"DIOS, SEÑOR, PROTÉGEME DEL AGUA MANSA..."

 


"DIOS, SEÑOR, PROTÉGEME DEL AGUA MANSA...".


"...estamos condenados a la indiferencia".
JEAN BAUDRILLARD
(La transparencia del mal)

I
Se es indiferente ante alguien o algo bajo la delineación, bien de actitudes ex profeso, (deliberaciones propias de mentes con cierta superioridad criteriológica), o bien por la simple ignorancia. Esta última indiferencia resulta la más ejecutada, pues como la generalidad de las personas están ocupadas y (hasta) preocupadas por sus diversas particularidades, lo concerniente a eventos singulares (en el arte, en los deportes complejos, en la "alta política", en los intríngulis de las actividades ocultas, etc.), en términos prácticos, ni les va ni les viene. Siendo así el asunto, la gente portadora de anomalías, de perversiones y parafilias de cualquier tenor, obtiene un margen de maniobra ampliamente significativo para la consecución de sus más retorcidos propósitos. 

II
Ahora ¿qué es lo ignorado, lo no visto, lo invisibilizado, lo cual logra que la gente sea indiferente o se comporte como tal ante el Mal, pese a que nadie, en la superficialidad de la existencia mundana, quiere el Mal ni para sí ni para nadie? Conveniente es enterarse de que si el Mal, a través de su ejecutor, no alcanza los grados de indiferencia suficientes, el éxito de su objetivo no lo tiene garantizado, independientemente de lo pretendido (saquear el erario publico, introducir o extraer estupefacientes, acosar sexualmente, perpetrar estupros, etc.). De manera que el ejecutor de alguna variedad del Mal bajo ningún respecto puede activarse sin un Plan Maestro previamente elaborado y comprobado.

III
Desde luego, no es competencia de esta Página pormenorizar los logaritmos y perfiles de inteligencia que los ejecutores de malignidades puedan planear. Pero sí se desea aportar las ubicaciones estructurales para que las estrategias de acciones desprovistas de todo sentir humanitario, en la búsqueda de cumplir sus fines.
En el filme Niños de maíz -Génesis- (protagonizado por Billy Drago, 2011) el personaje de El Predicador le advierte a una ingenua pareja heterosexual esto:
"El Mal como todo lo que está en la naturaleza, también evoluciona". 
En esa perspectiva, obligatoriamente cierta, ya las individualidades malignas no les toca comportarse como sus otroras antepasados, quienes como delincuentes ubicables, como guerreros crueles, como practicantes de la magia negra, como caudillos sanguinarios, etc., eran percibidos con facilidad gracias a sus actos estrafalarios. Si esta gente se le compara con los Malos estratégicos de ahora, sin duda lucirán cual bebés de cuna.
Hay dos estructuras con las que el Mal cuenta para hacerse transparente, imperceptible y libre como el aire, que les permiten salirse con la suya. Veamos.

* La mansedumbre y
* El acceso a estatus y roles de Poder.

Desde la mansedumbre, envuelto de humildades, de gestos sencillos y de palabras simples, dichas éstas con una modulación llana, como si pusiera en cada una de ellas su bondadosa alma, el ejecutor del Mal se le acerca meticulosamente a la persona-víctima, convenciéndola, con alevosía, de que está ante un ser que le reconoce su importancia a la vez que se sabe por debajo de ella. La persona-víctima pudiera ser una ama de casa o pudiera ser el presidente del país. No importa. De a poco, en la medida en que el ejecutor del Mal luzca más subalterno, mucha más confianza le tendrá. ¡Cómo será de eficiente la maniobra de la mansedumbre que no ha habido alguien que ejerza algún elevado cargo en la organización social, que no haya sucumbido al influjo malévolo de los mansos seres que a diario le rodean. Estos mansos seres, demás esta decir, son unos expertos, unos especialistas, en el masajeo egológico de la vanidad de la persona-víctima.

La gente que aún en las tempranas edades de su alegre o triste vida, se va captando con tendencias comportamentales enrevesadas y muy distantes de la media normal de las conductas no-patológicas, procura en hacerse, o ir haciéndose, de los símbolos que el Poder tiene para seducir al género humano.
Esa gente sobresale a lo largo de la experiencia de vivir, en las formalidades de los estudios o de actividades industriales, artistas o deportivas, con la que de modo sostenido llega al ostentamiento de puestos relevantes con los correspondientes roles propios de esos puestos. Sabe, lo tiene bien internalizado, que con la investidura institucional (militar, académica, eclesiástica...), o con el éxito como superestrella del espectáculo (del deporte, del arte, de los medios de masa...) ya tiene la opción expedita de poner en escena las aberraciones y tendencias viciosas que le acompañaron en toda la historia vital. Pero para no llamar la atención, para no fallar un trazo en lo buscado, esta gente no olvida que sólo con desempeños humildes, aliñados con tratos horizontales y con visiones altruistas ante los demás que estiman por debajo de ellos en la escala social y profesional, tiene la posibilidad de realizar las fantasías que antes del cargo de mando o antes de ser superestrella, no pudo hacer efectivas.

Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 

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