EL SIMPLÓN GOCE DE MATAR AL PEOR ENEMIGO DE UNO
"Perdonar es liberar un prisionero y descubrir que el prisionero eres tú".
CLIVE STAPLES LEWIS (1898-1963).
"Muchos de nosotros cuando nos ponemos enfrente al espejo para vernos la cara, lo que en verdad estamos viendo es la cara de un enemigo. Y no de un enemigo cualquiera, sino la cara de nuestro peor enemigo".
AUTORÍA DESCONOCIDA.
El Perdón en su cualidad de ser una exclusividad de los humanos, desde tiempos inmemorables significa todo un tema.
De poco sirven en el plano de las espiritualidaes los enormes aportes que han legado sus "grandes Maestros", ya que los humanos, sin importar sin son unos salvajes, unos bárbaros o unos civilizados, en sus despliegues históricos, hacen sus vidas considerando el acto de perdonar como un logro espiritual demasiado difícil.
Este acto se agrava, porque en alguna forma y en algún grado, también el perdonar implica el autoperdón. Tan áspero es autoperdonarse, que perdonar a otro(s), comparativamente pareciera más fácil.
Hay personas que aunque no perdonen a alguien (amistad, familiar, pareja, jefe corporativo, docente...), haciendo esfuerzos psicológicos y almáticos, llegan a convivir o a mantener la interrelación con ese alguien. Debido a que la interrelación o la convivencia le genera al culpabilizador malestares y dezasones de tipo psíquico-moral, a la postre, se ve en la situación casi obligatoria de desculpabilizar al alguien que cierta vez culpabilizó por alguna cosa que tomó como una afrenta o como un deshonramiento a su persona.
Y le decía que perdonar a otro(s) pareciera más fácil que perdonarse a uno mismo dado a que hay casos donde el autoperdón es tan arduo, tan apretado, que el individuo prefiere morir antes que proseguir existiendo con el cargamento de culpas, aunque en ocasiones es una sola que le vale por mil culpas.
Ante esa(s) culpa(s) decide irreversiblemente hacer justicia con su propia mano, recurriendo a unas de las tantas modalidades habidas en el mercado para suicidarse. Que sea de utilidad suprema agregar que cuando una persona se mata, no lo hace contra sí misma. La acción la perpetra contra esa persona que tanto le hace daño lastimándola, la cual es la persona misma, mas como consecuencia nefasta del enceguecimiento de la(s) culpa(s) que arrastra, no percibe que se trata de su persona. Definitivamente, el poder de la(s) culpa(s) lo condujo a desdoblarse o a escindirse (minímamente) en dos; partida (mínimamente) en dos, la persona culpadora mata a la persona culpabilizada. Quizá el confuso suceso le permita morir en paz a una de las dos personas.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
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