LA DEPENDENCIA PERSONAL Y SU GRATUIDAD (III)
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LA DEPENDENCIA PERSONAL Y SU GRATUIDAD (III)
● Hay dos tipos de esclavos.
El esclavo por convencionalidad producto de las deudas o por botín de guerras, y el esclavo natural, que es aquel que no es capaz de dirigir su propia vida.
Idea inspirada de la lectura Sobre la esclavitud, escrita por Aristóteles.
● "Descubre la esclavitud más denigrante: ser esclavo de uno mismo. Errar en decisiones y depender de otros nos convierte en prisioneros de nuestra propia vida".
ALBERT BARRA, Directivo hotelero.
A
Desde luego, este Escrito no va dirigido a quienes experiencian en sus vidas alguna dependencia personal, pues no es menester que esta tipología de personas dependientes lean (u oigan) algo referido a su condición de dependientes, al menos que aquella persona de la que dependen, les inste a leer (u oír). Siendo así, útil son las palabras de Aristóteles cuando expone que los esclavos aunque entiendan razones, no se apropian de la Razón. Apropiarse de la Razon conduce, en condiciones más transcendentes, a enfrentarse uno a un mundo donde ser Libre constituye el reto fundante en la épica de hacerse Hombre (versión femenina o versión masculina), entendiendo Hombre como uno de los conceptos adversos, negatorios, de dependencia o de esclavitud.
En la edad antigua, signada por el régimen socio-económico del esclavismo, muchos guerreros derrotados en las batallas, optaban por la muerte antes de pasar a convertirse en esclavos de los vencedores. Para esos guerreros ser Hombre era un impedimento para pasar a la categoría de esclavos, de depender de la voluntad de otro humano. Hoy día se opta por ser dependiente de otro por el miedo que implica vivir en libertad (ojalá se contacte con el libro de Erich Fromm, Miedo a la libertad).
Al no querer alguien, por imposibilitismos mentales o por taras congénitas, acceder a la esfera de las responsabilidades humanas, donde la responsabilidad individual suprime la posibilidad de disculparse uno culpando a los demás, entonces no queda sino la obertura de entregarle sumisamente la voluntad a otra voluntad que hará el papel de decisora.
B
No quisiera terminar por ahora el tema de la dependencia personal, sin aportarle dos tipificaciones del fenómeno.
Si usted se ha ocupado con una seria preocupacion de su autonomía en tanto persona inserta en un marco social altamente exigente y competitivo, en el que la confianza, la credibilidad y, sobre todo, el respeto hacia uno hay que ganárselos, por la sencilla condición de que nadie en el marco de las exigencias y competitividades los regala, corre el riesgo de que haya la propensión en usted de colaborar con otras personas para que alcancen su propia autonomía. Si es así, déjeme decirle, y ojalá (me) disculpe la intromisión, de que hay la probabilidad de que uno de los seres humanos conocidos suyos sí tenga la impulsividad genuina y excepcional de jubilarse del mundo de los dependientes (emocionales, pasionales, sentimentales, intelectuales...), pero la mayoría de ellos, como una inmensa mayoría de almas terrestres, lo que demandan es conseguirse al Hombre (no importa sí es mujer o varón) que les resuelva, aunque sea mínimamente la traba psíquica representada por la indecisión estructural, consecuencia ésta de sus incompletudes, dudas y miedos, que por no poderlos hacerle frente y vencerlos en la relatividad de los márgenes reales, han arrastrado durante toda la vida. Todo este peso insoportable de a poco convirtió a la mayoría de almas terrestres en esclavas de sí mismas, requisito inobviable para acceder a otra alma bajo la necesidad de que las direccionen y las gobiernen.
C
Voy con la primera tipificación.
EL DEPENDIENTE PASIVO:
Esta clase de dependiente ha hecho de lo irresoluto su manera de comportarse y de presentarse ante los demás. Sigue sin chistar las indicaciones dadas por el que funge ser su tutor o rector (papá, mamá, hermano, pareja sentimental, amigo...). Por la fuerza irresoluta que gobierna al alma dependiente, de ordinario no realiza correctamente lo ordenado. Mas las fallas cometidas no van al otro, el que lo gobierna. En la pretensión de hundirse con mayor profundidad en la dependencia, el dependiente pasivo se culpa a sí mismo, incrementando su autodesprecio, al punto de desear, y a veces lo solicita abiertamente, que se le impongan castigos. Conocí el caso que el espécimen de dependencia pasiva, una bella chica ella, le rogaba a su novio de que la sobara (la golpeara físicamente). Como éste por respeto a la dignidad universal a lo humano, no la complacía, animalmente terminó por dejarlo y buscarse otro rector o tutor que sí la golpeara. En términos precisatorios, el dependiente pasivo es el dócil clásico. Son vistos en calidad de borregos.
EL DEPENDIENTE AGRESIVO:
Este dependiente es igual o peor que el otro. Depende del otro totalmente. El otro le administra el dinero, le señala la ropa y los zapatos a usar, sólo ve películas que el tutor ve, jamás trata a nadie si el otro no le da el visto bueno. Prácticamente ser dependiente de otro le ahorra el esfuerzo de resolver algo. Esto naturalmente no le otorga garantías de que lo que teledirigido hace, lo haga bien, sólo que si le resultan mal las cosas, no se culpa a sí, sino que el peso de la responsabilidad corre por la cuenta de aquel que conduce su amarga existencia. Buscando cobrarle el error no le habla por días o semanas. Por días o por semanas se le pierde, y perdido (o perdida) hace travesuras que acumulándose le destruyen la escasa vitalidad de perpetrar acciones por sí mismo, y esto le incrementa la necesidad de esclavizarse de nuevo, bien con el tutor de siempre, bien con un nuevo y esperanzador tutor.
Huelga decir que ambas dependencias son horrendas.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET