DA RISA PERO SIN GANAS DE REÍRSE (XIV)
● Me he abocado por semanas a configurar un perfil psicológico de los Bonobos, chimpancés de menor tamaño que los chimpancés más conocidos. Estos habitan al norte del kongo y los Bonobos al sur.
Las fuentes consultadas coinciden en que por su inteligencia, organización y sentimentalidad, no sólo son próximos a las personas humanas desarrolladas, sino que deberían tener derechos humanos por la elevada sensibilidad que ostentan, tanto que la organización social de sus vidas son superiores a la vida desorganizada de muchos países y de los seres humanos que habitan esos países.
En un documental que vi por Nat Geo Wild, se presentan a los Bonobos como seres altamente sociabilizadores, que usan la relación intersexual para limar asperezas entre ellos, que detectan debilidades de los otros para manipularlos y son despiadados con los miembros del grupo que se salen del comportamiento preestablecido por las figuras dominantes, las cuales son hembras altamente formadas para dirigir con especial sapiencia sus respectivas manadas.
En el documental es filmado un grupo de Bonobos persiguiendo un intruso, un leopardo que entró al territorio de ellos con la esperanza de cazar y depredar a alguna víctima para almorzar. Lo persiguieron ferozmente hasta que el sorprendido intruso salió del territorio. El intruso, aun saliendo del territorio bonobés, todavía corría sin mirar para atrás, y quizás haciéndose la promesa de que más nunca aparecería por ese lugar.
La voz en off del narrador (que, creo, es de la de Otto Salamanca), luego de que se presencia la colosal persecución, termina el documental con esta afirmación: "En realidad estos monos no andan con monerías".
● El autor de libros con títulos sugestivos como por ejemplo Cuando Kafka aún amaba a las mujeres y Breve historia de las libros prohibidos, también elaboró un Diccionario de las últimas palabras. Cuando vi el título supuse que era un esfuerzo lexicológico para presentar el inventario de palabras de recién aparición, ¡pero no!, el Diccionario remite a las últimas palabras expresadas por gente histórica transcendente en sus últimos momentos de lucidez ante de expirar. El autor es el escritor alemán Werner Fuld.
De los tantos personajes registrados está el revolucionario mexicano Pancho Villa, que como es sabido fue una persona sin formación académica y que aprendió a leer más o menos contando 20 años y estando en prisión.
De Pancho Villa, el escritor Fuld, describe:
"Cuando el revolucionario mexicano Pancho Villa fue herido mortalmente en 1923 en un atentado, rogaba, mientras se moría, a un periodista que no le dejase morir sin pronunciar palabras". Pero como Villa no decía nada, solo le solicitó al profesional de la prensa esta humilde cosa:
"Escriba usted que yo he dicho algo".
● Este diálogo es el extracto de un diálogo mucho más largo, ocurrido éste en la casita rural de un señor con 75 años y su linda madre de casi 93 años. Ella tuvo su muchacho apenas estaba recién casada.
La casita rural contaba con dos habitaciones-dormitorio, la salita de recibo, el baño y un espacio chiquitico para cocinar. Contaba además con dos ventanas. La de la cocina y la del recibo. Estuvo colocada la casita rural (estuvo, digo, porque he pasado por ahí y ya no la veo) a cinco metros de la carretera por donde circulan a altas velocidades, vehículos de todos los tamaños y en ambas direcciones.
La madre preparando el cafecito de la tarde, le dice al señor:
-Hijo, asómese a la ventana para ver si está lloviendo.
-El hijo, dejándose de ver las manos, se asoma. Ve a lo lejos, mira hacia arriba y no ve nada. Intrigado le notifica:
-No, mamá. No llueve. Más bien hay un sol muy fuerte.
La señora deja de atender el café colándose y se asoma a la ventana. Luego de observar con minuciosidad el entorno, le dice a su muchacho:
-Hijo, ¿usted se fijó bien?, porque por este lado de la casa llueve demasiado.
Ninguno de los dos hizo nada para comprobar la versión del otro, quizá por estar habituados, desde que entraron a la tercera edad, a no llevarse la contraria.
La señora terminó de preparar el café. Le llevó el café humeante al hijo con dos bolitas de pan integral, una para cada uno, y sin nombrar más la lluvia, prosiguieron con el familiar diálogo, ese diálogo que todos los días, con el mismo interés de siempre, comenzaban por la mañana y lo suspendían por la noche.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
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