FANS DE FÁBULAS (III)

FANS DE FÁBULAS (III)

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FANS DE FÁBULAS (III) 

Lo que pega las personas a las superficies de las formas, lo que va chupándolas a las profundidades superficiales de los modelos y arquetipos conductuales, no son las formas ni son los arquetipos a secas, son las formas, son los arquetipos pero configurados y estructurados en Instituciones...

"Las instituciones sirven para aplastar los derechos humanos".

LUDWIG VAN BEETHOVEN.

"Hemos limitado nuestra visión del mundo a los marcos de nuestras instituciones y somos ahora sus prisioneros".

IVAN ILLICH.

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Todo acto humano que se haga (o no se haga) en la esfera social terráquea, amerita su respectiva matriz axiológica y su respectivo marco significativo, con los cuales lo hecho (que pudiera ser una revolución, una guerra, un cambio de constitución, una división político-geográfica de un país en dos partes, etc.) se pueda justificar. En esta línea, las instituciones se instauran diseñando una misión, una visión, unos objetivos, etc., dentro de un principio específico con lo que obtendrá, para la necesaria justificación, su "razón de ser".

Esto no tendría consecuencias perversas en lo antropológico y en lo teleológico (disciplina de los propósitos y finalidades) si no fuera por el pormenor de que en el despliegue espacio-temporal de las instituciones, estas terminan fusionándose como un solo ente, con el principio o con el valor, socialmente requerido, que les permitió erigirse en tanto instituciones.

Así la cosa, por ejemplo, los hospitales, las clínicas, serán percibidos como sinónimos del valor Salud. Acontece igual con las Iglesias y el valor Dios, con los ejércitos y el valor Patria, con los tribunales y las policías con el valor Justicia, con las escuelas y el valor de Ser alguien en la vida...

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Lo paradójico, lo insólito, se hace realidad humana, cuando en la realidad humana los comportamientos de determinada gente se funda en la logicidad adversa a lo institucionalizado.

El caso emblemático lo tenemos en el activista social Muhammad Ali. Ali no fue a matar o a morir (o las dos suertes) a la guerra de Vietnam sencillamente, y así lo manifestó, porque no tenía nada en contra de los vietnamitas. Más bien le dijo al Poder institucionalizado del país donde nació: Eres tú mi enemigo. Eres tú el que me niega la justicia y la libertad que no disfruto. Sea pertinente notificar que Ali abandonó el nombre de Cassius Clay porque ese nombre le fue impuesto. Para enfatizar la idea dilucidó: Cassius Clay fue un esclavo. Mi nombre es Muhammad Ali y soy un hombre libre.

Si no hubiese determinados seres humanos que se atrevieran a cuestionar la "razón de ser" de lo institucional, la vida humana sería semejante al correr de los cursos fluviales. Los ríos nacen y corren hasta el mar por rutas naturales no modificables por ellos. Empero no siendo el ser humano una expresión cósmica predeterminada, la gente que por razones varias, logra moverse contrario a lo preestablecido en los modelos y formalidades de la vida organizada en arreglo a los ordenes sociales dados en la historia, le muestran con ello al resto de la humanidad que detrás de la fachada institucional, interactúan fuerzas, móviles y dinámicas, inherentes a la realidad ocultada por las superficies de esos órdenes sociales.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

FANS DE FABULACIONES (II)

FANS DE FABULACIONES (II)

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FANS DE FABULACIONES (II) 

"El que vive de las apariencias se convierte en esclavo de lo que no es".
MIGUEL FENRIR TOSTADO DE ALIOTH, Pinterest.

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Cuánto cuesta digerir cognitivamente que el ser humano es una entidad psico-orgánica hundida -y extraviada; quizá perdida sin remedio- en la superficie de las formas. En las formas, sea útil decirlo, que él mismo inventa en la pretensión de convivir sociablemente con los otros seres humanos.

Formas tales como Dios, Democracia, los Derechos, el Diálogo, para nombrar las formas más sobresalientes en las normas de convivencia, en el decurso histórico en vez de convertirse en puentes de enlace sistémico-orgánicos, más bien tales formas han terminado por convertirse en combustibles que avivan el fuego, donde constantemente se incineran las esperanzas de hacer de este planeta un planeta vivible desde un punto de vista de la sanidad societal.

Al darse, por lo contrario, un planeta en cuya superficie se despliega un mundo infeliz, que para abordarlo en condiciones de entenderlo y explicárnoslo en un mínimo aceptable, se necesitan investigaciones, estudios, metodologías e interpretaciones analíticas y reflexivas, que por sus rigurosas complejidades, no están al alcance de la persona promedio, que en tanto persona promedio, lo que quisiera sería existir con un poco de tranquilidad y sosiego, los días que le toque estar en la tierra.

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Que una humanidad esté hundida o atascada en las superficialidades de las formas deja ver a todas luces que éstas no son simples ideas acerca de lo considerado valioso (Dios, Democracia, Derechos...), sino que en el devenir de sus respectivos procesos, van adquiriendo el rango de modelos o de conformaciones paradigmáticas, aceptadas por unos y rechazadas por otros, generando los concomitantes inconvenientes, inevitables en todo aquello perteneciente a las realidades de las creeencias, cuyo rasgo sobresaliente consiste en que quien asuma una creencia, quien convierta una creencia como algo suyo, deja de percibirla como una "creencia". Ante por el contrario, la introyecta en el sistema de su mente en calidad de "verdad" no susceptible a discusión (llámese esto dogma).

Así el asunto, ya los valores iniciales que pudieran haber tenido las formas (ontológicos, espirituales, cívicos...), merced al modelo o al paradigma, se van convirtiendo en divagaciones etéreas, que para entender el valor "Dios", por ejemplo, se requiere exegetas y hermenéuticos especializados, o para hacer realidad un "Derecho", otro ejemplo, se hace imprescindible que el necesitante cuente con el monto de dinero solicitado por el profesional experto en leyes, el cual según su reputación en el mercado de la justicia, le garantizará en términos negociados el disfrute del Derecho buscado.

De manera pues que el asunto Dios, para seguir con el ejemplo, ya no depende de aceptar su existencia y de depositar la fe en Él. Depende del modelo en que se asuma al Ser celestial. Que si el modelo de Dios provienede del judaísmo, sin duda, le va a generar alguna traba con aquellos seguidores de otros modelos (islámicos, cristianos, budistas, luciferianos...). Igual ocurre con el valor Democracia, Diálogo y otros tantas formas inventadas al principio para hacer expedita la convivencia entre humanos y que a lo largo de los tiempos cumplidos, aparecen como molestos obstáculos "duros de roer".

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET


FANS DE FABULACIONES

FANS DE FABULACIONES

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FANS DE FABULACIONES 

"Hay gente que, para no ser menos, finge ser alguien". 
PIN PAGE, GOOGLE.

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Afirmó el antropólogo venezolano Gustavo Martín acerca del "existir" y la "realidad":

"... no hay... una necesaria continuidad entre la existencia y la realidad". Es decir, entiendo yo, un tópico no conduce al otro tópico. Puede darse tranquilamente la existencia de alguien prescindiendo de un plano de la realidad o de la realidad plena.

Un caballero muerto en el 2022, merced a sus hijos, todos profesionales liberales, desde 1986 se libró del peso de la realidad económica porque sus descendientes directos, agradecidos con él por haberles costeado sus estudios superiores, se encargaron de su existencia. No supo ni le interesó más el mundo de las condiciones económicas (inflaciones, escaseces, desabastecimientos, colas para comprar tal producto...). Sus hijos (varones y féminas) lo sacaban y lo llevaban en el puesto de atrás de sus camionetas, sin que él se percatara de los entornos recorridos. Prácticamente ocurrió con este caso lo contrario al de Siddharta Gautama, el Buda, de quien se cuenta que hasta cierta edad vivió palaciegamente y que al salir un día notó que en el mundo, fuera del palacio, había una realidad desconocida que lo circundaba (gente pobre, enferma, abandonada...). Ante esos datos salió del palacio y no volvió más.

Al alcance de la gente de ordinaria vida, se tienen opciones de prescindir de la realidad por un momento (viendo fútbol, ver una película de extraterrestres, libar con amigos u otros medios más duros y costosos) o para siempre (alcoholizándose, haciéndose drogodependiente, etc.) en tanto y cuanto, eso sí, haya personas piadosas o perversas -es igual en estas situaciones- que colaboren. Empero el hecho de que nos alejemos parcial o definitivamente de la realidad no traduce que ella desaparezca. La realidad siempre estará ahí, esperando la oportunidad para introducirse en nuestras vidas. Sólo que en algunas sujetos afortunados el dique que logra contenerla se mantiene por un tiempo prolongado.

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Estamos ante dos realidades: la sustentada en imágenes, en formas, en apariencias, y la sustentada en fondos, en contenidos y en esencialidades.

La realidad de las formas es esponjosa, succionante. Nos absorbe tanto lo aspectual que muchos de nosotros vivimos gran parte de nuestra existencia, si no toda, atendiendo las exigencias impuestas inmisericordemente por la Civilización de la imagen. Esto es, por la vida humana donde el parecer y el asemejarse adquieren una sobreimportancia comportamental y axiológica (valorativa).

El meollo humano se deriva de la realidad de lo que es en esencia. De lo que se da en la existencia consistente y atenida en el trasfondo disimulado u oculto por el velo de las apariencias.

Atreverse a ir más allá de las apariencias, advertía jocosamente Óscar Wilde, se hace bajo el propio riesgo del atrevido. Y como ciertamente funda un riesgo, de ordinario la gente opta por permanecer en la superficie de la realidad gobernada por la dureza de lo aparental. Diría alguien, conformemosnos con aparentar y ya con ello es suficiente.

Termino esta idea (en otra ocasión proseguiré con este tema, lo prometo) citando dos anécdotas. Una escrita en una novela de personajes improbables para lectores inexistentes, y otra extraída de un evento familiar.

En la novela el personaje principal va a una panadería-café acompañado de su futura novia. El local tenía las mesas ocupadas, y la que no estaba aún el mesonero no la había limpiado. El personaje principal al notar que pasan los minutos y no se aparece quien debe limpiar la mesa, desde la mesa misma y con intensidad fuerte de voz, le dice a la señora de la caja:

-Señora, por favor, mande a alguien para que limpie la mesa. No es que nosotros seamos aseados pero nos gusta aparentarlo.

Algunos de los presentes se rieron, pero otros se quedaron como cavilando lo oído.

La otra anécdota.

Cinco hermanos (había tres féminas) se citan en la casa de uno de ellos para discutir la sucesión, pues los padres (heteros) murieron en un accidente automotor de carretera. La hermana menor, percibiendo que en las primeras de cambio los ánimos comienzan a caldearse, toma la palabra para decir: "Señores, o nos comportamos como personas o nos comportamos como lo que somos". Enseguida el hermano mayor sentenció: "Vamos a comportarnos como lo que somos", dándole así un carácter esencial al encuentro.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

REFLEXIVAS (XIII)

REFLEXIVAS (XIII)

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REFLEXIVAS (XIII)

Enseguida le ofrezco algunas ideas de personas titánicas que pensaron la vida y se pensaron en ella. Ese doble esfuerzo se debe valorizar en intentos breves como este.

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Desde que leí esto en una novela:

"Hablaba con la seguridad de las personas inseguras", comencé a percatarme de que la "seguridad", esa sobrevalorada "seguridad" que tanto atractivo contiene para quienes la adquieren mediante pólizas de seguro de todo tipo, también se puede adoptar como postura -o impostura- conductual. Y es en tanto postura que la "seguridad" nos daña la existencia, habida cuenta que la duda y lo incierto constituyen imponderables difíciles de enfrentar con posturas o imposturas.

El psicoanalista Erich Fromm, asentado sobre ese principio hace este aporte:

"... el fin del desarrollo psíquico es ser capaz de soportar la inseguridad". Es decir, usted o yo mostraremos y nos mostraremos psíquicamente con cierto nivel de desarrollo, según toleremos la carga de lo inseguro. Lo inseguro en lo externo y lo inseguro portado a nuestro interno. Eso conforma una actitud psíquica sensata, pero Fromm reconoce este acuciante, nada desdeñable:

"Tratamos de vivir sensatamente, sin saber cómo". Y es justo en esto donde reside el origen de nuestros equívocos personales; consumimos esfuerzos mentales y cantidades de tiempo útil en apropiarnos teóricamente de una modalidad de sensatez que al ponerla en práctica no puede con las inseguridades que merodean implacablemente gran parte de la existencia que nos tocó desenvolver.

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Relativo al anterior meollo, se me ocurre esta consideración:

En la medida que más prolongue y complejice su vida, la Humanidad será más incierta y menos segura de nada. La única sabiduría que nos podría acompañar, con deficiencias, claro, sería la sabiduría de lo incierto.

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De tanto ver mininos por las RR.SS. masivas, se nos han hecho familiares sus andanzas y habilidades. Gentes de enormidad humana como Einstein o como Borges salen fotografiados con sus amados mínimos.

Me llama la atención que un filósofo (sociólogo y semiólogo) del pensar duro como Jean Baudrillard le haya dedicado al minino una significatoria referencia en unos de sus excelsos libros: Cool memories. Lea, por favor:

"Una movilidad maravillosa, encantadora, una presteza aérea: el gato. Cualquier seducción es felina. Es como si las apariencias comenzaran a funcionar por sí solas y a encadenarse sin esfuerzo.

Felinidad de las apariencias. En ellas, nada se desencadena, todo se encadena. Pues la felinidad no es más que el encadenamiento soberano del cuerpo y del movimiento".


Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

EL AHORRAMIENTO EXTREMO

EL AHORRAMIENTO EXTREMO

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EL AHORRAMIENTO EXTREMO

Sobre el punto de la alteridad ("la condición de ser otro"), 
lea esto por favor: 
"La alteridad es la verdad de la subjetividad, o incluso el sujeto es todo el sistema". 
MOUSTAPHA SAFOUAN, psicoanalista egipcio ya fallecido.

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Humanamente, extremarse, situarse al extremo de una tendencia, es hacer economía psíquica. El extremista al no interesarse en la existencia del Otro, se lo ahorra. Lo que piense o haga el Otro, el extremista librado de él, experiencia la sensación placentera de haber alcanzado en algún grado aceptable, la libertad necesaria, mientras que alguien situado en el Centro de las tendencias debe, por razones de su posición, estar al tanto, informándose del quehacer de los instalados en los extremos.

Situarse en el Centro, sin ningún tipo de economía ahorradora, tiene exigencias específicas (frialdad, profesionalidad, intelectualidad...) las cuales el promedio humano no tiene capacidad de cumplir.

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Sin posturas socioanalistas, periodísticas o de investigación científica inclusive, se hace terrible que alguien oiga o lea lo expresado por los personajes protagónicos que hacen la humana historia, viviendo de ella, atornillados en algún extremo del espectro político. Es tan recia la vivencia de leer u oír con interés inmutable lo que pueda expresar algún líder de la "derecha" o de la "izquierda", del Pentágono o del régimen talibán, de Israel o de Hamas, de Rusia o de Ucrania, que si no fuese porque el sujeto interesado que lee u oye está apoyado en propósitos de estricta profesionalidad, su psiquis comenzaría a deteriorarse con visos que pudieran resultar irreversibles.

Por ejemplo, aquí en Venezuela, lo expuesto en programas como La Hojilla, Con el mazo dando, etc. va dirigido casi exclusivamente a los seguidores entusiastas del oficialismo. Eso lo comprenden perfectamente aquellas personas que por colocarse en el lado extremo, creen a pie juntillas lo sostenido por los voceros más recalcitrantes de Vente o de la Plataforma Unitaria. Si no fuera así y se obligara sin derecho a negarse en lo hipotético al militante medio del oficialismo o del simpatizante medio de las valoraciones de la derecha, a oír las arengas de los líderes del lado contrario, sin duda constituiría un hecho de profunda desconsideración inhumana a las limitaciones psicológicas y existenciales de esas personas seguidoras de un extremo o del otro. Pero gracias a que cuando hay cadena nacionales de radio y televisión el opositor promedio tiene opción a la TV (satelital o cablera) o las RR.SS. masivas, las consecuencias psicológicas nefastas, derivadas de tensiones políticas irresolutas, se atenúan en términos significativos.

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Conforma una muestra interesante de cómo afecta en alguna medida el cerebro y la visión, la realidad proselitista de los dirigentes y militantes de las agrupaciones fuera de los dos extremos polarizantes en Venezuela.

Fuera de los dos polos extremistas, hubo para las elecciones del 28-J ocho candidatos cuya ofertas electorales no sobrepasaron el marco de lo ingenuo, no debido nada más a las ofertas mismas que cándidamente daban la idea de querer unificar al chavismo/oposición, sino que por falta de una perspectiva basada en concreciones técnico-científicas, creyeron vanamente (y vagamente) que cada candidato desde sí solo podía llamarle la atención a algún opositor o a algún chavista desprevenido.

Lo que le aconteció a las cabezas visibles de esas ofertas proviene justo de los arrebatos propios de estar en el medio de gente foribunda que lo que necesita almáticamente es que su opción venza para poder ahondar más el ahorro del otro (llámese esto "paz") que su postura extrema le garantiza. De modo, pues, que si la gente instalada en el Centro también quiere ser notada por quienes militan por cuestiones de tranquilidad existenciaria en uno de los dos polos, les toca desprenderse de lo más difícil en los menesteres humanos: arrancarse del espíritu el supuesto egológico de que se es importante. Y si estar en los extremos del espectro político representa el ahorro del Otro, estar en el medio del espectro conduce a demostrar que no todo gira alrededor del imperativo económico. ¡Qué reto!, ¿no?

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET



LA TENDENCIA INOCULTABLE

LA TENDENCIA INOCULTABLE

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LA TENDENCIA INOCULTABLE


1: "El mal no es nunca 'radical'... y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Eso es la 'banalidad' del mal".

HANNAH ARENDT, filósofa (1901-1975).

2: "El imperativo de autorealización convierte cada ciudadano en publicista de sí mismo. Las buenas acciones se truecan por exhibicionismo. La banalidad del bien pone énfasis en la palabra y trivializa la acción".

JORGE FREIRE, filósofo (aún viviente).

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El sostén de todo Poder, desde el Poder emanado del Poder político-proselitista hasta el Poder ejercido por los "líderes negativos" (pranes, capos, padrinos mafiosos...), se da en tanto aquellos quienes lo reciben, no sólo estén ideológicamente situados en la banalidad. Se hace necesario también que no perciban la banalidad que los tapia. Es necesario que no lo perciban porque la banalidad o el banalismo no constituye para nadie -quizá haya excepciones- una valoración dignificante. Ante, por el contrario, la gente inserta en la jurisdicción de las banalidades, repudia caer en lo banal, sin sospechar jamás que el asunto en serio sería salir de esa jurisdicción. Salir, incluso, bajo la figura de escapado, porque la banalidad se puede asemejar a una modalidad de reclusorio donde los seres humanos fabrican con esmero sus pequeñas celdas de confort, las cuales al quedar develadas comienzan a mortificar a la persona que captó la celda en donde ("feliz") estaba recluida.

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Para decodificar en algún grado y en algún sentido el fenómeno almático-psíquico de la banalidad -no digo "banalidad humana" evitando la redundancia- no debemos tener al fenómeno hermanado con esa otra expresión del alma llamada "guasa" (guachafa, bochinche).

El exitoso novelista Carlos Ruiz Zafón (1964-2020), autor, entre otras obras, de El prisionero del cielo, basándose en el supuesto de que el bochinchismo va de la mano con el banalismo, hace esta aducta descripción (tomada del portal Mundifrases):

"Este mundo no se morirá de una bomba atómica... Se morirá de banalidad, haciendo un chiste de todo".

Desde luego el novelista citado se aproxima grandemente al meollo de lo banal, habida cuenta de que las gentes trivializan sus realidades sociopolíticas antagónicas a ellas (a las gentes), haciendo chistes y burlas con la ingenua búsqueda de drenar el sufrir de sus angustiadas almas. pero el banalismo va más allá del bochinche y de los retozones. El banal está en el sitio menos esperado. El genuino banal, el auténtico superfluo, lo hallamos en el esplendor de su insustancialidad, en el terreno del deber y del buen hacer. Me explico enseguida.

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El hombre (mujer/varón) se autoexpulsa del paraíso por caer en la nimiedad de que él ya sabía lo que era bueno y lo que era malo.

Ingresa al mundo en calidad de idiota, creyendo que las cosas aparte de buenas y malas, además eran feas y bonitas, enaltecientes y vergonzosas. En el paraíso no se ruburizaba viéndose desnudo. Sale del paraíso arrastrando la soberana sosez de que sus partes corporales se dividían en públicas y privada. Así, dentro del paquete de las dualidades adversas entre sí, se fue formando y fue formando a las generaciones posteriores, ajeno banalmente de las consecuencias castradoras del dualismo (maniqueísmo) inventado, por carecer de alguna profundidad filosófica y sobre todo por tener ausente en el sistema de su mente, cierta noción de totalidad cognitiva proveniente de alguna actividad científica que lo emancipara de la ficción del bien y del mal. Tan contundente le resultó al hombre tal distinción que aún los hombres actuales en la necesidad banalística de proseguir en sus autoengaños, se descalifican y se matan entre sí por defender el "bien" que han inventado para imponérselo a los otros. Esa división entre buenos y malos, entre imperios del bien e imperios del mal, prosigue independientemente si el líder proselitista que blande la bandera moral de la división pertenece a un país estimado desarrollado, o a un país estimado atrasado. En ambas ocasiones la ficción del bien y del mal logra su cometido: que unos se vean malos y otros se sientan buenos.

Dicho lo anterior en palabras más directas, los hombres se hacen fundamentalistas para disfrazar como virtud el elemental banalismo con que perpetran sus operaciones sociales.

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Por último.

La banalidad se hace una constante de las acciones operatorias humanas desde el mismo momento en que el mal es ejecutado por gente buena. Si "vivimos en un mundo habitado por gente buena que hace, sin darse cuenta, el mal", no se exagera si se afirma que aparte de ejecutarse a diario, pues a diario la gente sale todos los días con el ánimo de hacer su buena acción, el mal, en su condición de resultado indirecto o directo del bien, está inserto como una normalidad más del paisaje panorámico de la vida del mundo.

La vacualidad del mal se incrusta en la vida vista en tiempo real-físico o en en tiempo real-digital. Las acciones de destrozos de la guerra, de las desigualdades socioeconómicas, por ejemplo, no son realizadas desde las psiquis inteligente y consciente de almas perversas. No. Esas acciones que se presencian en las pantallas o en la realidad física palpable, son llevadas a cabo envueltas en la regulación de las intenciones consensuales socialmente y programadas burocráticamente, y aquellas personas designadas para ponerlas en escena, con mucho decoro y con mucha lealtad (a Dios, a la patria, al partido...) las cumplen de manera acrítica y sin ninguna señal de remordimiento, bajo la rigurosa suposición que están haciendo un bien.

Tal vez hastiado de los santurrones fundamentalistas, tal vez mirando hastiado los gestos amorosos hacia las personas humildes de los buscadores de votos en las elecciones de cargos públicos ante las cámaras de televisión, Billy Wilder, director de cine, fallecido en 2002, se atrevió a escribir esta sentencia:

"A toda buena acción le llega su justo castigo".


Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET