció en 1979 hacer "El gobierno de los pobres". Alberto Fernández en Argentina hizo lo suyo el 10/12/12, cuando en su discurso de Toma de posesión dijo que en su gobierno "Los pobres serían los únicos privilegiados" El partido MAS venezolano se inició electoralmente en 1973 con el eslogan increíble: "En el socialismo los pobres serán poder". Hay más casos pero los obvio por razones de espacio y tiempo) no son más que los instrumentos palmarios con que se valen las personas del Poder para dirigirse verticalmente (de arriba hacia abajo) a esos seres humanos sumidos en el barro movedizo de las precariedades.

La presente exposición quedaría incompleta si dejara sobreentendido los fundamentos operativos de la lógica de la miseria.

La lógica aplica en tres grandes esferas antropológicas. La económica, la sociológica y la espiritual-simbólica. 

Los representantes del Dominio saben -deben saberlo, pues para eso cuentan con la asesoría de sus economistas y de sus psicólogos sociales- que los pobres discurren sus existencias económicas obedeciendo a lo que denominó G. M. Foster en 1965 "El principio del bien limitado". Esto es, los pobres no les gusta destacar con algún objeto o con alguna persona que los ponga por arriba de sus congéneres. Un ejemplo está con la "muchacha de barrio" que tiene un novio foráneo al barrio y de cierta posición económica por encima de la de su sector. Si lo tiene, aunque lo vea a escondidas, debe soportar las murmuraciones de sus vecinos que no toleran el supuesto avance que esa relación supondría para ella. Otro ejemplo se da en esos miembros de equipos estudiantiles de bajo rendimiento académico. Ninguno de sus miembros se atrevería a procurar y a conseguir una alta calificación por no verse diferente al resto. El "bien limitado" en otras palabras, viene a representarle al pobre, esa moral con la que justifica y defiende su conducta antieconómica de no pretender nada que no sea lo básico aceptado. Cuando constitucionalmente en Venezuela se plantea como un derecho que el salario básico debe ser igual al monto de la cesta básica normativa, se puede tomar dentro de este principio legitimador de lo común-básico.

La pobreza no es nada más una realidad constatable. También en su devenir va generando la pobrería una serie de valores que diseñan una cultura que le es propia. El antropólogo estadounidense Oscar Lewis la identifica así : "Los seres humanos en la cultura de la pobreza son provincianos, viven en función de su ambiente inmediato y poseen un escaso sentido histórico. Quienes viven en esa cultura -observa Lewis- producen muy poca riqueza y reciben muy poco a cambio". No es tan difícil comprobar estas apreciaciones si ubicamos las "villas miserias", las chabolas, las favelas y los "cerros ranchificados" de las ciudades latinoamericanas en el contexto de la cultura susodicha. Cuando el Estado de los países latinoamericanos permite que un hombre pobre proveniente del campo con toda su familia, construya una barraca en un sitio visible, urbanamente hablando, supongamos en una colina, debajo de viaductos, al lado de autopistas, etcétera, deja claro que para él (el estado) ese hombre no es importante. Tampoco le importa la colina, la ecología, ni la buena vista urbana. Lo que le interesa, como instrumento de dominación, es que el señor con su familia, se integre concisamente a la cultura de pobre que lo espera con los brazos abiertos.

Finalmente tenemos el aspecto espiritual-simbólico. Este renglón se torna muy delicado en la perspectiva que todo lo tocante a Dios se respeta y no se discute. Pero la pretensión de esta breve exposición es extraer de la concepción religiosa imperante, de que ellas sirven de correas transmisoras de la noción de Dios afín a la lógica de la miseria, al colocar en el "consciente colectivo" de que Dios (y su reino) es un "Dios de pobres" (el budismo -valga agregar- como religión imparte la convicción de que los menesterosos de este mundo lo son para pagar karmas de existencias pasadas). En esta visualización acerca de Dios se completa el uso de la lógica en cuestión, puesto que se le confiere por la vía espiritual, una exaltación sublime a esa triste realidad terrenal llamada pobreza.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


PERO...¿HABRÁ REALIDAD?

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PERO...¿HABRÁ REALIDAD?


PERO...¿HABRÁ REALIDAD?


"...lo real como tal..., parece del orden de eso de lo que uno no puede servirse, lo que no es instrumento...esta brecha entre lo real como tal y el instrumento hace que para nosotros..., la relación subjetiva con lo real sea más bien un embrollo".

Jacques-Alain Miller (Psicoanalista).


A la pregunta "¿habrá realidad?" le pueden salir varias respuestas. Una podría expresarse así: No es que dudemos de la realidad. Lo que entra en discusión proviene de la idea que la presenta civilizacionalmente como una referencia que pertenece a la jurisdicción de lo escabroso e inextricable. Montado en esa cresta, el escritor inglés Oscar Wilde en un prefacio de una de sus obras dice esto, tipo advertencia: "Aquellos que busquen ir más allá de las superficies de las apariencias, lo estarán haciendo bajo su propio riesgo". Resulta insensato, pues, animarse a desentrañar cosas que podrían conducir a enrevesamientos difíciles de hacerles frente.

Si hubiera la exigencia de buscarle palabras antónimas a la palabra realidad, no dejaría de ser embarazoso conseguir una radicalmente opuesta, habida cuenta de que las que están más a la mano, en un sentido de meticulosa inferencia, también podrían tomarse como realidades. Cito algunas: imaginario, fantasía, simulación, apariencia, irrealidad, sub-realidad, etc. Cada una de estas palabras (y otras que faltó nombrar) supone esfuerzos intelectuales si se buscara desentrañarlas en la realidad teórica que le es inherente. Por ej, si escogemos "apariencia" como palabra antagónica a la "realidad", el antagonismo supuesto desaparecería al precisar que toda realidad abordable metodológicamente hablando, posee una apariencia, un velo de aspectualidad que nos obliga a referirlo en la perspectiva indagativa, si queremos avanzar en la esencia de la "realidad" encubierta a través de la realidad primaria de las formas. Igual ocurriría con las otras palabras nombradas, las cuales, por antagonizar con una realidad, de suyo cobran importancia real de estudio. 
Con esto planteado, simplemente se busca destacar que donde quiera que dirijamos la mirada observadora, la acción investigativa, teórica o práctica, ahí tendremos una realidad. Tendremos un conjunto de elementos, de señales, de síntomas, de relaciones, merecedores, por alguna importancia objetiva o subjetiva, de permearlo para conocerlo.

Cualquiera fuese la realidad ésta estará oculta. Mas no porque esa sea su naturaleza o su característica. La realidad está en lo discreto, en lo obviado, en virtud de que, por un lado, los seres humanos en su gruesa mayoría, distorsionan sensorialmente sus percepciones de las cosas del mundo, y en segundo lugar, y aquí yace la razón fundamental de que la realidad sea obviada, oculta a las percepciones mediadas por las ordinariedades de la vida, los seres humanos evitan en la medida de sus opciones, cualquier contacto con aquello que los desconecte con los embelecos quiméricos en los cuales giran, felizmente, dormidos.

Y sí es tan así que los seres humanos en una gruesa mayoría no les importa la realidad porque además de no ser atractiva tampoco les hace falta, debido, entre otras razones, a que su ausencia es cubierta por "realidades alternativas" que van desde los reality-show, pasando por los mundos virtuales hasta llegar al climax extático de la hiper-realidad imagológica. Repito: y si es tan así, ¿quién o quiénes serán los candidatos a reparar la presencia de la realidad? 
La contestación es harto fácil. Aquel o aquellos -no importa cuánto sean- que obedeciendo a causas estrictamente existenciaria-personales, se hastiaron de seguir engañándose, o, en su defecto, ya no soportan más de que se les siga engatusando con ficciones irrespetuosas y mal elaboradas. En este orden actitudinal, esta gente colmatada por los embustes, se convierten en asiduos buscadores de las condiciones y los fundamentos con que las cuestiones vitales se pueden investigar, interpretar y explicar. Y consiguientemente es a ellos, es a esos muchos o a esos pocos seres humanos que habitan lo incierto (puesto que el pool de realidades ofrecidas por el statu quo ya no los alcanza) que planteamientos como este que están leyendo, va dirigido.

El hablar sobre la realidad se suele ofrecer una definición, pretendiendo conceptualizarla. Aquí se ahorrará la definición y en cambio se hará una pregunta afín. ¿Qué hace que lo real sea tal? O mejor -usando las palabras modo Edgar Morin-, ¿cuál es la realidad de la realidad? El autor nombrado en su libro El método. La vida de la vida (1998), nos ofrece esta afirmación: "...la originalidad de la vida no está en su materia, que es físico-química, sino en su organización". Trasladando la idea de Morin a una escala cósmica, se pudiera sugerir que la realidad del universo no está en lo habido en su seno (galaxias, constelaciones, soles, planetas...). Su realidad consiste en la organización homeostática (equilibrio inestable) aplicada a cada uno de sus componentes. Si un observador visualizara con telescopio un cuerpo celeste, no estaría observando la realidad del universo. Nada más estaría ante un cuerpo sideral en abstracto. La realidad aparecería en escena si el observador responde al marco de una investigación astronómica, haciendo de su actividad expresión de un sistema científico, que partiendo y sosteniéndose de determinaciones previas busca nuevas determinaciones del objeto de estudio. Asimismo acontecería con alguien que desde su vehículo en una arteria vial de una gran urbe, ve a un joven haciendo debajo del semáforo, una rutina de acrobacias. Para que el joven deje de ser un abstracto citadino, debe determinársele las condiciones económico-sociales (como por ejemplo, determinar si los aperos usados son suyos o facilitados. Si son facilitados cómo los adquiere. El porqué no labora en una empresa circense formal. A qué sector de la economía pertenece su actividad, etcétera) que lo lanzan debajo del semáforo.

Mientras no sea determinado múltiplemente, entonces, el elemento particular, de cualquier instancia real, la realidad no saldrá a la vista. Será parte de esas inmensidad de referencias ambiguadas con que a diario se aglutinan los sentidos humanos, generándole a la persona no aperceptiva (de apercepción) un déficit inorgánico de realidad con el que sobrellevará su embotada existencia.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 



LA REALIDAD Y SU MODELO

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LA REALIDAD Y SU MODELO


LA REALIDAD Y SU MODELO


"La realidad es...una construcción social y cada sociedad determina qué es verdadero en su realidad"
Rupert Riedl (Biología del conocimiento. 

Citado por María Pérez Schael. 1993).

Cuando alguien repite el lugar común "Soñar no cuesta nada", además de querer resaltar que lo soñado no tiene que ver con ninguna realidad, toca, y por lo general inconscientemente, lo económico, al hacer notar que la actividad de soñar no entraña costo alguno. O sea que lo que se quiere decir con la frase en su segundo campo semántico, es que soñar se hace gratis. Que no se nos pide nada a cambio. En la frase completa se maneja la noción de que aquel que sueña (soñar como sinónimo de embeleso, de que los sentidos están arrebatados en un rapto de embelesamiento), en algún modo y cantidad, se coloca fuera de lo que se cree es la realidad. Se hace oportuno agregar, a despecho de los que aceptan esta noción de soñar, que la experiencia psicoanalítica en una considerable proporción, basa su eficacia terapéutica en la realidad que el analista le halla a los sueños. Esto es, que soñar, no importa si despiertos o durmiendo, es una gran referencia para hacer precisiones científicas en el estudio profundo de la realidad del soñante. Visto así el punto, el soñar y la realidad no son instancias necesariamente separadas entre sí, pudiéndose dar el caso que en la medida que no soñemos menos realidad podemos desarrollar. En este estricto sentido, el actor Anthony Quinn (protagonista de Zorba el griego) le dijo a su hijito en una canción del siglo pasado, "Hijo, no dejes de soñar". La canción se llama La misma vida te dirá. Cómo será de importante soñar, siguiendo en este estricto sentido, que cualquier Poder dado, lo máximo que pretende para atornillarse es evitar que la gente en la que recae su acción, no sueñe y que se reduzca a vivir reiterativamente la realidad que como Poder propone e impone.

En otras palabras, nada escapa a la realidad... Ni siquiera los sueños. Sin embargo, al arrojarnos esta aseveración la idea de una realidad omni-absorbente, que todo lo succiona, para nada sencilla las innumerables aristas intrincadas en lo que es la realidad como temática y como problematización, en el desenvolvimiento de los seres vivientes, que sabiéndolo o no -no importa-, están determinados por ella, en sus leves o pesadas vidas (sugiero leer a Milan Kundera en La insoportable levedad del ser).
Bajo esta luz pudiéramos metaforizar la realidad como un sólido en torno al cual giran una interminable cantidad de organismos que aunque no quisieran ni rozarla (por la devastación que les produciría el roce), deben, pues no tienen más opciones, ir una y otra vez, a su seno (léase entrañas o huecos) por la necesidad ineludible de pervivir. Así las cosas, la realidad no únicamente constituye aquello que nos hace posible, sino que debido a ella, a su contundencia ineludible e imbatible, se le puede asignar un sentido real a las existencias girantes en torno suyo. De la metáfora usada se desprenden muchos ejemplos de realidad. El mundo es un ejemplo, el trabajo es otro ejemplo. Uno ve en canales de tv dedicados a la temática animal, como organismos sedientos (cebras, elefantes, etc.) les toca ir a beber y a refrescarse donde hay agua, luego de haber caminado larguísimos recorridos, a sabiendas de que en la realidad del agua, los aguardan flemática y macabramente, otros organismos que sin piedad se los comerán. Otro tanto acontece con los humanos que deben ir a buscar trabajo, bien en su país o fuera de él. Ahí, en las exigencias inapelables del trabajo, les espera la realidad con la que como seres humanos se verán condicionados y significados. En el fenómeno de las emigraciones, como es el caso de los países empobrecidos económicamente, la realidad del trabajo se hace más apabullante, puesto que con el solo hecho de emigrar a otro país, el emigrante muestra sin lugar a equívocos, de que la realidad económica de su país originario se le cerró y busca otro para sometérsele, si se le abre la posibilidad de entrar a su economía.

El Poder y la realidad que propone e impone, como dije antes, embrolla más la cuestión, habida cuenta de que la realidad propuesta no lo es tal. Lo propuesto (e impuesto) es un modelo de realidad, que desplaza la realidad y se coloca en su lugar. Cualquiera sea el modelo, el Poder que lo implanta opera como el centro donde deben orbitar los que reciben, por variadas vías (escolarización, religiones, militarizaciones, ideologías, etc.) el modelo sucedáneo de la realidad abolida. Como la historia de la vida humana es la historia de los desplazamientos de un Poder por otro Poder, no resulta exagerable afirmar que la historia de las realidades no es más que la historia de modelos de realidad que se suceden unos a otros.

Ahora bien, los inconvenientes que presenta la realidad para abordarla y comprenderla, no se derivan tanto de ella, pues de tantos modelos que le han interpuesto para velarla o tapiarla, la complejidad que le es inherente ha quedado colocada en planos secundarios, sino que son los propios modelos suplantadores los que les generan a las personas las confusiones y los comportamientos que hacen que la realidad (modelada) sea una instancia dura e impenetrable. Veamos, en la búsqueda de ser claro, los casos de los seguidores de religiones y de los seguidores de lineamientos partidistas, para apreciar el impacto de los modelos en la gente.
La ojeriza, la cierta desconfianza, tenida por los católicos a profesantes de otras religiones (adventistas, jehovanos, mormones...) no es porque no crean en Dios. La ojeriza, la desconfianza, viene dada porque los seguidores de otras religiones, no aceptan el modelo católico-romano de creer en Dios. Asimismo acontece igual, pero con más encono, entre judíos e islámicos. Encontramos lo mismo entre gente de derecha y gente de izquierda. Ambos lados se consideran demócratas, sólo que el modelo político de cada lado, le hace creer a un lado que el otro no es demócrata. Esto es tan extremo que ningún tirano, ningún déspota, en el ejercicio de gobernar dictatorialmente, reconoce su régimen autoritario o totalitario. Bajo el modelo con que se nutre ideológicamente, supone -y hasta se convence- que lo que hace lo hace amparado en los valores de la democracia y la libertad. Y todos, religiosos y políticos, basándose en sus particulares modelos de realidad (que para ellos es la "realidad") perpetran luchas y guerras con las cuales han llenando -y siguen llenando- las páginas de la historia de las crueldades y de los fanatismos.

Como consecuencia emanada por los modelos de la realidad y que son tenidos como "realidades", la tendencia -comprensible, incluso-, de evadirla, de huirle (no olvidemos la expresión atribuida al nobel literario Tomás S. Eliot: "¡Despiértenme!, ¡despiértenme! Un hombre no puede con tanta realidad"), se ha hecho parte de las para-necesidades con que los seres humamos alimentan sostenidamente sus conductas tanto mentales como conductas registradas fuera del sistema de sus mentes.
Fíjese usted en lo afirmado por un paciente de la psicoanalista inglesa Joyce McDougall llamado M.B. (en su texto Alegato por cierta anormalidad): "Beber, comer, masturbarme, fantasmear, eso es mi mundo real, mi mundo y sólo mío". Son citadas estas palabras en el propósito de hacer notar que cuando se habla de evasiones y huidas de la realidad, se habla a su vez de construcciones de realidades particulares, ora de alguien solo, ora de colectivos individuales. No es relevante la cantidad de sujetos participantes en la modelación "al gusto" de la realidad. Lo relevante estriba en que esa "realidad" construida a base de enredijos conceptuales de todo tipo, logrará en quien o quienes la hagan, que ya la realidad física, técnicamente comprobable y determinante en el mundo de las concreciones localizables en el tiempo y en el espacio históricos, no interesa más. Que ha pasado, si es que alguna vez hubo realidad, a la esfera de las cosas que por alguna razón utilitaria, no (nos) hacen falta. Esta idea está contemplada en el reconocimiento que al respecto hace el antropólogo venezolano Gustavo Martín (en el libro Las ciencias sociales): "...no existe...una necesaria continuidad entre la existencia y la realidad". Es más, Martín radicaliza su postura cuando a línea seguida, concluye: "Por el contrario, generalmente ambas -existencia y realidad- se oponen". Yo agregaría, una de las vías facilonas de existir es quitando ese "cable a tierra" que nos conecta con el "mundo de lo real". Liberados de cualquier conexión con la realidad, libremente podemos diseñar el modelo de "realidad" que queramos. Es memorable la anécdota que circuló en los años 80' -quizá aún se recuerde- en los corredores de las escuelas de economía estadounidenses (la citan Larroulet y Mochón en el texto Economía). La anécdota es esta, y con ella me despido:
"Con frecuencia se cuenta la anécdota de aquel alumno que interrumpió a su profesor en medio de una clase de Teoría Económica y dijo: '...perdone que le interrumpa, pero otra cosa sucede en el mundo real...', a lo que el profesor, sin dejarle terminar, le respondió: 'Señor Waldorf, debe usted recordar que el mundo real constituye un caso particular y por consiguiente, no necesitamos tenerlo en cuenta'".

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET