PASEOS EN EL REPOSO - 16


PASEOS EN EL REPOSO - 16

Voy a meterme con el tema de la resiliencia, tema que pese a ser incorporado y usado relativamente reciente en el habla ordinaria, luce ya con señales de trillamiento.

Cuando en el habla, cuando en la experiencia comunicativa, un término luce trillado es porque se tiene como sabido. Como sobreentendido, inclusive. Al ser la "resiliencia" parte de los discursos dirigidos a la auto- ayuda, a la auto-estima, etc., inexorablemente su contenido útil en esa dirección, se irá desgastando tanto por el abuso que se hace de la término como por las distorsiones que su contenido va sufriendo.

En la tendencia a distorsionar la "resiliencia" está en asociarla a "resistencia", y como "resistencia" es un término de vieja data en el habla, la economía mental hace que el término nuevo, que en este caso es "resiliencia", tome o robe, los atributos contenidos en el término "resistencia". Algo parecido ocurrió con "asertividad". Los usuarios de la lengua la tienen igual o casi igual a "acertar". Al punto que se toma a alguien "asertivo" en calidad de alguien que "acierta" en sus cosas. Lo mismo le está acaeciendo a "resiliencia" con "resistencia". Ha comenzado a aceptarse que el "resiliente" es alguien "resistente"...Y no es así, déjeme decirle.

Todo aquel (o aquello) que es resiliente se supone que a su vez es resistente, mas no lo contrario. Ejemplifico, un equipo contendiente en el fútbol está obligado a resistir el tiempo reglamentario, aunque el marcador esté en su contra y con una diferencia de goles abrumadora (supóngase 5 a 1 con 7 minutos para que se cumpla el minuto 90 del encuentro), El equipo perdedor sin duda resistirá, sin que tal resistencia tenga nada de resiliencia. Otro tanto parecido le ocurre al habitante promedio de países acontecidos tipo Venezuela. Puede el habitante promedio venezolano resistir la intemperie de la descomunal situación psico-socio-económica derivada por los estragos de la ausencia de políticas pragmáticas e inteligentes, pero el hecho de que resista no significa que tal habitante sea resiliente. A menudo, ya en el hábito de responder en el saludo cómo se está, ya muchas personas en vez de decir "estoy bien" o "estoy aquí, regular(cito)", suele decir en cambio: "estoy aquí, 'aguantando la pela' ".

Si fuese, pues, por "aguantar la pela", por "resistir" hasta que "la pobre vida se acabe", la interminable cantidad de habitantes de los ahora "territorios de sobrevivencia" (llamados aún "países" por extensión del concepto), serían colocables en el rango de "grandes ejemplos ínclitos" en los derroteros de la resiliencia. Lamentablemente los habitantes de estos territorios sólo encajan en el rango de la resistencia a secas.

Ahora, ¿cuándo se es resiliente? ¿Cuándo el ser humano le introyecta cualidades resilientes a su aparato psíquico o a su personalidad toda? Veamos.

Para darnos una idea de resiliencia se hace ineludible extraer la idea de origen proveniente de los materiales resilientes los cuales ante un impacto del exterior poseen la elasticidad necesaria que no obstante deformarse por el golpe recibido, al cesar el impacto o desaparecer la causa, vuelven a recobrar su forma. Casos como esto pueden abundar en el espectro de esos materiales. Los casos más a la mano que tenemos en el espectro de objetos que pertenecen a nuestras rutinas, encontramos los resortes y los amortiguadores. Para que esa cualidad resiliente sea más o menos incorporada a las herramientas conductuales de las personas en sus quehaceres, resulta bastante difícil pretenderlo, dada la proclividad humana a desanimarse ante cualquier adversidad compleja de dificultoso enfrentamiento.

Por lo atrinca, por lo cuesta arriba, por la envergadura del propósito de hacerse en algún grado resiliente, ante las vicisitudes de un mundo áspero en muchos aspectos, sobre todo en esos aspectos vitales en donde toca "poner la carne en el asador", se hace de suma obligatoriedad hacernos resilientes. Sin embargo aunque hayan sido los materiales resilientes los que hayan inspirados la idea, debemos de saber de antemano que la resiliencia humana nunca será ni igual ni parecida siquiera a la resiliencia natural. Será un producto, en todo caso, de las preparaciones educativas, formales (escuela) e informales (entorno social inmediato y mediato) que recibamos en el trajín diario de nuestra propia formación.
En la próxima entrega de esta Página seguiré hundiéndome en el espesor de la idea de la resiliencia.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 



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