PASEOS EN EL REPOSO - 33
Lo performativo (no lo confunda con performático ligado con performance) es el fenómeno lingüístico mediante el cual un emisor, o usuario de una lengua, logra establecer una estrategia manipulatoria con el objetivo de engatusar, engañar o inclusive seducir al receptor del mensaje viciado, -y que me valga la redundancia- de performatividad.
Cuando John G. Austín se ocupó de hacerle una clasificatoria a las oraciones según la actitud del hablante ("actos pragmáticos del habla"), planteó, entre otras, las oraciones performativas, utilizadas cuando el hablante de una lengua busca dar una sensación de realidad a través del poder persuasivo de las palabras, por ofrecer éstas una realidad lingüística con tanta fuerza que son capaces de desplazar Lo real y colocarse en su lugar. Así, Lo real se hace lingüístico, o sea, se hace susceptible de ser objeto para colocarle al oyente una realidad estrictamente palabrística.
Si partimos de la base conceptual de que las oraciones performativas son aquellas elaboraciones gramaticales que de suyo no aportan ninguna información (o dato, o pista, o elemento...) objetivamente comprobable, tendremos como referencias emblemáticas emisores localizados en la pragmática comunicacional que van desde los actores políticos, religiosos y publicitarios hasta los manejadores de los discursos esotéricos e infusos, tales como adivinos, profetizadores, horoscopistas, brujos, etc., pasando, desde luego, por consultores sentimentales empíricos.
De esa nutrida gama de performativistas, tomemos el caso de los oráculos, concebidos como instrumentos usados por deidades para concederle señales, mediante un pitoniso, a alguien que necesita algún indicio para orientar su conducta próxima a seguir.
George Deverereux en su libro De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, cita el caso típico del oráculo que sólo dice las palabras que el necesitado de sus servicios quiere oír. Si usted vio el filme Matrix, recordará como la señora pitonisa le dice al personaje protagónico de la trama nada más lo que requiere escuchar para convencerse de que él no es lo que le han hecho creer que es.
En su libro Devereuux trae el autoengaño sufrido por el rey de Lidia merced al oráculo de Delfos. El rey de Lidia, Creso, le consulta al oráculo sobre quien saldría victorioso si él le hiciera la guerra a Ciro, rey de Persia. El oráculo en vez de aportar algún dato comprobable, performativiza la respuesta con este enunciado:
"Si luchas contra Persia destruirás un gran reino". Como Creso únicamente necesitaba oír eso, resuelto le hizo la guerra a Ciro en la cual salió derrotado. El oráculo no le engañó, déjeme acotarle, porque Creso en la acción bélica destruyó un gran reino, sí es verdad, sólo que ese gran reino era el suyo. Y el engaño se produjo porque el nombrado no le preguntó al oráculo a qué reino se estaba refiriendo. En ese orden, la inscripción del templo "Conócete a ti mismo" resulta altamente pertinente, puesto quien no sepa quien es tampoco sabrá qué preguntar con precisión en la consulta al oráculo. En estos menesteres se recomienda la humildad de lo que uno pueda ser para no correr el riesgo de asumirse como más sabihondo que la instancia a que se recurre.
Como resultado de que la gran mayoría de las personas, imbuidas por las exigencias de rapidez propias de los sistemas de vida cobijados por los utilitarismos e inmediatismos económico-productivos, transcurren sus raudas existencias muy distantes a las precisiones y las constataciones de envergaduras vitales, se da la tendencia, casi inevitable, a la ambigüedad, o si se prefiere, a los circunloquios de las engañifas verbales, con los que no se afirma nada porque ya no se da la necesidad de confirmar nada. Siendo de esta manera el asunto, lo performativo se convierte en un componente cotidiano de las comunicaciones humanas. Por ejemplo, Trump y sus voceros sostuvieron durante dos años (2019 y 2020) las expectativas políticas de la oposición extrema, a punta de declaraciones performativas. Constantemente se leía en titulares de prensa, por las RRSS o en boca del mismo Trump, frases como estas: "Venezuela está a punto de vivir grandes acontecimientos"; "Meterse con Guaidó es meterse conmigo"; "Venezuela es mi caso personal". También el mantra guadosiano fue performativo, al punto que aún se puede repetir puesto que no permite en su estructura falaz, ninguna comprobación en el espacio- tiempo.
La cotidiana vida está repleta de frases performativas jamás confirmables.
Los "ya vengo" de mucha gente que le dice a sus familiares cuando sale de sus casas y dura todo el día o gran parte de la noche y de la madrugada fuera. O el "Se lo juro" de alguien que recurre a esa simplura de la lengua buscando que se le crea. O "El antes y el después" de fotos de gente que fue fea y después fue bella. Era muy famoso un letrero en los tiempos en que los negocios o bodeguitas fiaban, donde se leía: "Hoy no le fío pero mañana sí".
Los revolucionarios, cualquiera sea la índole ideológica de la revolución que performativamente están implantando, a menudo recurren a expresiones que lejos de hacer constatable las "enormes realizaciones" que están cumpliendo, en términos estrictamente lingüísticos más bien las mitifican. Fíjese en estas anfibologías palabrísticas: "La revolución es algo que se construye todos los días"; "Estamos en la fase de hacerle la revolución a la revolución"; "La revolución termina en donde comienza la revolución".
Ciertos políticos han pasado a la historia por su performatividad extensa e intensa.
Fidel Castro en su participación de 1968 en la sede de la ONU, le prometió a la concurrencia que lo oiría que iba a ser lo posible por serle breve -cumpliendo con esto con el requisito de los performativos duchos- y le habló a la concurrencia durante 4 horas y 29 minutos. Eso no fue nada con lo que hizo el republicano Ted Cruz quien le habló a su auditorio 22 horas.
Ojalá esta sucinta exposición sirva para caer en cuenta que los embaucamientos e ilusionismos al que a diario muchos de nosotros caemos, se debe sobremanera a que no le percibimos al otro (sea este la pareja, el líder, la persona de confianza...) su intencionalidad, bien sea de engañarnos o bien sea de no comprometerse. Pudiera darse el caso que el propósito sea el de la burla como es el caso de un señor que saliendo de viaje desde Acarigua estado Portuguesa hasta ciudad Barinas, bajo el sol abrazador del mediodía del llano venezolano, le pregunta a la gente que le acompaña en el auto que él conduce, que si tiene sed. Toda la gente consintió que sí. Pero el señor no se detuvo en ninguno de los sitios de la vía para que sus acompañantes se refrigeraran hasta que llegó al destino.
Alguien, ya en la casa en que llegaron, le hace la observación de que para que preguntó si tenían sed si no se iba a parar en ninguna parte. El señor le aclaró que el preguntó era para saber si tenían sed. Que si alguien en el viaje le hubiera pedido que se parara en alguno de los tantos establecimientos de la vía para tomarse algo, él se hubiera detenido con mucho gusto.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET