LA LARGA SOMBRA DE LA OBVIEDAD
"...en una red es tan fácil conectarse como desconectarse...".
Zygmunt Bauman. Modernidad y ambivalencia.
obviar es una cosa y otra es obvio.
Cuando alguien usa la expresión ¡ *obvio*!, aunque toca el sentido de lo entendido por obvio, lo acerca, dentro del episodio del Habla, al uso del vocablo *perogrullada*. Tanto obvio como perogrullada tienen, al ser incluidos en la práctica comunicatoria, una elevada carga de despección, de desdén ante lo que se supone es algo obvio o una perogrullada. Perogrullada se usa a veces acompañada con la palabra "verdad " ("verdad de perogrullo") para más enfatizar la descalificación que merece eso a lo que se le endilga el vocablo. Debido a ello los hablantes se cuidan de introducir nimiedades de perogrullo, mientras que hoy, de repente, a cualquier hablante dentro de un cuadro de cierta confianza, se le puede decir, puesto que obedece a cierta moda en el lenguaje, ¡obvio!, y no siente que se le ofende o se le demerita, lo hablado, tanto como con perogrullo. Tan demasiado se usa ¡obvio! que cada vez pierde su valor significatorio originario, y pasa a ser tomada la expresión en calidad de muletilla o de salida lingüística impertinente.
Como dejé dicho, una cosa es obviar y otra es obvio. Pese a tener la misma raíz, cada uno de los dos términos, se orientó a dos campos semánticos bastantes alejados uno del otro, no obstante se les puede usar incorrectamente al emplearlos en las hablas particulares.
*Obviar* está en el orden del evitar, del alejarse y del apartar. Obviar un asunto, por ejemplo, es no tomarlo en cuenta, es evitarlo por alguna razón. Si alguien se siente obviado, en la acepción que estamos refiriendo, significa que está siendo ignorado. En este orden, para la gente sociable, resulta demasiado pesado, verse obviado por otros. De ahí el cuidado de cometer "errores de obviedad" ante un amigo o ante un grupo socialmente importante.
Con todo, la obviedad, su problemática inherente, no se queda ahí en lo comunicado. Su sombra alcanza al ser humano y a sus comportamientos extremos. Pongamos un ejemplo de comportamiento extremadamente obvio. Busquemos un perro que le ladra desde su verja enrejada a quienes caminando le pasan enfrente. El perro cada vez que ve un transeúnte, furibundo le ladra. Que si pudiera salir del enrejado, el pobre transeúnte se vería en apuros con ese animal obviamente disgustado por haberle pasado él enfrente de la verja. Igual sucede con un conductor que se enfurece con algún otro conductor que le hizo una maniobra con su automóvil y que no le gustó. Desde la ventana de su auto le lanza improperios (le "ladra") mostrando con el comportamiento verbal que se obvió, que no pudo procesar inteligentemente el error del otro conductor.
Así que cada vez que usted vea gente peleando de algún modo, reclamando altisonantemente a otro(s) en cualquier sitio, acabando vidrieras, quemando carros, llorar o gritar sin importarle o ver lo que está haciendo, usted, repito, tiene ante sus ojos gente que se obvia, que se hace obvia, como el perro del ejemplo, habida cuenta de que no está en la competencia psicológica y moral de limitarse en sus obviedades.
Obviar, lograr, pues, que alguien o muchos se obvie(n), constituye un ejercicio de influencia de algún Líder o de alguna medida política o económica de algún gobierno, que posibilitan el "obviamiento" propio de organismos salidos de control.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET
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