BUSCAR LA RAZÓN SIN PERDER LA LOCURA

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BUSCAR LA RAZÓN SIN PERDER LA LOCURA
Los niños han de tener mucha tolerancia con los adultos.
ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY


Tolerar es, buscándole su conceptualización operativa, una acción de la mente, la cual le exige al dueño de la mente que tolera, resistencia. Y también resistencia al dueño de la mente de la persona que se sabe, o peor aún, que se siente tolerada, de que siente que simplemente alguien o algunos, lo pasan, o de que simplemente lo están soportando.
Pero, bien, el soportar se le reduce la carga cuando los que recíprocamente lo hacen, los que osan meterse y osan permanecer en esa tempestad psíquica-orgánica, si el sobre-esfuerzo obedece a un propósito, si responde a objetivos enmarcados en metas que se pueden cumplir, o se cumplirán, ¿por qué no?, a mediano o largo plazo. No habiendo esto, siendo inexistente el inteligente propósito, la tolerancia resultará no más que -y aquí recuerdo con la cita al gran cineasta estadounidense Billy Wilder (1906-2002)- una "buena acción que tendrá su justo castigo".

Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET


LA CONSTRUCCIÓN DEL SILENCIO

LA CONSTRUCCIÓN DEL SILENCIO

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LA CONSTRUCCIÓN DEL SILENCIO

"...los oprimidos no consiguen reconocerse como sujetos creativos capaces de transformarse... ellos creen ser 'naturalmente' inferiores... de esa manera se encuentran inscritos en una cultura del silencio".
CECILIA I. SOWOSKI . 
Cultura del silencio según Freire. 
Portal edusanluis.com, viernes, 7.2.2020


1
La cultura, lo cultural, viene siendo en la vida histórica de la gente, lo que la naturaleza es en la vida natural de los organismos no-humanos. Y así como aceptamos como natural que un animalito se coma a otro por el hambre orgánica que porta, también aceptamos -o tendemos a aceptar- como "natural" que un militar mate a otro militar bajo el marco de la cultura de la guerra, o del "arte de la guerra". De forma que mediante los paradigmas o patrones emanados de la diversidad de "culturas" propias de la humana vida, las personas justifican, explican y aceptan la variedad de pensares, sentires y comportamientos que llevan a cabo a lo largo de sus existencias.


2
Y en la perspectiva culturológica, hay"culturas" y sus correspondientes "contra-culturas" para la explicación -y aceptación- de las tantas cosas que los individuos hacen o no hacen todos los días o de vez en vez en la vida social. Nombremos algunas "culturas" para hacer más captable este planteamiento. Para la "cultura de la guerra" (a veces la llaman "la cultura de la muerte"), se le contrapone la de la "paz" o la de la "vida". A alguien se le puede entender la limpieza de su automóvil, o la de su casa, o la de su habitación gracias a los preceptos emanados de la "cultura de la limpieza". Siendo lo contrario, a alguien, o a una ciudad, o a un país todo, se le acepta sus suciedades porque al no haber internalizado la valorativa de la higiene, entonces es ubicado el alguien, la ciudad o el país todo, en la "cultura del sucio" (a la gente abandonada en su desorden doméstico y personal, se le encasqueta en el "Síndrome de Diógenes"), y de esa manera el alguien, la ciudad o el país todo, terminan siendo aceptados o comprendidos. Respecto a los basureros callejeros, a los perros educados para evacuarse en las vías públicas sin que sus respectivos dueños no recojan los excrementos porque entre otras cosas, les es normal no tener escoba, ni palita ni bolsitas para recogerlos, en cierta ocasión un docente ecológico ya extinguido de la tierra, dijo de Venezuela esto:
"Venezuela es el desorden mejor organizado del mundo".


3
Resumiendo, abordar la cultura para determinarla conceptualmente, hay que tomarla como un resultado producido, o si se quiere, como una esfera social constituida, por lo que para desplazar o transformar un evento ya culturizado, se requieren condiciones comportamentales revolucionantes tan especiales y tan exigentes, que el mundo de los seres humanos, ha optado por la aceptación de los patrones culturales (Ruth Benedict los denomina " patterns of culture) establecidos, haciéndolos suyos. 
Una cultura, pues, se puede entender como ese conjunto axiológico (valorador) de pensares, de desempeños, de visualizaciones, del Hombre y sus cosas, que tienden a reproducir en el espacio y en el tiempo, las condiciones de existencia societal que la hicieron posible. Ante esta consistencia estructural de una cultura, se hace perentorio detectar el mecanismo vital con lo que tal o cual cultura se da. En esta línea de ideas, le puedo aportar que ese mecanismo es la Enculturización, básica para generar y consolidar una cultura. El antropólogo Conrad Phillip Kottak define rapidito la enculturización: Es "el proceso social por el que se aprende y transmite la cultura de generación en generación". Así el asunto, no será exagerado afirmar que los seres que vienen a este planeta con la potencialidad de hacerse humanos, lo logran es porque se les enculturiza, y enculturizados prosiguen la marcha imparable de los enculturamientos. Los deportes, las fe religiosas, el pago de tributos, la democracia, el terrorismo, etc, les es preciso ciertas y determinadas culturas para la consecución de sus objetivos en el seno de la sociedad en donde están localizados.


4
Con lo anterior aboné el terreno para facilitarle en mis posibilidades, el abordaje al tipo de cultura que me interesé en describirle un tanto, y que hasta ahora sólo le he nombrado: la cultura del silencio.
Obviamente, el silencio que opera en la embarazosa realidad de la cultura del silencio, no tiene nada próximo al silencio que el espíritu buscador de evolución precisa para que por la vía mística o psicológicamente orientada, realice las desconexiones oportunas en el combate que pudiera tener con las travesuras de la mente. No. El silencio que aquí importa, es aquella producción ideológica indispensable para que los sectores sociales hegemónicos de este triste o alegre mundo, puedan seguir preservando su dominación sobre las almas sometidas y recluidas en la penitenciería del callar.


5
En la medida en que vamos adentrándonos, desde niños, en los intersticios de las relaciones sociales, vamos cayendo en cuenta el valor de mantenernos callados. Las mamás y los maestros escolares destacan con mucho reconocimiento al hijo "menos respondón", si se trata de las madres, y si son las maestras o maestros, a menudo colocan como modelo de conducta a los niños más calladitos y más obedientes del salón de clases. En las religiones, por su lado, procuran que los fieles se guarden de emitir juicios ante las afrentas, dejándole todo a la voluntad de Dios. Como en la práctica política las grandes mayorías (los políticos suelen llamarlas "las grandes mayorías silenciosas") carecen de voz, mucho de los demagogos en la búsqueda incansable de adeptos, se erigen ante ellos y ante la escena política, al rango de "ser la voz de los que no tienen voz". El enculturamiento para acallarnos, o sea, para que consideremos el callar algo virtuoso, por la modalidad de los dichos y refranes, se nos va convenciendo de patrañas tipo tres monitos (que no ven, que no oyen, que no hablan). Bajo esa luz usted de seguro a oído o ha repetido construcciones verbales como estas: "En boca callada no entran moscas", o "Hay que morir callado". Incluso, estas son las frases más idóneas que los empleados del tren burocrático de los estados, usan entre ellos ante los casos de corrupción que los corruptos en pleno ejercicio de la "cultura de la corrupción" hacen delante de ellos (de los empleados).


6
Me extendí un tanto y le solicito me dispense, pero no quiero culminar dejando de lado que hay una autora que desarrolla en un gran libro dedicado a este tema, el silencio como control social. Ella es Elisabeth Nuelle-Neuman y el libro lo tituló La espiral del silencio. Ahí, en el libro, se expone el fenómeno lingüístico sometido, no por el silencio sino por hablar. La gente, hace notar el libro, propende a comunicar únicamente aquellos contenidos que gozan de la aceptación mayoritaria, basando la conducta verbal en que si no se dice lo que la gente espera oír, el osado corre con las consecuencias del rechazo de los demás, y nadie en su sano juicio enculturizado va a correr ese riesgo.


Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET