PASEOS EN EL REPOSO - 1

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PASEOS EN EL REPOSO

PASEOS EN EL REPOSO


Sin importar el sitio donde nos encontremos, venimos a resolvernos en un test: con cuanta serenidad contamos ante Lo caótico. Lo  caótico depende de nosotros: puede ser ver nuestra empresa quebrada, o estar ante familiares iracundos que gritan y ofenden o no soportar lavar los útiles de la cocina luego de haber comido y que nos esperan sucios en el lavaplatos.


El test que venimos a resolver sirve para que se perciba cuánta capacidad emulatoria tenemos para comportarnos como Dioses ante los caos que según nosotros mismos podamos tener enfrente.

Lo señaló David y lo señaló Jesús el Cristo: "seremos dioses".

En la Biblia se dice que al inicio todo era caótico y el que iba convertirse en Señor del Universo todo lo ordenó tomándose su espacio de tiempo.

O en pocas palabras, el test sirve para mostrar y demostrar si podemos ser dioses o no.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


LA EXTREMA OPCIÓN

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LA EXTREMA OPCIÓN

LA EXTREMA OPCIÓN

HESIODO: LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS:

"LOS HUMANOS VIVÍAN ENTONCES COMO LOS DIOSES, CON EL CORAZÓN LIBRE DE PREOCUPACIONES, LEJOS DEL TRABAJO Y DEL DOLOR (...) DISFRUTABAN DE LA ALEGRÍA... AL ABRIGO DE TODOS LOS MALES. MORÍAN COMO QUIEN SE DUERME, VENCIDOS POR EL SUEÑO".

Con el fenómeno del covid, el mundo económico (que es el único mundo que la humanidad convertida en gente, cree de verdad) se debate en la ley material del costo de oportunidad, el cual presentado simplemente se pudiera reducir a está usada expresión: "ES ESTO (ESCONDERSE) O LO OTRO (PRODUCIR)". Cada lado del costo-dilema conducirá indefectiblemente al otro, constituyendo así un circuito de alta perversidad, visto nada más en filmes enaltecedores del terror tipo Saw, o en series de tv tipo Mentes Criminales.

Lo sucedible a las leyes económicas así como lo que le pueda suceder a la humanidad, e inclusive, al país donde se esta viviendo, no ocupa (aún) lugar importante en el preocupar diario de las personas concretas, puesto que la mediación mediática a las que están sometidas sus existencias por el tema del virus, reduce su marco de expectativas al confinamiento domiciliario, confinamiento, sea útil recordarlo, que representa la apuesta hecha por los gobiernos para el combate del invisible enemigo.
Y sobre este confinamiento, tomándolo como encerramiento muy próximo a la ordinaria idea de cárcel, o mínimamente de detención preventiva, discurriremos en este breve espacio.

Cuando se trata de cuarentenas, y cosas atinentes al achicamiento del espacio con su consiguiente reducción de la movilidad, el tiempo surge como el fundamento a manejar dentro del tiempo mismo. Quiero decir, manejar con una contraactitud, la actitud susceptible a la acción devastadora del tiempo a enfrentar. Que si no se hace con las precauciones metódicas adecuadas, la contraactitud irá sucumbiendo ante el feroz acoso de la temporalidad en curso.

¿Qué idea le quiero trasmitir con la "opción extrema"?
Bueno, la idea de que en un haz de opciones, corremos el riesgo de ir agotándolas bajo determinado uso de ellas hasta que llegamos a la última. Una vez consumida ésta, indefectiblemente nos quedaremos en el extremo de las posibilidades. O sea, sin respaldo alguno.
Como la cuarentena o aislamiento social, no es por un tiempo prefijado y dado a conocer, sino que la medida aislacionante pertenece al reino de las incertidumbres, las opciones tenidas para frentearla, además de ser algunas económicas, otras obligantemente son psicológicas. En pocas palabras, la cuarentena es una medida económica y socio-emocional. Donde ambas merecen nuestra mayor atención.

Lo siguiente me servirá para especificar la noción -llevable a idea-operativa- de "extrema opción", la cual puede ser significada dentro de realidades vivibles de estar "al extremo de las posibilidades" de uno, como lo anuncié líneas atrás.
Voy a actualizar una escena trabajada por el ínclito escritor Milan Kundera en una de sus obras (Kundera será citado de nuevo antes de concluir esta Página). La escena se da cuando cierto caballero llega en un taxi para ir a un café colocado justo en la acera de enfrente donde el taxi se detiene. El señor que atiende los clientes en la barra, como está desocupado en ese instante, repara que pese a que llovía fuerte, el caballero que sale del auto, aún trayendo su paraguas no lo abre y atraviesa la calzada para meterse al café ignorando la lluvia.
Ya dentro del establecimiento toma su asiento en la barra y le solicita al señor que lo observó el servicio de una taza del sabroso liquido.
El señor aprovechó, mientras le preparaba el servicio, para preguntarle sobre lo que le pareció algo raro del cliente en eso de no utilizar el paraguas para protegerse del agua. Ante la pregunta que por qué no abrió el objeto, el cliente le respondió así: "No lo abrí porque no me gusta estar al extremo de mis posibilidades". Es decir, interpreté yo de la respuesta del caballero, que estando él bajo la lluvia, caminó tranquilo por tener una opción a la mano. Él no sintió, atravesando la calzada bajo la lluvia, la sensación de estar desamparado.
Creyendo haber asimilado la idea, luego de que le relaté la escena de la obra, un amigo que viajaba constantemente a Caracas desde San Cristóbal (ciudades separadas por una distancia respetable si el viaje es en bus), la aplicó, evitando el cansancio psico-físico de viajar más de 10 horas en carretera. ¿Cómo fue? 
Fíjese: las butacas reclinables de los buses ofrecen al pasajero sólo dos opciones. La posición vertical y la posición extendida. Como sabemos esta última posición constituye la opción de verdadero relax, que si se utiliza apenas arranque el viaje, el pasajero ingenuamente la comenzará a agotar. Y en la medida que avance el largo recorrido, la reclinación surtirá menor efecto. Tanto que el ingenuo pasajero se mueve y se voltea a cada rato, buscando el imposible relax perdido.
Mi amigo por su parte, siguiendo la idea de no abandonarse a la última opción, dividió el trayecto total en cuatro etapas: San Cristóbal-Barinas, Barinas-Acarigua, Acarigua-Valencia y Valencia-Caracas.

El amigo cada vez que iba a comenzar el bus su largo recorrido (salía a las 5 pm y llegaba si no había contratiempos, casi a las 7 am) hablaba con su mente (o la mente se hablaba a sí misma con permiso de él) diciéndole: voy a estar sentado derechito en la posición 1 hasta cumplida la primera etapa. Si logras que mi cuerpo no se canse, usaré la etapa segunda para la posición 2 que tanto te gusta. Después volvía a enderezarse cuando se iniciaba la tercera etapa. En la última etapa dormitaba como para llegar más descansadito al destino. Él llamó esta operación en su exceso de inventiva "Como alcanzar el destino sin ningún esfuerzo". Una vez me comentó que su cuerpo vivía muy agradecido por evitarle cansancios innecesarios. De seguro empleó el principio en otras experiencias, pero no me las contó.

Vuelvo a Kundera, que esta vez sí lo cito textualmente. El autor en su obra La identidad (1997) se refiere al tiempo y a la gente. Lea, por favor:
"El problema de la gente es el tiempo, hacer que pase el tiempo, que pase por sí solo, a solas, sin esfuerzo por su parte".

Este fragmento extraído de La identidad (del diálogo entre dos personajes: Jean-Marc hablándole a Chantal), resulta útil pues bajo la luz de la precisión puntualiza que el problema humano del tiempo, pasa por el esfuerzo de la gente. De que si no hay por el lado de la gente el esfuerzo inteligencial mínimo direccionado a la apercepción de su realidad dada en variables (distancias y velocidades), esa misma realidad emanada de su estructura, de a poco, muy calladitamente, irá socavando las estructuras mentales no aptas para procesar semejante fenomenología cronometral.

En procura de lograr ser entendido lo mejor que se pueda, el problema del tiempo en situaciones de encerramientos límites verbigracia este exigido por la prevención sanitaria anti-Coravid-19, es para quienes de un modo u otro se disponen a hacerle lucha. A no dejarse vencer por los efectos nocivos que el tiempo perpetra en la psiquis humana, psiquis cuyas estructuras no están aptas, de ordinario, para ser efectiva en condiciones donde el espacio a recorrer y la velocidad de movimientos, las determinan las distancias cortas en las cuales hay que desplazar el cuerpo una y otra vez. 
Para quienes no les preocupa el tiempo del encerramiento cuarenteno, ni ningún otro tiempo, por alguna causa o razón ideológica o espiritual, sin duda exposiciones tipo esta, le resbalan.

Habiendo aceptado la cuarentena bajo el carácter de encerramiento preventivo ante la amenaza de un monstruo microscópico que al igual que las grandes monstruosidades derivadas de la libre iniciativa de las fuerzas naturales (tsunamis, sismos, inundaciones...), no le importa nada la vida humana, contagiando a quien sea, con tal de defender su derecho a existir, se acepta también que se truncó por una temporada indeterminada, el acceso democráticos a los espacios exteriores con los que se cuenta para producir el mundo de todos los días, dándole paso al mundo del acontecer obligatorio de quedarse en casa, con lo que quedarse en casa sin definición temporal implica. Ese mundo bajo la contingencia se le ha comenzado a llamar concienzudamente "mundo encerrado".

Asumiendo, pues, el "Quédate en casa" en calidad de encerrona pocas veces experenciada por los alegres mortales, el periodista español Jordi Evolé de Antena 3 entrevista al sin par Pepe Mujica. Antes de interrogarle sobre el confinamiento preventivo, Evolé (nos) recuerda el período de tiempo cuando el expresidente uruguayo estuvo preso. Evolé, gracias a esa experiencia lo considera, y así se lo comunica, como un "experto en estar solo".
Mujica realmente aportó mucho cuando expresa que en los momentos como este, hay que tomarlos como los momentos para hablar con uno mismo porque estamos solos con nosotros.
Retomé la aclaración existencial del expresidente, lo confieso, habida cuenta que nada más cuando se está confinado, sólo podemos abrigarnos en el calor que podamos darnos nosotros mismos. Y de aquí es que se desprende el problema referido desde el comienzo. El problema del tiempo, que con su abstracto peso nos va eliminando las opciones que tenemos para desenvolvernos en la soledad diaria de reducirse al mismo espacio y a los mismos objetos acompañantes.
¿Cómo las elimina? Veamos.

La cuarentena en las primeras de cambio -pongámosle 2 ó 3 semanas- pudiera estimársele muy cercana a una "luna de miel". La gente, atendiendo el llamado de sus presidentes de la república respectivos -todos luciendo una cara de papá bonachón, y si son damas, cara de madre que se desvela por la salud de los suyos- de que se resguarden del monstruo ubicuo, en sus hogares. A renglón seguido comienzan los jefes de hogar a inventariar las cosas que les servirán para que ellos y sus muchachos, la pasen de lo mejor los días de encierro riguroso. No habría ninguna contrariedad si la medida se acabara, digamos, el lunes próximo venidero. En ese caso, y ojalá así ocurriese, escritos como este, serían zoquetada de personas que por vagancias poco entendibles, se ponen a escribir temas sin ton ni son.

En estas primeras de cambio, pues, la gente ya sabe qué hacer. En tal sentido, me he tomado el gusto de preguntarle a mi reducido círculo de relacionados cómo están afrontando el evento y ninguno me ha comunicado que está desesperado, angustioso o aburrido. Antes, por el contrario, me confiesan que la cuarentena les cayó como anillo al dedo, debido a que podrán atender asuntos caseros que por exceso de trabajo, habían sido relegados. Tantas cuestiones por hacer encuarentenados que conté diez actividades, cheverísimas todas, en la repuesta de una persona cuyo estatus profesional la obliga a estar al tanto de los desanimantes aconteceres diarios registrados en el incalculable mundo de la economía.

Empero, la terriblidad del evento de marras, comenzará a develarse (léase rebelarse) en la medida en que el evento se vaya hundiendo en el abismo del tiempo. Quiero decir, pase del mes o de dos meses en adelante, sin que haya señales en el escenario inmediato de aparecer la fórmula esperada, la cual le pondría coto al asunto significativamente, por un lado, por el lado científico-epidemiológico. Y por el otro, por el lado de las producciones económicas, las economías vitales del planeta comiencen a acusar los indicios inequívocos de cómo el fenómeno del virus las ha ido golpeando con severidad.
Desde luego, lo expresado pertenece por ahorita, nada más a las visiones negativas que se pudieran tener al respecto. No obstante para nada invalida el porvenir escabroso en el plano psíquico que pudieran experienciar las personas (que en el plazo temporal de las primeras semanas del reclusorio, por no haber establecido con un cierto nivel técnico, la división del trabajo mental, insoslayable sobremanera en las coyunturas en las que el tiempo juega su rol estelar) consumieron todo aquello que les serviría de apoyo psicológico para no flaquear en el enfrentamiento ante el tiempo, que llevado al terreno de lo mitológico, el tiempo se le simboliza como aquel dios maligno que se come, para divertirse él, a sus hijos.

No desearía finiquitar esta exposición sin exteriorizarle la importancia de captar en qué esfera del desenvolvimiento societal complejo se hayan insertos los objetos (gadgets) a los que la gente represada en la delimitación casera recurrirá en la expectancia de salir airosa.

Toda la pléyade de gadgets emanados del sistema de producción de la civilización industrial, en alguna manera u otra, está en razón del tiempo. Para disfrutarlo, pasarlo ( perderlo o matarlo), retardar sus efectos, marcarlo y ahorrarlo. Estos gadgets mercantilizados se realizan en la economía del (valor de) cambio. Una vez adquiridos en tanto mercancías, pasan a la jurisdicción de las usabilidades, o mejor dicho, son insertos en las economías del (valor de) uso. En situaciones extremadas, verbigracia la cuarentena general, ya los valores de cambio extendidos al campo de los valores sígnicos y a los valores simbólicos, son relegados a posiciones secundarias (en condiciones vitales, digamos, "normales" estos valores preponderan). Al ser así, nada más se puede contar con el objeto en tanto nos sirva para usarlo según esté vinculado con alguna arista del tiempo.

Estando la persona ante el objeto en el rigor de usarlo para resistir el transcurrir temporal, sabiéndolo -y es mejor que lo sepa- o no sabiéndolo, estará registrando un desgaste, no únicamente de la máquina o artefacto en uso (desgaste que es habitual en la cotidianidad de los consumos), sino, y esto viene a convertirse en el encuarentamiento en algo de descomunal importancia, en su aparato psíquico. Aparato que en la medida inexorable de que se vaya desgastando por el uso repetitivo, irá tornando a la persona en un factor humano vulnerable a los pathus mentales y conductuales con perniciosas repercusiones en su salud mental.

De modo que convertida la cuarentena social en una experiencia inédita para la mayoría de la población, y estando usted ahí (también yo estoy; para nada me excluyo) dentro de esa mayoría, es de meticulosa conveniencia que en las operaciones a realizar (división del trabajo mental) para obtener la óptima eficacia del uso del tiempo que tanto su aparato mental como el objeto a la disposición le otorgan, organice una tabla de actos prioritarios en los que usted extraiga el provecho espiritual y cognitivo que le sea posible conseguir.

Eso se conseguiría si de los actos prioritarios a efectuar, bien junto con los acompañantes de la experiencia (gente de la casa), bien en la ingrimitud de su expuesta alma, usted nota como de a poco sus fortalezas personales se van ampliando.
"Una mente ociosa -comentaba el economista tachirense Aldo Contreras por Viva la mañana de TRT del lunes 30/3/20 - más consume". Para evitar sumergirse en las acciones propias del consumo evasor de estar ingeriendo alimentos y bebidas por encima del nivel necesario de la emergencia, se hace insoslayable la actitud proactiva, radicalmente opuesta a la pasividad receptiva, cuando se estén ejecutando actividades recreativas. Por conocimiento ordinario estas actividades si no se les decodifican los contenidos lúdicos-instruccionales que portan, tienden a aburrir en términos medios. Aburrimiento evitable o disminuible, si la persona en cierto sentido se hace ducha en la "técnica de la fatiga". O sea, ducha en captarle a las acciones puestas en practica, los logros edificatorios que se vayan cristalizando en pro de combatir el cansancio latente que se esconde maléficamente en ella (en la persona).

En el propósito de que estemos enterados de la gravedad del tiempo por venir, ese "motivador de la vida" llamado Eduardo Rodríguez G. en su programa de Unión Radio/Canal IVC, el mismo lunes 30/3/20, puso en el aire estas acuciosas palabras en el contexto del Corona virus: "Iniciamos apenas el recorrido sin distancias definidas en camino de largo aliento", que espero ninguno de nosotros las tome a la ligera. Entre más admitamos que el asunto del virus es "bien apretado de verdad", y que si no nos conducimos en proporciones cónsonas en el enfrentamiento contra la totalidad de cosas que a su vez se sitúan en contra nuestra, no podremos emerger avantes en esta interesante epopeya que desde hace semanas libramos en el seno del hogar o en su defecto, en la solitud de nuestras habitaciones.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET