LA RAZÓN DE LA ESTUPIDEZ
"La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de esa persona".
CARLO CIPOLLA
Hablar sobre la estupidez remite a hablar de todos nosotros. Valga acotar que hay grandiosas excepciones, muy difíciles de localizar ellas. Cuesta localizarlas porque dentro de sus evoluciones íntegras está la de no llamar la atención, e inclusive, la de no parecer ni actuar inteligentemente, cosa hecha para no lucir ni más ni menos que los demás.
Así el asunto, nos corresponde en tanto vivientes circulantes,
fijarnos, lo máximo posible, de los detalles de la gente de nuestro entorno (amplio o reducido), para captarle atisbos de inteligencia que pudiera poseer... Y cuidarnos, también lo máximo posible, de la gente que a nuestro captar y en nuestro entender, resulte inteligente por los peligros derivados de esa cualidad humana extraña.
Lea, por favor, esta consideración sobre "ser inteligente". Aparece en la novela de Paul Kropp, El "lunático" y su hermana libertad:
"La inteligencia es una desventaja, tal vez una mayor desventaja que ser raro. Por lo menos la persona rara sabe por qué es un paria. Alguien inteligente puede engañarse creyendo que, en realidad, puede llevarse bien con la gente común y corriente. Eso es mentira. Un cociente de inteligencia alto puede ser tan desventajoso como una parálisis cerebral, una espina bífida o el retardo mental". La consideración de Kropp mediante el personaje Ian, llega al extremo de sugerir de que así como hay rampas y aceras para minusválidos en las urbes, también deberían hacerse vías y lugares especiales para personas inteligentes.
En ese desorden de valores, un hijo negó a su papá en un transporte público cuando los amigos que iban con él le preguntaron si era familia del señor, puesto que tenían el mismo apellido. El muchacho dijo "No" enfáticamente para evitar la burla, ya que su papá era tomado por la comunidad donde vivía como alguien inteligente, en virtud de que leía libros de temáticas complejas, permanecía en casa desde temprano por la noche, no tomaba licor y tampoco sabía bailar.
El muchacho al contarle a su mamá lo sucedido en el transporte público, ésta en vez de darle alguna orientación, le confesó que ella pensaba divorciarse del señor porque se había equivocado creyendo de que él era un hombre normal.
De cualquier manera que seamos (personas estúpidas fingiendo inteligencia, o personas inteligentes fingiendo no serlo), se hace perentoria la necesidad de desarrollar en nosotros cierto "radar mental" posibilitador expedito para percibir la inteligencia terrestre, habida cuenta de que una de las destrezas con que cuentan los humanos inteligentes consiste en disimular tal don, a la par de camuflarse habilidosamente con la gente que no son como ellos. Pero con cierto patrón detectante de la inteligencia humana en alguien próximo a nosotros (un hijo, un amigo, alguien en el trabajo, la propia pareja de uno...), no sólo (nos) demostraríamos que portamos aunque sea un poquito de la cualidad referida, sino que además nos permitiría crear estrategias personales, bien para alejarnos del inteligente, bien para acercarnos a ella o a él.
No quiero cerrar esta entrega sin traer a colación el diálogo entre dos personajes de la novela El péndulo de Foucault (Umberto Eco (1988), Belbo y Casaubon) en torno al estupidismo universalizado en la Tierra. Veamos:
-Estamos rodeados de estúpidos.
-No hay escapatoria. Todos son estúpidos, salvo usted y yo. Mejor dicho, para no ofender, salvo usted.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET
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