DA RISA PERO SIN GANAS DE REÍRSE (VII)
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DA RISA PERO SIN GANAS DE REÍRSE (VII)
Hoy en día, merced a la incertidumbre y ambigüedad en que la gente común de todos los días desenvuelve sus días en la tierra, abundan las ofertas conocidas en la mercadotecnia del alma, como "Propuestas de auto-ayuda". Es decir, que si alguien padece de trastornos anímicos y sufrires existenciales por la amalgama de insuficiencias personales alojadas en el sistema de su mente y que lo conducen, inevitablemente y sin tregua, a las amarguras de haber nacido, entonces le queda la esperanza que un astrólogo, un gurú, e incluso, un libro maravilloso de auto-ayuda, le colabore en parte, mucha o poca, a que resuelva o por lo menos enfrente, su meollo personal. Hay un filme de corte humorístico llamado Escuela para idiotas (Metro-Goldwyn-Mayer, 2006), en donde el espectador tiene la oportunidad de ver a un pobre ser humano sufrido hasta el extremo de ponerse a llorar en la vía pública, porque, al no detentar una personalidad definida, competitiva y agresiva, todo aquel que lo trata, al darse cuenta de quien es, lo usa como cualquier trapo. Lo curioso es el oficio que tiene. Él se gana el pan de cada día como fiscal de tránsito, y pese a andar uniformado, nadie le respeta el uniforme. Resulta tan idiota que unos malandretes se lo quitan, teniendo que llegar en ropa interior al lugar donde tontamente trabaja. Un relacionado se compadece de su trágica vida y le recomienda hacer un Curso exclusivamente para gentecita estilo él. Decidido a cambiar su suerte se incribe y asiste a su primera clase. La asistencia de gente idiota llenó el aula, le digo. El personaje en cuestión estaba a gusto por estar en compañía de personas que por razones muy extrañas, habían caído en la peculiaridad de ser idiotas completos. O sea, nada les faltaba para calzar en tan despreciable rango. La pregunta inicial hecha por el instructor del curso, con la cual se presenta ante sus degenerados alumnos, es para que cualquiera de nosotros la piense varias veces, en lo referente a entender el raro fenómeno de la auto-ayuda. La pregunta se dio así: ¿Quiénes de ustedes han leído algún libro de auto-ayuda? Levanten la mano. Sin excepción, todos los presentes levantaron la mano. Ante esto, el instructor les hizo esta aclaración: Ustedes son tan idiotas que malgastan el dinero en libros de auto-ayuda, porque ignoran la cruda verdad: los idiotas no se pueden ayudar a sí mismos. Sería una incoherencia.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET