LA NIÑEZ VOLATIL

LA NIÑEZ VOLATIL

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LA NIÑEZ VOLATIL

No tengo un talento especial solo soy curioso. 
ALBERT EINSTEIN

El asunto de la niñez (o la infantilidad) reviste importancia porque trasciende lo estrictamente cronológico. Incluso en este marco, la Ley establece que la niñez se mantiene en una persona hasta que no cumpla 18 años. Pero la adolescencia le sigue durando, pasado los 10 años, conceptualmente hablando, hasta los 19 años (OMS). 

El asunto en su rango de transcendente se hace más complicado para asirle su sentido, cuando el pensamiento filosófico y el pensamiento espiritualista elevan la Niñez al rango de las sublimidades, presentando al Niño como aquel rasgo abstracto que nunca debemos perder, ya que siendo o manteniéndonos "niños" a lo largo de la trayectoria de vida, tendremos accesos al disfrute de purezas y bellezas negadas a los seres humanos que han perpetrado el equívoco irremediable de mutarse en "adultos". Es tan importante el asunto del niño que el médico Eric Berne fundó su Análisis transaccional en la relación habida entre el Padre, el Adulto y el Niño. Este constructo, demás no está en decir, se le identifica como el P.A.N. Le ha sido de mucha utilidad a las ciencias de la conducta en el enfrentamiento con la problemática personal de los pacientes con crisis anímicas y de personalidad. 

Sin embargo, la Niñez en su complejidad necesita ser entendida, pues en la realidad material de los adultos (la realidad de los compromisos ineludibles) la gente se cuida de ser inocente, ingenua y pueril, ya que estas representan las condiciones para caer en las engañifas de cualquiera que quiera extraerle provecho a alguien que no haya superado su Niñez. 

Hay un escritor estadounidense, quien se ha hecho ducho en relatar el misterio y el enigma en sus obras. Me estoy refiriendo a Harlan Coben. Él en una obra llamada Peso Muerto, nos ubica en sus posibilidades, en lo que es Niño, o cuando se es Niño, edad o rasgo en lo que además de curiosidad se albergan gamas de miedos e incertezas, como consecuencia de los exageros de la infantil mente. Esto nos aporta Berne sobre la comprensión del Niño: "Todo parece grande cuando eres niño".

Eric Berne en la breve idea citada, utiliza adrede, supongo yo, el término "parece", para hacernos ver que en el sí mismo de Lo real no es que haya "pequeñeces" o "grandiosidades", sino que sólo bajo la especial y específica mirada infantil, el sí mismo de Lo real es redimensionado de manera tal que genera la curiosidad indispensable para que se dé la visualización sorprendente. Es decir, cuando el sujeto humano, independientemente de su edad, nada más percibe en Lo real unidades compactamente petrificada, ya la grandeza de las relaciones de la existencia toda, para él, no tiene entrada... De ahí, de esa postura, la infantilidad curiosa muere, dándole paso a las indiferencialidades no vitales, propia de sujetos humanos sin la voluntariosa niñez.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET


LA DIÁSPORA CASERA

LA DIÁSPORA CASERA

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LA DIÁSPORA CASERA
(o un pequeño cuento de una larga historia) 

"Morir es olvidar". 
SAMUEL BUTLER
 (filólogo y satírico inglés -1835-1902-)

Dos ex-compañeros sentimentales heteros comparten una casa enorme. Enorme porque quedan sólo ellos dos. Los hijos, los sobrinos y los nieticos se marcharon sin vuelta atrás, casi despavoridos del paraíso venezolano (entendiendo por paraíso en el estricto rigor bíblico, aquel lugar donde se hace lo que venga en gana, y si se comete algún error siempre hay disponible alguna excusa que descargará de la culpa) para vivir en el infierno de las leyes de algún país más o menos serio.


Cuando estaban todos los miembros de la familia, la casa más bien resultaba pequeña e incómoda, aun teniendo cinco salas de baño con tres salas comedor. Pero ahora que los dos miembros de la ex-pareja son sus únicos residentes, la vivienda de cuatro pisos, es un espacio donde por virtud al contacto cero de ellos dos, se estrechan la mano la distancia, el orden y el silencio. Posiblemente las tumbas de los camposantos ya en desuso pueden ostentar semejante ambientalidad de brutal ausencia.


De vez en vez la habitante recibe visitas de gente que cuando eran jóvenes le manifestaban gran aprecio, aprecio con el que justifican sus esporádicas visitas; jamás esta gente percibió otra persona en la casa, aparte de la visitada, puesto que el otro habitante consumía el resto de sus días aquí en la Tierra, escribiendo relatos para lectores improbables de Internet, enviándoles textos filosófico económicos a una locutora quien se los leía con mucho interés en un programa pop-rock de una emisora FM y leyendo por primera vez los libros usados cuando era profesional en ejercicio. Su ex-compañera agradecía grandemente la colaboración indirecta que este ser tan cercano y tan lejano le ofrecía con su aislamiento, puesto que sus visitas y hasta ella misma se contaban las cosas con entera libertad, bajo la suposición que no había nadie, sino ella y sus visitantes.


Cierta tardecita fueron tres personas de visita, luego de tener varios meses que no se veían. Estando en el disfrute de nostálgicos cuentos, la voz del otro habitante se dejó oír. Se dejó oír con imperiosidad sonora de tenor, cantando las gloriosas notas del Himno Nacional de Venezuela. Los visitantes perplejos intercambiaron miradas. La habitante viéndose obligada a explicar el imprevisto hecho musical emergido del más absoluto silencio de unas de la recamaras de los pisos de arriba, les dice: -No se preocupen. Están oyendo a Faustino. Como tiene tanto tiempo sin hablar, está, y esto lo digo yo, cantando para probar que todavía le queda voz. Ahora -prosigue la dama visitada- es raro que esté cantando en español. Desde que fue absorbido por el sí mismo del mundillo subterráneo del trip-hop anglo-sajón, únicamente canta cuando se le ocurre, en inglés. -¿Y qué canción canta? -preguntó la mayor de los visitantes con un dejo de indiferencia, viendo a la anfitriona. -En realidad no sé -respondió dubitativa, pero acoto-: Aunque la canción me parece que la he oído. Como es idioma español, pudiera ser una de las canciones de Franco o de Montaner, que fueron los cantantes de los lares latinoamericanos que le llamaron la atención. Otra de las visitas, un caballero de larga barba, entornando la mirada ante el infinito que se le abría delante de los ojos, se atrevió a afirmar que el canto que oían se oyó mucho en Venezuela en los tiempos que el tenor Alfredo Sadel vivía.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET