EL INCONVENIENTE (IMPRODUCTIVO) DE SER TÍMIDO
"Estaba tan cansado de todo el mundo que me daba miedo que alguien me viese"
Klima, personaje de La despedida. Novela de Milan Kundera.
Si hay alguien que le teme a un "NO", es la persona tímida.
Siendo el tímido dentro de su mundología íntima muy distinto a lo que someramente se cree de él por la aspectualidad habitualmente apocada que registra, no tolera un "no" porque esa palabra, esa corta expresión, contentiva de una negación, a veces rotunda, en su personalidad temerosa, alcanzaría un peso insoportable que él como tímido la evita a como dé lugar. Siendo así, por no oír un hipotético "no" de la dama de quien gusta, por ejemplo, no se atreve a nada ante ella y sin quererlo se comporta hasta torpe ante ella. Ella, viéndolo tan cortado no le queda más remedio que disculparlo etiquetándolo como "tímido". Otro tanto semejante, siguiendo con los ejemplos, le ocurre con la búsqueda de trabajo. Presentarse en una empresa como demandante de empleo, le resulta cuesta arriba. Si va a buscar trabajo, de inmediato por las señales que regala, le endilgan el san Benito de "tímido".
¿Y por qué esa miedosidad espeluznante a un probable "no"? Bueno, simplemente porque nuestro personaje en su fuero interno adolece por la medida chiquita, del complejo del emperador quien como tal, en medio de su magnanimidad, entre otras cosas, no admite a que se le diga que no. Un "no" al emperador, al tirano, al jefe supremo de algo, sería terrible para su elevada autoestima. Al respecto, y con esto termino esta parte, le cito lo observado por una de las grandes autoridades en la lucha contra la timidez, el estadista nipón del siglo XII Yoritomo Tashi. Dice el estadista, refiriéndose al tímido: "El culto hacia sí misma en la persona tímida se le convierte en una Deidad cuyo altar está en su corazón". O sea, que considerar al tímido en el rango de idólatra de sí mismo, no sería una exageración.
Siendo la timidez ubicable en la amplia esfera de los arquetipos del temor, no sería un asunto de importancia para la vida económico-material, si sus secuelas no traspasaran los parámetros de su intrincada psicología. Esto es, si las consecuencias de su alma estrecha (y estrechada) sólo fueran motivo para que los profesionales de la conducta privada, se ocuparan de ella.
Empero no resulta así de fácil, habida cuenta de que la timidez, al apoderarse de una persona, la incide, la sacude de tal manera, que todo lo concerniente a la producción -desde el trabajo escolar, pasando por los juegos hasta las labores remunerativas- se ve afectado.
Fíjese usted lo implicado en el paquete psicogénico del tímido.
De entrada, alguien intimidizado, alguien penetrado por las oscurantistas fuerzas del temor en grado superlativo, le ocurren a su interno una totalidad de variables movilizadas en dirección negativa en su contra. La confianza se le contrae. Contraída la confianza que es la base para erigir el comportamiento orientado a la consecusión de fines, se eleva la curva de la inseguridad. Los niveles de inseguridad traen por su lado, un acumulamiento de vacilaciones, las cuales, y de modo inminente, le generan al sujeto incertezas, que aunque no lo quiera -nadie quiere eso para sí mismo- a su vez le aumenta la cantidad de desconcentración en lo que va a hacer o se esté haciendo. Tomándola como una línea, la desconcentración se proyectará sin control alguno. Y como es sabido, en ninguna actividad por realizar se le permite al sujeto que la llevará a cabo, que esté desconcentrado.
Debido a eso, a esa incapacidad e incompetencia que la timidez trae consigo, unas sociedades milenarias como la japonesa y la coreana, no sólo no acepta, apreciándola mal, a la gente que sufre de la fobia social llamada _taijin_ _kyofusho_ , (sonrojarse, temblar, tartamudear...) sino que se cuida de experimentarla ante los demás porque eso sería faltarle el respeto. Desde pequeños los japoneses y coreanos son preparados por los adultos para que no luzcan societalmente inhibidos. Logrando combatir la inhibición indudablemente se garantizan la aceptación en los grupos y en el universo de los trabajos.
El coreano y el japonés, y ojalá nosotros también, asumen de que se es tímido en la medida que no construimos en nuestro interior ideas y sentimientos edificantes.
Ílmer Montana.
Pregado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET
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