HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA

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HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA

HUIR DEL OASIS DE LA POBREZA


"Pobre del pobre que vive soñando un cielo".
(Fragmento de una canción de Fernando Villalona).

Cuando alguien se retira de una empresa (o de un país) en donde no gozaba de buena remuneración económica por la prestación de sus labores, entre otras precariedades, no debe creer ni decir(se) que renunció. Nada más lejos. Renunciamos a lo estimado bueno, a lo considerado una alternativa excelente. Ante eso, el sujeto establece la renuncia obedeciendo al rigor del principio de oportunidad (o costo de oportunidad). Empero, la renuncia no ha lugar si se trata de algo que no vale la pena. A veces, en situaciones sentimentales, ocurre otro tanto. Si la persona a la que valorizamos, respetamos y amamos, debemos, obedeciendo a causales poderosas, dejarla, ahí también aplica perfectamente el término renuncia. Si en cambio decidimos dejar a alguien porque es un ser bochornable e invivible, sin duda no estaríamos renunciando a ella ni a nada de ella. En ese caso, por el contrario, estaríamos huyéndole, como huyen, sin mirar atrás, contingentes humanos de esos países acunadores de conflictos insalvables. Igual ocurre con algún miembro de esas familias disfuncionales, quien cansado de los pleitos entre sus integrantes, se marcha una buena mañanita, sin despedirse de nadie, para no volver jamás a convivir con semejantes seres humanos que por esas cosas del destino, son sus familiares.

Querer escapar de un oasis, de un paraíso, de un sitio gobernado por lo real-maravilloso (realismo-mágico), es muy difícil de aceptar de primera mano. Sin embargo la acción escapista o la necesidad de huir de sitios paradisíacos, se hace perentoria si alguien dentro de ese contexto descubre -o va descubriendo- que permanecer en el supuesto oasis tiene un costo de oportunidad muy alto si se quedara.
Específico. Supongamos un país-oásico (o paradisíaco). Supongamos que ese país reúne tal rango porque la mayoría humana preponderante no respeta las señales de tránsito, la informalidad en las actividades es notoria, la evasión de impuestos es tolerada, el sistema de justicia garantiza en más del 50% la impunidad, etc., Una persona que quisiera aprovechar su existencia terrenal brindándose una oportunidad real de ser ciudadano (con deberes y derechos bien estatuidos), preferiría, en pos del objetivo, ir a vivir en el infierno de las leyes de un país serio a quedarse en el bochinchismo civil del paraíso de semejante país. En esa visión ética el animador venezolano Raúl González Reyes en entrevista con Shirley Varnagi (Ven plus, 15/12/19) confesó que la idea de irse de Venezuela le vino cuando en 1992 vio la imagen televisiva de una tanqueta militar destruyendo un portón para entrar. Esa imagen -confesó el animador residenciado en Miami- le trastocó su escalas de valores morales. De ahí arrancó para donde ahora es un ciudadano. Lavó hasta baños en su experiencia primera en su nuevo país -contó-, mas la imagen de libertinaje absoluto de la irrespetuosa tanqueta, le impedía regresar.

Me falta concretar la idea básica de este planteamiento. Concretar el porqué la pobreza es un oasis. O si se prefiere, un estado mental paradisíaco. Déjeme decirle que lo contrario no sólo también lo es, además colinda con lo orgiástico.
En el marco de las excusas sobresale con mucho este leitmotiv: "Es que yo soy pobre". Cuántas veces no hemos oído que alguna persona se autodefiende previamente para no hacer tal o cual cuestión porque antepone ante la acción que debiera efectuar su condición de pobre. Aparte de ser excusa se convierte en una especie de suprarazón, puesto que el sujeto utilizador del recurso mental "es que yo soy pobre", quisiera ser entendido y justificado de la misma forma como él lo hace. Si no ocurre eso, se siente incomprendido. La gente que lo oye y lo trata, para no verlo tan mal, termina dándole la razón. La pobreza para él se le convierte en su escudo pétreo para que nadie lo moleste en el paraíso excusológico en el cual vive y muere. 
Es muy común en el mundillo estudiantil, los estudiantes que se privan de una cantidad de obligaciones (contactarse con los libros, participar en seminarios, intervenir en clases...) porque la pobreza en tanto valor útil (útil para ellos solos, ¡claro!), les impide acceder a la esfera humana de aumentarse cualitativamente como personas.

Extraer una persona del oasis mental en que se extasía, de verdad es una tarea idiota. El oasis de pobreza íntimo con el que una persona conforta su existencia, sobremanera resulta dificilísimo desbaratar. Son muy pocos aquellos que pueden influir en el propósito de hacerle notar al poseedor de ese substrato psíquico, de que es obligatorio en el avance humano, hacerle la lucha contraria. Y que esa lucha - una lucha de cara a la muerte o a la vida- nada más la puede librar la persona misma desde ella misma, siempre y cuando capte el proceso imbecilizador que experimentará mientras siga siendo el huésped especial del oasis aniquilador alojado en el sistema de su mente.

Enseguida haré varias puntualizaciones en la búsqueda de lograr la máxima inteligibilidad en las consideraciones manejadas.
La noción acerca de la pobreza varía relativizadamente según se le destaquen sus rasgos fundamentales. En arreglo a buscar un rasgo definidor del tema del pobre y de sus oasis mentales alternativos de los cuales se niega a huir por la comodidad (no necesitar pensar y resolver) que la pobreza le asegura, se podría aseverar que un país, una unidad familiar o un sujeto individual, actúa bajo la férula de la pobredumbre en la medida que no genera ni despliega ideas, estrategias y procesos para aprovechar los recursos de algún tipo que pudiera, si no actuara pobremente, tener a su disposición. Así, no todos podemos ser pobres. Para calificar en ese rango se hace imprescindible tener (tener dinero, dotes, ingresos monetarios...). Un mendigo callejero en esta visualización no se le puede estimar como pobre (grandes guías espirituales y grandes filósofos del cinismo practicaron la mendicidad sin ser pobres). El mendigo entraría en el rango, si de repente, imaginemos, hereda una fortuna e ignorándole la oportunidad de invertirla y ampliarla en alguna escala económica reproductiva, la dilapida por ahí sin son ni ton. Cuánta gente no hay que en la villa terrestre que pese a sus altos ingresos económicos, al paso de los años uno ve que continúan padeciendo, o mejor, gozando, de la misma miseria almática de siempre. Ni sus vocabularios, ni sus hábitos alimenticios, ni sus gustos musicales, etc. registran la más mínima evolución en lo cultural, en lo estético y en lo intelectual. El gran psicólogo clínico venezolano Manuel Barroso, (en su libro Autoestima. Ecología o catástrofe) en la década de los 90', denominó a tan curioso fenómeno como "marginalidad mental". Atrapadas en esta tramoya prodigiosa de imposibilitismos marginales de los aparatos mentales, muchas naciones de los últimos mundos socioeconómicos, transcurren sus existencias patrias repletas de carencias, no obstante teniendo ingentes probabilidades de vivir mejor si decidieran emigrar del oasis en que sus mentes cómodamente dormitan.

Se ha hecho menester referir la Biblia hablando de pobrezas y riquezas, en los entornos de un planeta tomado como emporio benéfico para cualquier actividad productiva, haciendo que la riqueza y la pobreza se perciban en el orden de lo asombroso por contraponerse a lo benéfico del planeta.
Ya la demagogia político-partidista populista le echó mano a los pasajes bíblicos en pos de sublimar la condición del pobre, donde se presenta a Dios como un Dios de pobres. Donde los pobres heredarán la tierra y los "pobres ricos" serán excluidos, por servir al dinero, del Reino Divino. Sin embargo, en esa misma Biblia -que sirve para todo- nos obsequia citas contrarias a esas apreciaciones pro-pobrezas. ¿Ejemplos? Sí, sí hay. Hay en el Nuevo y Viejo testamentos citas en que la gente que tiene riquezas no queda tan mal parada. Veamos.
En Génesis (13:2) Abram (luego se le llama Abraham) es descrito en calidad no de "rico" sino de "riquísimo en ganado, en oro y plata". Es más. En muchos versículos del Antiguo Testamento leemos como el Dios de Israel habla con hombres pudientes, indicándoles las formas de administrar sus propiedades y de cómo tratar y liberar a sus siervos y criados. En el Nuevo Testamento leemos en Juan (tercera epístola): "Amado, yo deseo que tú seas próspero en todas las cosas". Esta noción se ratifica en el Apocalipsis (21:7). Allí leemos: "El que venciere, poseerá todas las cosas". Max Weber en su libro sociológico Ética protestante y espíritu del capitalismo, siguiéndole la pista al fenómeno de los bienestares derivados de la riqueza, arguye que la diferencia entre las sectas protestantes y los no-protestantes, radica en la concepción del acto de trabajar. Para un protestante el trabajo, el éxito emanado de él, significa la aprobación de Dios. Que mientras mejor le vaya trabajando más Dios lo acompañará. Letras de canciones hechas en América Latina para el consumo interno de los latinoamericanos en cambio, son adversas a esta concepción del trabajo de los cultos protestantes. Pongamos tres versos para captar la diferencia: "Arrastrar la larga cadena. Trabajar sin tregua y sin fin. Es lo mismo que una condena que ninguno puede eludir" (La canción del trabajo). "A mí me llaman el negrito del Batey porque el trabajo para mi es un enemigo. El trabajo se lo dejo todo al buey por el trabajo lo hizo Dios como castigo" (El negrito del Batey) y "Si yo fuera rico no tendría que trabajar" (bis de la versión castellana del Violinista sobre el tejado).

Científicamente el concepto pobreza está constelado por aristas variopintas, de las que sobresalen aquellas que ponen el foco en lo ético y lo psicológico. O sea, que lo actitudinal asumido y lo comportamental observable, constituyen las referencias objetivas con las que mejor se hace constatable el complejo asunto de la pobreza. Esta apreciación delimita el asunto no tanto a las condiciones socioeconómicas trabajadas por las ciencias sociales. Éstas suelen abordar el fenómeno de marras por la vía del establecimiento del constructo operativo denominado "líneas de pobreza" (o recursos metodológicos afines) que le sirve a los cientistas sociales para describir y situar a los pobres según se acerquen o se alejen de las líneas de pobreza preestablecidas por ellos. Pero en el espectro de las ciencias de la conducta hallamos referentes de más amplia envergadura, habida cuenta de que tocan aspectos implicadores de variables que con más cabalidad cubren la explicación del fenómeno. 
La pobreza, por encima de cualquier conjetura o hipótesis, es una fiel expresión de que hay un Poder instalado bajo el carácter de status quo que la origina y la reitera psico-socio-económicamente. Y para garantizarse la influencia dominante sobre los pobres, el Poder instalado necesita controlar no tanto el alma y el cuerpo de la gente carente (de algo o de todo), sino -y en este renglón se juega su suerte en la historia de su Poder- el control (y la consiguiente manipulación) de sus conductas (mentales, verbales y comportamentales).
Vista la pobreza operativamente no tanto como una condición surgida de la estructura económica y de las relaciones de producción que en esa estructura se cumplen, sino como una actitud y conducta proclives a hacerla tangible, se hace más fácil, más sencillada, su explicación comprensiva y sus posibles abordajes en vías de enfrentarla solucionarla.

El precepto "No basta con ser rico. Además hay que comportarse como rico" es trasladable al ser y a la conducta de los pobres. Leamos la meticulosa observación de Karl Marx (en Contribución a la crítica de la economía política): "El hambre es hambre, pero el hambre que se satisface con carne cocida, comida con cuchillo y tenedor, es un hambre muy distinta de la del que devora carne cruda con ayuda de manos, uñas y dientes". En una hambre alguien acusa una conducta no de pobre. Entre tanto la otra hambre se sacia en la cuadricula de la carencia que empobrece a quien devora el alimento. En una saciedad hay reglas, determinado preorden respetable. En otra el hambre, el comer, se realiza en la esplendidez herbolaria -casi hiperbórea- de seres propios de los paraísos en donde, como hemos sostenido, se hace lo que viene en gana. Si uno de los dos hambrientos necesitara, de suyo, no lucir pobre (con mentalidad de náufrago), aun fuese mucha su premura de comer, esperaría buscar los cubiertos. Mas como es pobre, la comodidad mental en la que se desenvuelve roñosamente, le ha impedido hacerse de utensilios propicios. Y cada vez que come, come como pobre por ser un huésped plácido de la burbuja paradisíaca de la que jamás, en tanto se reproduzca en la pobreza, podrá renunciar.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


LA LÓGICA DE LA MISERIA

LA LÓGICA DE LA MISERIA

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LA LÓGICA DE LA MISERIA

LA LÓGICA DE LA MISERIA


"YO NO NACÍ PA' POBRE; ME GUSTA TODO LO BUENO".
JOSÉ ALFREDO JIMÉNEZ (DE LA CANCIÓN TÚ Y LAS NUBES).

Cualquiera sea la referencia de la pobreza nos remite a una lógica explicativa. El "yo soy pobre pero honrado" explicita una supuesta naturaleza del ser configurado pobre. El pobre, por fuerza, por su pobreza, no puede practicar la honradez. El refrán recordado escatima la excepción de alguien en su aclaratoria escapada de la lógica estatuida: el pobre y la honradez no se toman la mano. Ambos se excluyen entre sí.

Hay un refrán pedantesco nombrando la pobreza. Es este: "Yo tengo dos defectos. Que aparte de ser pobre soy exigente". En términos de construcción de la idea es un oxímoron pues genera un nuevo sentido a la cualidad. Ser pobre es un defecto. Este defecto se remarca peor sí siendo pobre también se es exigente. Todo pobre lo es porque carece de exigencias. El buen pobre alcanza perfectamente el molde ideal hecho exclusivamente para él, si no exige. Si sabe o acepta la pobreza como la condición natural para no exigir. Un mal pobre, en este orden, sería un pobre exigente. Si ya como pobre es mal aceptado. Como pobre exigente sería, en la lógica que lo miserabiliza, un sujeto invivible e insoportable. La gente pudiente no podría aceptárselo. La exigencia se hizo para ella. Para los contrarios al pobre.

Las superpotencias mundiales, buscando ilustrar la acertividad de la idea expuesta, se sientan a negociar con los países pobres, en tanto y cuanto los representantes de esos países se comporten, en el acuerdo, como buenos pobres. Es decir, cualquier exigencia fuera de tono la echan a un lado para que el acuerdo con la superpotencia mundial se dé. Si no fuera así, si los representantes de los países pobres, exigieran, se dieran a respetar ante el superpoder, los acuerdos serían instrumentos societarios para que el país pobre dejara de serlo. Mas ocurre lo contrario. Por más acuerdos, alianzas, pactos e interrelaciones entre países pobres y superpotencias, se convierten en mecanismos reproductores de las debilidades y carencias propias de la pobreza social de los países no-ricos. Por ejemplo Venezuela. Desde el siglo pasado (años veinte) está lidiando con grandes transnacionales petroleras y el resultado no ha cambiado su mísera realidad de país con economía primaria-exportadora.

En el terreno discursivo el pobre (pobre colectivo o pobre personalizado), se le presenta como víctima. Los demagogos en sucesivos tiempos históricos, cuando arengan a la población pobre, la victimizan haciéndolo ver, mediante la retórica, como sujeto de una implacable explotación. Eso se lo vende una vez una generación de demagogos en un tiempo 1. Y transcurrido otro tiempo, otros demagogos le dirán lo mismo al colectivo pobre, y los demagogos discursivos, no habiéndolo sacado del papel de víctima, le reitera una vez más, un compromiso no cumplible a la larga de librarlo de pobreza, por la sencillísima razón de que los demagogos también son unos pobres con las mismas condiciones pobreriles, las cuales les impiden sacar al colectivo de sus misérrimas situaciones vitales, tornándose ellos muchas veces sin saberlo conscientemente, en vehiculizadores de nuevas pobrezas.

Probablemente previendo la impotencia y la ineptocracia de los "tocados por la historia" (llámese líder salvacionista, movimientos liberadores, instituciones humanitarias, democracias populares...) para "combatir" la pobreza terrena, Jesús de Nazaret se atrevió a anunciar esta peculiariadad: "Siempre tendréis los pobres con vosotros" (Marcos 14:7). Esta peculiaridad del Nazareno anunciada hace más de 2000 años -sin referirnos a los pobres de los tiempos antes de la era cristiana- devino más que una profecía, en una suerte de constante sociológica, pues la cual, en su tal perspectiva de constante, se ha constituido, sin importar la índole del sistema socioeconómico instaurado en las distintas sociedades, en el producto resultante de los procesos y las acciones humanas que se realizan en el despliegue material y no-material de la vida social total del sistema socioeconómico, sin importar, digo otra vez, su índole.

Con lo dicho hasta acá, entonces ¿qué es la miseria a todas estas?

Eludiendo el rocambolismo de las definiciones, puedo decir en cambio que la única miseria habida es la miseria humana. Aparte de la existencia humana no hay ningún ser biológico capacitado para miserabilizarse bajo ningún respecto. Es debido a los imposibilitismos, las colmataciones, las desventuras, las incompletudes, e inclusive, los triunfos personales no asimilados, inherentes a la rutina del vivir en este mundo signado -pertinente sea recordarlo- por escisiones básicas (familiares, amorosas, económicas...) que la miseria puede enquistarse.

Por haberse convertido la pobreza en un fenómeno persistente. Por no haber habido en la historia ningún Modo de Vida que no haya estructuralmente reiterado e incrementado el fenómeno, la pobreza devino en tema de estudio y unidad de análisis científico. Y dentro de esta línea, la miseria, el concepto derivado de su naturaleza, resulta muy útil para poder elaborar y poder trabajar teórica y empíricamente contra ese fenómeno que para la historia de los derroteros humanos, se nos aparece como irreductible...Casi como una maldición emanada de la Biblia.

Pero ¿por qué la conceptualización de la miseria nos podría dar una ayuda para entender y abordar la pobreza?

Hagamos el intento de satisfacer la interrogante.

La miseria, el concepto relativo a su esencialidad, sí es verdad que pudiera ser empleado como sinónimo de pobreza. En esta acepción, miseria implicaría escasez extrema, inopia desgarradora, ausencia al máximo de algún grado de bienestar. Igual, desde luego a la pobreza. Sin embargo, en otra acepción de mayor alcance de ideas, la miseria nos remite a los entes humanos (clase social pudiente, el partido gobernante, entidades dadoras de dádivas...) generadores, pese (o debido) al Poder detentado, de carestías y privaciones radicales. Sin duda esta última miseria es una miseria distante con mucho, a la miseria sinónimo de pobreza. Una miseria es estar atenazado de estrecheces fundamentales, y la otra miseria es crear miseria para, por ejemplo, sostener un statu quo. En esa realidad de la miserabilidad, unos son miserabilizados y otros son miserabilizadores. Al darse esto, inevitablemente arroja una lógica.

Configurada en lógica la miseria opera en ambos lados. En el lado de los carentes y en lado de los prolíficos de excesos. Para estos últimos la lógica les es funcional porque al lograr que el lado opuesto, el de los necesitantes, acepte la pobredumbre en la que sub-viven, éstos no único sub-vivirán -este detalle podría ser secundario en la macabra lógica-, sino que al admitirla, estarán sellando su debilidad como componente social.

De forma que esos discursos miserológicos emanados de los gobernantes prestos a tomar el Poder (Luis Herrera Campins en Venezuela ofreció en 1979 hacer "El gobierno de los pobres". Alberto Fernández en Argentina hizo lo suyo el 10/12/12, cuando en su discurso de Toma de posesión dijo que en su gobierno "Los pobres serían los únicos privilegiados" El partido MAS venezolano se inició electoralmente en 1973 con el eslogan increíble: "En el socialismo los pobres serán poder". Hay más casos pero los obvio por razones de espacio y tiempo) no son más que los instrumentos palmarios con que se valen las personas del Poder para dirigirse verticalmente (de arriba hacia abajo) a esos seres humanos sumidos en el barro movedizo de las precariedades.

La presente exposición quedaría incompleta si dejara sobreentendido los fundamentos operativos de la lógica de la miseria.

La lógica aplica en tres grandes esferas antropológicas. La económica, la sociológica y la espiritual-simbólica. 

Los representantes del Dominio saben -deben saberlo, pues para eso cuentan con la asesoría de sus economistas y de sus psicólogos sociales- que los pobres discurren sus existencias económicas obedeciendo a lo que denominó G. M. Foster en 1965 "El principio del bien limitado". Esto es, los pobres no les gusta destacar con algún objeto o con alguna persona que los ponga por arriba de sus congéneres. Un ejemplo está con la "muchacha de barrio" que tiene un novio foráneo al barrio y de cierta posición económica por encima de la de su sector. Si lo tiene, aunque lo vea a escondidas, debe soportar las murmuraciones de sus vecinos que no toleran el supuesto avance que esa relación supondría para ella. Otro ejemplo se da en esos miembros de equipos estudiantiles de bajo rendimiento académico. Ninguno de sus miembros se atrevería a procurar y a conseguir una alta calificación por no verse diferente al resto. El "bien limitado" en otras palabras, viene a representarle al pobre, esa moral con la que justifica y defiende su conducta antieconómica de no pretender nada que no sea lo básico aceptado. Cuando constitucionalmente en Venezuela se plantea como un derecho que el salario básico debe ser igual al monto de la cesta básica normativa, se puede tomar dentro de este principio legitimador de lo común-básico.

La pobreza no es nada más una realidad constatable. También en su devenir va generando la pobrería una serie de valores que diseñan una cultura que le es propia. El antropólogo estadounidense Oscar Lewis la identifica así : "Los seres humanos en la cultura de la pobreza son provincianos, viven en función de su ambiente inmediato y poseen un escaso sentido histórico. Quienes viven en esa cultura -observa Lewis- producen muy poca riqueza y reciben muy poco a cambio". No es tan difícil comprobar estas apreciaciones si ubicamos las "villas miserias", las chabolas, las favelas y los "cerros ranchificados" de las ciudades latinoamericanas en el contexto de la cultura susodicha. Cuando el Estado de los países latinoamericanos permite que un hombre pobre proveniente del campo con toda su familia, construya una barraca en un sitio visible, urbanamente hablando, supongamos en una colina, debajo de viaductos, al lado de autopistas, etcétera, deja claro que para él (el estado) ese hombre no es importante. Tampoco le importa la colina, la ecología, ni la buena vista urbana. Lo que le interesa, como instrumento de dominación, es que el señor con su familia, se integre concisamente a la cultura de pobre que lo espera con los brazos abiertos.

Finalmente tenemos el aspecto espiritual-simbólico. Este renglón se torna muy delicado en la perspectiva que todo lo tocante a Dios se respeta y no se discute. Pero la pretensión de esta breve exposición es extraer de la concepción religiosa imperante, de que ellas sirven de correas transmisoras de la noción de Dios afín a la lógica de la miseria, al colocar en el "consciente colectivo" de que Dios (y su reino) es un "Dios de pobres" (el budismo -valga agregar- como religión imparte la convicción de que los menesterosos de este mundo lo son para pagar karmas de existencias pasadas). En esta visualización acerca de Dios se completa el uso de la lógica en cuestión, puesto que se le confiere por la vía espiritual, una exaltación sublime a esa triste realidad terrenal llamada pobreza.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


PERO...¿HABRÁ REALIDAD?

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PERO...¿HABRÁ REALIDAD?


PERO...¿HABRÁ REALIDAD?


"...lo real como tal..., parece del orden de eso de lo que uno no puede servirse, lo que no es instrumento...esta brecha entre lo real como tal y el instrumento hace que para nosotros..., la relación subjetiva con lo real sea más bien un embrollo".

Jacques-Alain Miller (Psicoanalista).


A la pregunta "¿habrá realidad?" le pueden salir varias respuestas. Una podría expresarse así: No es que dudemos de la realidad. Lo que entra en discusión proviene de la idea que la presenta civilizacionalmente como una referencia que pertenece a la jurisdicción de lo escabroso e inextricable. Montado en esa cresta, el escritor inglés Oscar Wilde en un prefacio de una de sus obras dice esto, tipo advertencia: "Aquellos que busquen ir más allá de las superficies de las apariencias, lo estarán haciendo bajo su propio riesgo". Resulta insensato, pues, animarse a desentrañar cosas que podrían conducir a enrevesamientos difíciles de hacerles frente.

Si hubiera la exigencia de buscarle palabras antónimas a la palabra realidad, no dejaría de ser embarazoso conseguir una radicalmente opuesta, habida cuenta de que las que están más a la mano, en un sentido de meticulosa inferencia, también podrían tomarse como realidades. Cito algunas: imaginario, fantasía, simulación, apariencia, irrealidad, sub-realidad, etc. Cada una de estas palabras (y otras que faltó nombrar) supone esfuerzos intelectuales si se buscara desentrañarlas en la realidad teórica que le es inherente. Por ej, si escogemos "apariencia" como palabra antagónica a la "realidad", el antagonismo supuesto desaparecería al precisar que toda realidad abordable metodológicamente hablando, posee una apariencia, un velo de aspectualidad que nos obliga a referirlo en la perspectiva indagativa, si queremos avanzar en la esencia de la "realidad" encubierta a través de la realidad primaria de las formas. Igual ocurriría con las otras palabras nombradas, las cuales, por antagonizar con una realidad, de suyo cobran importancia real de estudio. 
Con esto planteado, simplemente se busca destacar que donde quiera que dirijamos la mirada observadora, la acción investigativa, teórica o práctica, ahí tendremos una realidad. Tendremos un conjunto de elementos, de señales, de síntomas, de relaciones, merecedores, por alguna importancia objetiva o subjetiva, de permearlo para conocerlo.

Cualquiera fuese la realidad ésta estará oculta. Mas no porque esa sea su naturaleza o su característica. La realidad está en lo discreto, en lo obviado, en virtud de que, por un lado, los seres humanos en su gruesa mayoría, distorsionan sensorialmente sus percepciones de las cosas del mundo, y en segundo lugar, y aquí yace la razón fundamental de que la realidad sea obviada, oculta a las percepciones mediadas por las ordinariedades de la vida, los seres humanos evitan en la medida de sus opciones, cualquier contacto con aquello que los desconecte con los embelecos quiméricos en los cuales giran, felizmente, dormidos.

Y sí es tan así que los seres humanos en una gruesa mayoría no les importa la realidad porque además de no ser atractiva tampoco les hace falta, debido, entre otras razones, a que su ausencia es cubierta por "realidades alternativas" que van desde los reality-show, pasando por los mundos virtuales hasta llegar al climax extático de la hiper-realidad imagológica. Repito: y si es tan así, ¿quién o quiénes serán los candidatos a reparar la presencia de la realidad? 
La contestación es harto fácil. Aquel o aquellos -no importa cuánto sean- que obedeciendo a causas estrictamente existenciaria-personales, se hastiaron de seguir engañándose, o, en su defecto, ya no soportan más de que se les siga engatusando con ficciones irrespetuosas y mal elaboradas. En este orden actitudinal, esta gente colmatada por los embustes, se convierten en asiduos buscadores de las condiciones y los fundamentos con que las cuestiones vitales se pueden investigar, interpretar y explicar. Y consiguientemente es a ellos, es a esos muchos o a esos pocos seres humanos que habitan lo incierto (puesto que el pool de realidades ofrecidas por el statu quo ya no los alcanza) que planteamientos como este que están leyendo, va dirigido.

El hablar sobre la realidad se suele ofrecer una definición, pretendiendo conceptualizarla. Aquí se ahorrará la definición y en cambio se hará una pregunta afín. ¿Qué hace que lo real sea tal? O mejor -usando las palabras modo Edgar Morin-, ¿cuál es la realidad de la realidad? El autor nombrado en su libro El método. La vida de la vida (1998), nos ofrece esta afirmación: "...la originalidad de la vida no está en su materia, que es físico-química, sino en su organización". Trasladando la idea de Morin a una escala cósmica, se pudiera sugerir que la realidad del universo no está en lo habido en su seno (galaxias, constelaciones, soles, planetas...). Su realidad consiste en la organización homeostática (equilibrio inestable) aplicada a cada uno de sus componentes. Si un observador visualizara con telescopio un cuerpo celeste, no estaría observando la realidad del universo. Nada más estaría ante un cuerpo sideral en abstracto. La realidad aparecería en escena si el observador responde al marco de una investigación astronómica, haciendo de su actividad expresión de un sistema científico, que partiendo y sosteniéndose de determinaciones previas busca nuevas determinaciones del objeto de estudio. Asimismo acontecería con alguien que desde su vehículo en una arteria vial de una gran urbe, ve a un joven haciendo debajo del semáforo, una rutina de acrobacias. Para que el joven deje de ser un abstracto citadino, debe determinársele las condiciones económico-sociales (como por ejemplo, determinar si los aperos usados son suyos o facilitados. Si son facilitados cómo los adquiere. El porqué no labora en una empresa circense formal. A qué sector de la economía pertenece su actividad, etcétera) que lo lanzan debajo del semáforo.

Mientras no sea determinado múltiplemente, entonces, el elemento particular, de cualquier instancia real, la realidad no saldrá a la vista. Será parte de esas inmensidad de referencias ambiguadas con que a diario se aglutinan los sentidos humanos, generándole a la persona no aperceptiva (de apercepción) un déficit inorgánico de realidad con el que sobrellevará su embotada existencia.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 



LA REALIDAD Y SU MODELO

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LA REALIDAD Y SU MODELO


LA REALIDAD Y SU MODELO


"La realidad es...una construcción social y cada sociedad determina qué es verdadero en su realidad"
Rupert Riedl (Biología del conocimiento. 

Citado por María Pérez Schael. 1993).

Cuando alguien repite el lugar común "Soñar no cuesta nada", además de querer resaltar que lo soñado no tiene que ver con ninguna realidad, toca, y por lo general inconscientemente, lo económico, al hacer notar que la actividad de soñar no entraña costo alguno. O sea que lo que se quiere decir con la frase en su segundo campo semántico, es que soñar se hace gratis. Que no se nos pide nada a cambio. En la frase completa se maneja la noción de que aquel que sueña (soñar como sinónimo de embeleso, de que los sentidos están arrebatados en un rapto de embelesamiento), en algún modo y cantidad, se coloca fuera de lo que se cree es la realidad. Se hace oportuno agregar, a despecho de los que aceptan esta noción de soñar, que la experiencia psicoanalítica en una considerable proporción, basa su eficacia terapéutica en la realidad que el analista le halla a los sueños. Esto es, que soñar, no importa si despiertos o durmiendo, es una gran referencia para hacer precisiones científicas en el estudio profundo de la realidad del soñante. Visto así el punto, el soñar y la realidad no son instancias necesariamente separadas entre sí, pudiéndose dar el caso que en la medida que no soñemos menos realidad podemos desarrollar. En este estricto sentido, el actor Anthony Quinn (protagonista de Zorba el griego) le dijo a su hijito en una canción del siglo pasado, "Hijo, no dejes de soñar". La canción se llama La misma vida te dirá. Cómo será de importante soñar, siguiendo en este estricto sentido, que cualquier Poder dado, lo máximo que pretende para atornillarse es evitar que la gente en la que recae su acción, no sueñe y que se reduzca a vivir reiterativamente la realidad que como Poder propone e impone.

En otras palabras, nada escapa a la realidad... Ni siquiera los sueños. Sin embargo, al arrojarnos esta aseveración la idea de una realidad omni-absorbente, que todo lo succiona, para nada sencilla las innumerables aristas intrincadas en lo que es la realidad como temática y como problematización, en el desenvolvimiento de los seres vivientes, que sabiéndolo o no -no importa-, están determinados por ella, en sus leves o pesadas vidas (sugiero leer a Milan Kundera en La insoportable levedad del ser).
Bajo esta luz pudiéramos metaforizar la realidad como un sólido en torno al cual giran una interminable cantidad de organismos que aunque no quisieran ni rozarla (por la devastación que les produciría el roce), deben, pues no tienen más opciones, ir una y otra vez, a su seno (léase entrañas o huecos) por la necesidad ineludible de pervivir. Así las cosas, la realidad no únicamente constituye aquello que nos hace posible, sino que debido a ella, a su contundencia ineludible e imbatible, se le puede asignar un sentido real a las existencias girantes en torno suyo. De la metáfora usada se desprenden muchos ejemplos de realidad. El mundo es un ejemplo, el trabajo es otro ejemplo. Uno ve en canales de tv dedicados a la temática animal, como organismos sedientos (cebras, elefantes, etc.) les toca ir a beber y a refrescarse donde hay agua, luego de haber caminado larguísimos recorridos, a sabiendas de que en la realidad del agua, los aguardan flemática y macabramente, otros organismos que sin piedad se los comerán. Otro tanto acontece con los humanos que deben ir a buscar trabajo, bien en su país o fuera de él. Ahí, en las exigencias inapelables del trabajo, les espera la realidad con la que como seres humanos se verán condicionados y significados. En el fenómeno de las emigraciones, como es el caso de los países empobrecidos económicamente, la realidad del trabajo se hace más apabullante, puesto que con el solo hecho de emigrar a otro país, el emigrante muestra sin lugar a equívocos, de que la realidad económica de su país originario se le cerró y busca otro para sometérsele, si se le abre la posibilidad de entrar a su economía.

El Poder y la realidad que propone e impone, como dije antes, embrolla más la cuestión, habida cuenta de que la realidad propuesta no lo es tal. Lo propuesto (e impuesto) es un modelo de realidad, que desplaza la realidad y se coloca en su lugar. Cualquiera sea el modelo, el Poder que lo implanta opera como el centro donde deben orbitar los que reciben, por variadas vías (escolarización, religiones, militarizaciones, ideologías, etc.) el modelo sucedáneo de la realidad abolida. Como la historia de la vida humana es la historia de los desplazamientos de un Poder por otro Poder, no resulta exagerable afirmar que la historia de las realidades no es más que la historia de modelos de realidad que se suceden unos a otros.

Ahora bien, los inconvenientes que presenta la realidad para abordarla y comprenderla, no se derivan tanto de ella, pues de tantos modelos que le han interpuesto para velarla o tapiarla, la complejidad que le es inherente ha quedado colocada en planos secundarios, sino que son los propios modelos suplantadores los que les generan a las personas las confusiones y los comportamientos que hacen que la realidad (modelada) sea una instancia dura e impenetrable. Veamos, en la búsqueda de ser claro, los casos de los seguidores de religiones y de los seguidores de lineamientos partidistas, para apreciar el impacto de los modelos en la gente.
La ojeriza, la cierta desconfianza, tenida por los católicos a profesantes de otras religiones (adventistas, jehovanos, mormones...) no es porque no crean en Dios. La ojeriza, la desconfianza, viene dada porque los seguidores de otras religiones, no aceptan el modelo católico-romano de creer en Dios. Asimismo acontece igual, pero con más encono, entre judíos e islámicos. Encontramos lo mismo entre gente de derecha y gente de izquierda. Ambos lados se consideran demócratas, sólo que el modelo político de cada lado, le hace creer a un lado que el otro no es demócrata. Esto es tan extremo que ningún tirano, ningún déspota, en el ejercicio de gobernar dictatorialmente, reconoce su régimen autoritario o totalitario. Bajo el modelo con que se nutre ideológicamente, supone -y hasta se convence- que lo que hace lo hace amparado en los valores de la democracia y la libertad. Y todos, religiosos y políticos, basándose en sus particulares modelos de realidad (que para ellos es la "realidad") perpetran luchas y guerras con las cuales han llenando -y siguen llenando- las páginas de la historia de las crueldades y de los fanatismos.

Como consecuencia emanada por los modelos de la realidad y que son tenidos como "realidades", la tendencia -comprensible, incluso-, de evadirla, de huirle (no olvidemos la expresión atribuida al nobel literario Tomás S. Eliot: "¡Despiértenme!, ¡despiértenme! Un hombre no puede con tanta realidad"), se ha hecho parte de las para-necesidades con que los seres humamos alimentan sostenidamente sus conductas tanto mentales como conductas registradas fuera del sistema de sus mentes.
Fíjese usted en lo afirmado por un paciente de la psicoanalista inglesa Joyce McDougall llamado M.B. (en su texto Alegato por cierta anormalidad): "Beber, comer, masturbarme, fantasmear, eso es mi mundo real, mi mundo y sólo mío". Son citadas estas palabras en el propósito de hacer notar que cuando se habla de evasiones y huidas de la realidad, se habla a su vez de construcciones de realidades particulares, ora de alguien solo, ora de colectivos individuales. No es relevante la cantidad de sujetos participantes en la modelación "al gusto" de la realidad. Lo relevante estriba en que esa "realidad" construida a base de enredijos conceptuales de todo tipo, logrará en quien o quienes la hagan, que ya la realidad física, técnicamente comprobable y determinante en el mundo de las concreciones localizables en el tiempo y en el espacio históricos, no interesa más. Que ha pasado, si es que alguna vez hubo realidad, a la esfera de las cosas que por alguna razón utilitaria, no (nos) hacen falta. Esta idea está contemplada en el reconocimiento que al respecto hace el antropólogo venezolano Gustavo Martín (en el libro Las ciencias sociales): "...no existe...una necesaria continuidad entre la existencia y la realidad". Es más, Martín radicaliza su postura cuando a línea seguida, concluye: "Por el contrario, generalmente ambas -existencia y realidad- se oponen". Yo agregaría, una de las vías facilonas de existir es quitando ese "cable a tierra" que nos conecta con el "mundo de lo real". Liberados de cualquier conexión con la realidad, libremente podemos diseñar el modelo de "realidad" que queramos. Es memorable la anécdota que circuló en los años 80' -quizá aún se recuerde- en los corredores de las escuelas de economía estadounidenses (la citan Larroulet y Mochón en el texto Economía). La anécdota es esta, y con ella me despido:
"Con frecuencia se cuenta la anécdota de aquel alumno que interrumpió a su profesor en medio de una clase de Teoría Económica y dijo: '...perdone que le interrumpa, pero otra cosa sucede en el mundo real...', a lo que el profesor, sin dejarle terminar, le respondió: 'Señor Waldorf, debe usted recordar que el mundo real constituye un caso particular y por consiguiente, no necesitamos tenerlo en cuenta'".

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


El homo œconomicus y la profesionalidad

El homo œconomicus y la profesionalidad

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El homo œconomicus y la profesionalidad

El homo œconomicus y la profesionalidad

"...el ser no es, sino que acaece..."

Martin Heidegger 

(citado por G. Vattimo en La sociedad transparente).

Dado el ahondamiento de la realidad económica en el alma humana, al extremo de que en muchas personas esa realidad se convierte en sus propias almas, no deja de hacerse oportuno detener el análisis, de cara a entendernos en nuestra ontología mediatizada, en el hecho de la profesionalidad, tomada como unos de los rasgos específicos del perfil psico-socio-económico del ser humano sometido a las leyes de la vida material.

Bajo la modalidad de la "sociedad técnica" las existencias humanas transcurren en sus necesarias búsquedas de certidumbres, depositando la confianza en la referencia del informe, del reporte o de la referencia calificada y experta, de los profesionales apoyados, a su vez, en la cientificidad y tecnicidad de sus conocimientos académicos. Así, en este contexto, habrá más confianza, se hará más creíble, alguien profesional, en la lógica de la sociedad técnica, mientras posea y muestre más Academia (más Maestrías, más Doctorados, más Post-doctorados). Todos estos apoyos prestados por la Academia, sin duda, configuran la imagen del profesional, pero no significa, per se profesionalidad (o profesionalismo). Ésta, para que se haga posible y tangible, no requiere necesariamente del factor académico, sino que su logro, no siempre suficiente, se halla asumiendo otros criterios de mayor espectro en su consecusión, rompiendo en gran medida la lógica de dicha forma de sociedad.

Es decir, tener una profesión, haber hecho una carrera universitaria, poder presentar un título académico de nivel superior, no significa profesionalidad. Es más, puede darse el fenómeno inverso. Puede darse -y esto se aprecia en la praxis médica, por ejemplo- que en la medida en que un profesional se respalde con un mayor haber de títulos y diplomas académicos, en esa misma medida, sus niveles de profesionalidad se reduzcan. En los países en que los expertos de economía, para seguir ejemplificando, están a la cabeza de las políticas macroeconómicas, esos países, por carecer dichos expertos de la cualidad de desempeñarse con profesionalismo, conducen a sus países a crisis estructurales de nefastas repercusiones históricas. Es muy adecuada la siguiente observación de Arthur Bloch (Ley de Murphy), para comprender los desmanes que hace la gente desde la altura de sus profesiones: "Un tonto en una alta posición es como un hombre en la cima de una montaña: todo le parece pequeño y él le parece pequeño a todos".

A todas éstas ¿cómo podemos desmontar el concepto de profesionalidad? Bueno, ya dimos el primer paso. La profesionalidad no es una cualidad adherida a la profesión. Otro aporte viene por el lado de los desempeños registrados en el enorme conjunto de las ejecuciones de las actividades productivas, sin importar en la detectación de los grados de profesionalidad, quienes las realizan. Si poseen o no, título académico. Detallemos. Pongamos por caso las unidades de investigación policial (detectives, perfiladores, agentes de élite) cuando están frente a una escena criminal, una de las primeras cosas que se preocupan en dejar claro, si el acto criminal (asesinato, asalto, secuestro, etc.) fue hecho por profesionales. Esto es, si los que hicieron las acciones actuaron profesionalmente. Otro tanto ocurre con las damas que se dedican económicamente al Trabajo sexual. Un cliente avezado en el menester de tratar con ese tipo de damas, se fijará en la profesionalidad que le demuestren. Una de las exigencias que se les exige a las trabajadoras sexuales, está en la no implicación sentimental. También ellas lo exigen. Si hubiera una de ellas que por debilidad en su oficio, violentara este precepto, y se enamorara de algún cliente, y por consiguiente, no cobrara su monto dinerario estipulado, estaría fallando a la profesionalidad. Falla que en ciertas oportunidades sí perpetran algunos profesionales de la conducta y de la mente, cuando se involucran emocional y afectivamente con algunos de sus pacientes, produciendo sucesos lamentables de alta envergadura dramática.

La persona desarrolla profesionalidad dependiendo de los grados con que es responsable (no sólo profesionalmente, sino administrativa y penalmente) de sus actos laborables. Un cirujano cardiovascular arriesgara parte de su estatus profesional y de su libertad como persona, cuando practica una operación a un paciente. Su desempeño profesional será tan meticuloso que no le puede dejar nada a la suerte o a la intervención milagrosa de (un) Dios. Montados sobre esta idea, ya llegamos al meollo del profesionalismo. Este es conseguible sólo en tanto se le reduzca la opción al realizador de la acción, las disculpas si el resultado final no es satisfactorio. Para mejor puntualizar este rasgo insoslayable del profesionalismo conductual, lea, por favor, esta visión que elaboró J.L. Mackie sobre la gente del bajo mundo (citado por Roberto de Michele en Los códigos de ética en las empresas):
"Pero tal vez los verdaderos maestros de filosofía moral sean los delincuentes y los ladrones, quienes, como dijo Locke, mantienen entre sí la confianza y las reglas de justicia, pero practican tales reglas por conveniencia sin las cuales no podrían actuar juntos, sin ninguna pretensión de recibirlas como reglas inmanentes de la naturaleza". O sea, que la objetividad, que el recurso de la profesionalidad, será materializada, si la exigencia que se le plantea al ser humano viene signada por las eficacias previstas. La gente del bajo mundo cuando va a cometer sus fechorías, supongamos asaltar un banco por una banda especializada en ese renglón, ninguno de los integrantes va a llegar tarde a la actividad, o va a dejar las armas que la banda le ha suministrado. Un error previo o durante la operación, le podría costar la vida a él y a sus cómplices.

Desde luego, en las esferas de la vida permitida, legal y mayoritaria, donde las personas no-delincuentes se desenvuelven en las labores sin que un fracaso o un error les represente la muerte o la cárcel, la profesionalidad se pretende por otros medios.
Al cumplirse en las empresas el proceso de Reclutamiento y selección de personal, este proceso será exitoso si tomó en cuenta, bajo rigores administrativo-gerenciales, las instrucciones técnicas de los cargos a ocupar. Por lo común, en la búsqueda de la excelencia profesionalizada, cada trabajador debe contemplar y ajustarse al perfil profesiográfico que los analistas y creadores de los cargos a ocupar, prescribieron. Y no únicamente las empresas con esta rigurosidad se garantizan en una aceptable proporción, el profesionalismo de su personal. También, siempre en la ruta de la excelencia organizacional, les toca contratar equipos free lance para que les realicen un proceso de Evaluación del desempeño a su personal periódicamente.
Así y solo así, el trabajador, al margen de su quehacer (como gerente, como supervisor, como personal de limpieza...) puede constituirse en un homo œconomicus corporativo. Esto es, en un Hombre espiritual/material que demuestra con objetividades su sentimiento de pertenencia, su solvencia y capacitación profesional a través de rendimientos reales sometidos constantemente a evaluaciones.

Huelga agregar que las causas por las cuales los equipos de gobierno de los países lejanos a los estándares del desarrollo económico-social, no pueden -aun queriéndolo- cumplir con los planes y los programas que aplican cuando ejercen el poder, se desprenden de la ausencia de prácticas evaluadoras, pues al estar condicionados por intereses políticos, stricto sensu excluyentes de cualquier severidad y exigencia supervisora, el componente humano (militantes y afectos), no se ve en el compromiso de rendir cuentas para ser evaluado. Antes, por el contrario, para cada incumplimiento comprobable, tiene ese componente humano, su respectiva excusa. Tanto es su tendencia al fracaso, que ahora los máximos líderes de los partidos en funciones de poder, estilan, al no ser una opción negar la realidad de sus fracasos económicos, sociales e institucionales, solicitar que se les perdone por los deslices de la pésima gestión gubernamental llevada a cabo. Desde luego, ellos hacen esto porque están totalmente convencidos de que no les pasará nada por lo reconocido y por lo confesado.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 


EL BENEFICIO DE LA DUDA Y EL MAL

EL BENEFICIO DE LA DUDA Y EL MAL

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EL BENEFICIO DE LA DUDA Y EL MAL

EL BENEFICIO DE LA DUDA Y EL MAL


"La paz comienza cuando dejamos de querer tener la razón". Carlos Fraga, La vida es hoy. Televen.



Decía quien introdujo a Harry Haller (El lobo estepario, obra de Hermann Hess):"Harry nunca buscaba tener la razón. Nunca disputaba la verdad. No hacía discusiones por imponerse. Muy propio esto de las verdaderas personas espirituales". ¡Claro! -pudiera decir alguien- Harry Haller sólo es un personaje de ficción. Y es cierto. Mas la pista emanada de su conducta, aparte de bosquejar lo posible en una espiritualidad mayor, también nos ofrece un modelo de actitud y comportamiento, aplicable en las ordinariedades de una ""vida real", signada por violentaciones al ego, generalmente endeble, de las personas insertas y determinadas en sus proyecciones particulares dentro de esa"vida real".

El ego se debilita (o no se fortalece) cuando se hace excesivo, cuando sobrepasa la línea de los procederes conductuales dialógicos, que por sus alcances comunicacionales, permiten el aumento cualitativo de la naturaleza cambiante y transformable del ser humano. 
"...el opuesto del ego excesivo es la humildad". (David Marcum-Steven Smith: Egonomic). Sin embargo, debido a las exigencias de las competitividades personales y profesionales de individuos inducidos prácticamente a imponerse ante los otros, la humildad muta en obstáculo en la consecusión de esa finalidad. Al no valorizarse como recurso ontológico, la humildad pasa al terreno de las cosas que hay que deslastrarse, si no queremos que nos tomen por material humano frágil y susceptible a permearse ante la avalancha egológica de los que compiten por imponerse.

Siendo así el asunto en el paraíso infernal de la competitividad, los seres humanos, por el rigor de la lógica que se incrusta en la mitad de las interrelaciones, actuarán, o propenderán a actuar, a la defensiva. Se pertrecharán con los escudos contrarios a la mal vista humildad, e indefectiblemente lo que era una necesaria defensiva, resguardo y apoyo en un inicio, según se arrecie la competitividad con los demás, emerge la desconfianza, factor radical incompatible con el principio de lo que se conoce como el beneficio de la duda. 

Como principio, el beneficio de la duda puede ubicarse en los parámetros rígidos de los sistemas judiciales, los cuales manejan la "duda razonable" para emitir fallos en sus sentencias condenatorias, sosteniéndose en la idea del derecho romano expresada en estos términos: " *In* *dubio* *pro* *reo* "(en caso de duda se favorece al imputado, al reo). O sea, que cuando estamos hablando de beneficio de la duda, es la duda razonable con la que debemos beneficiar a aquel a quien le recae una carga, una acusación.

Llevando a una visión amplia el principio, se hace muy útil en las prácticas sociales si sabemos aplicarlo, puesto que nos permite no irnos de bruces con nuestra opinión acusadora, ante la primera impresión de un alguien o de un hecho. 

Si los colectivos humanos extremados en sus posiciones políticas e ideológicas, hubieran recibido en sus hogares, en sus centros educativos, en sus espacios sociabilizadores inmediatos, el valor del beneficio de la duda, de aprender a dudar un poco o mucho, de sí mismo, de desconfiar de las opiniones apriorísticas, generadas sobre todo por prejuicios y lugares comunes acomodaticios, otras bastante distintas, serían sus actitudes y desenvolturas para con los que irreflexivamente atacan.



Con lo hasta ahora dicho, el Mal ha sido referido indirectamente en el entendido de haber tocado privaciones determinadas del Ser sometido a la opción de extremarse. Refirámoslo en directo, sin la pretensión, confieso, de hacerles un tratado. Ni quiero ni puedo.


No importa el vocablo utilizado en nombrarlo (espíritu maligno, neoliberalismo salvaje, fascismo, nacionalsocialismo, terrorismo, autoritarismo de Estado, socialcomunismo...), lo importante pasa por la perspicacia de identificarlo en su transparencia. Transparencia significa en este caso, que aunque lo pongamos en escena el Mal, no nos permite visualizarlo, pues sólo veremos, como todo lo que es transparente (ejemplos: el cristal de los anteojos, el parabrisas del auto, los vidrios de los ventanales...), lo que lo transparente nos permite ver (sugiero leer La transparencia del mal de Jean Baudrillard).


Hay Mal, sospecharemos de su presencia, en tanto haya alguien (un líder, un partido) que desde el discurso incite, por un lado, a radicalizar a sus receptores. Por otro lado, que desde ese mismo discurso radicalizador (de la ideología, de las acciones, de las políticas) estimule a sus receptores a ubicar lo malo, o el extremo mal, en aquellos que no estén de acuerdo con la propuesta que en el discurso se haga. En otras palabras, estaremos frente al Mal en la medida y en el grado en que se nos llame a hacer un bien combatiendo (y exterminando) a un contrario donde residen cantidades muy grandes de algo malo, de algo que debe desaparecer de la superficie y del horizonte.


Baudrillard en el libro sugerido, aporta: "El Bien consiste en una dialéctica del Bien y el Mal. El Mal consiste en la negación de esa dialéctica... Mientras que el Bien supone la complicidad dialéctica del mal, el Mal se basa en sí mismo...".



O sea, que el Mal es una unilateralidad en perspectiva. Una suerte de semi-tapadera visual impedidora de que se perciba que está más allá de lo que está cerquita. Entre tanto, la gente opuesta a esa forma excluyente de asumir las cosas, por la absolutidad de un planteamiento, le toca, no tiene otra, asumir principios ampliadores y expansivos de la naturaleza humana mejorable. Y dentro de esos principios, se localiza el beneficio de la duda, que como ya fue asomado, permite la suposición de que es posible que seamos nosotros los equivocados. De que probablemente sea la otra persona la que esté en lo cierto. De esa manera, y sólo de esa manera, nos estaremos dando la oportunidad de aceptarnos en la honestidad de que estamos viviendo en un proceso evolutivo irreversible.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET 

MECÁNICA OPERATIVA DE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL.

MECÁNICA OPERATIVA DE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL.

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MECÁNICA OPERATIVA DE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL.

MECÁNICA OPERATIVA DE LA PROBLEMÁTICA SOCIAL


"Queremos algo que ahora no tenemos, desarrollamos estrategias para protegernos, y de este modo no solo engañamos a los otros, sino también a nosotros mismos". 

Philippe Rothlin-Peter Werder (Boreout. Recupera la motivación).


Hay ejemplos de circularidades, de repeticiones de lo mismo, en los que el "eterno retorno" (nietzscheano) se refigura bajo el influjo de la repetitividad, en "eternos comienzos", haciendo que los sujetos que retornan a lo mismo, agarren nuevos bríos para empujarse de nuevo a hacer, infinitamente lo que ya hicieron.

De los ejemplos puedo tomar al mitológico Sísifo, descendiente de Prometeo y padre de Odiseo. Habiendo demostrado a los dioses y a los hombres su superior astucia (robaba y nadie lo podía robar, pudo encadenar la muerte (Tánato) para que no matara y burlar a Hades, saliendo muerto de los infiernos, etc), Zeus lo castigó haciéndolo subir eternamente una gran roca que jamás subía, a una elevada montaña. Castigo sólo conseguible porque, aunque siendo astuto, no percibía ni constataba a lo largo de la cuesta, si llevaba o no llevaba la roca. Independiente a eso, el sufrimiento por cargar a cuestas un objeto -imaginario o real- Sísifo lo sufría por igual. 

Hay también el ejemplo de los "Monos de Kipling" (Rudyard kipling, autor de El libro de la selva y de Kim). Estos monos, se relata, que ellos querían organizarse, elegir un Jefe y redactar leyes para vivir mejor, pero cuando iban a comenzar a hacerlo, todo, de un momento a otro, se les olvidaba y retornaban a sus vidas de monos.

En esa misma búsqueda de hacernos ver las repetitividades con las cuales en algún grado y en alguna forma, nos reproducimos (en vicios, en prejuicios, en fanatismos, etc), encontramos a autores de la talla de Frank Kafka (El proceso), de Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), de Juan Rulfo (Pedro Páramo) y de Milan Kundera (El libro de la risa y el olvido), para sólo nombrar algunos. En sus narrativas ellos exponen esa tendencia casi meta-real, casi propio de un más allá humano, de reiterar situaciones y entornos en los que las cosas materiales y espirituales, alejadas del tiempo expansivo, se concentran en moldes temporales restrictivos, impedidores de acciones con las que se pueda vencer el circuito pétreo de moverse en lo idéntico, siendo ahí, en la restricción, el hoy una reproducción exacta del ayer, bajo la sensación surrealista de estar viviendo un presente perpetuo que engatusa a reiniciarse nuevamente .

Comentaba el alegre Kiko (Kiko Bautista en su programa televisivo Kikosis, 5/11 19): "Ni la derecha ni la izquierda latinoamericana le han resuelto los problemas a la gente". Y no han resuelto nada, ni lo resolvieron, debido a que los sempiternos problemas que sirven de marco caracterizante a los países de la región (populismo, alto costo de la vida, inseguridad, desempleos, corrupciones administrativas, sistemas educativos ajenos a los retos científicos, mesianismos...) terminaron siendo a la larga, los componentes funcionales que precisan las clases gobernantes (llamadas ahora "las derechas" y "las izquierdas" en la simplificación de sus prácticas demagógicas) para el mantenimiento reproductivo de sus respectivas cuotas de poder, poder vinculado, desde luego, a los tentáculos supranacionales de los poderes mundiales imperantes.

En Venezuela, para ilustrar un caso, ninguna de las administraciones habidas en la era post-Pérez Jiménez, pudieron resolver el asunto de los huecos en las carreteras y en las vías urbanas. Todo el dineral consumido en esos gastos infraestructurales muy poco ha servido, pues los huecos y agrietaciones viales a escasos meses (a veces semanas) de ser reparados van apareciendo otra vez. No hubo, y quizá no haya, ningún equipo técnico capaz de evaluar la calidad del material pavimentado, cuestión que al ser echado la carpeta nueva, ésta sí garantizará la máxima duración conseguible. Es tan mal preparado la mezcla de cemento a nivel nacional, que la mayoría de los edificios le crecen hierbas y planticas en las azoteas, amen de las calles y avenidas. Pongo este caso tan elemental para poder hacer esta interrogación: ¿Si una gente en situación de gobernante durante tantos años no pudieron enfrentarse con éxito al reparo de las vías, cómo podrán enfrentar con éxito problemáticas de mayor envergadura como son los casos de una inflación con ribetes descomunales o sacar de la quiebra un complejo productor de petróleo como es PDVSA?

Y así como Venezuela pudo hallar la fórmula mágica para insertarse en pleno a los ultra-falsos metafísicos de los eternos retornos y de los consiguientes eternos comienzos, el resto de los países parecidos a Venezuela -ojalá haya excepciones- de alguna manera u otra, igual han conseguido sus fórmulas mágicas que los sostienen, en el mejor de los casos, en el mismo punto de partida. Al punto que sí en los años 50', buscando una fecha bien atrás, calificaban como "países subdesarrollados y tercermundistas, aún, bastante adentrado el siglo XXI, se les puede llamar con esas denominaciones socioeconómicas. Es más, muchos de estos países incursionaron en el siglo anterior inmediato transcurridas décadas del siglo. Venezuela, por virtud del boom petrolero, dijo "presente" en el siglo XX a mediado de la década de los años 20'. Y debido a la quiebra de PDVSA, la producción de la estatal se parece a lo producido en los años medios de la década de los 40' de ese siglo.

Hay muchos teóricos e investigadores preocupados por la suerte de los países imposibilitados para el despegue material-productivista a causa de que son gobernados por políticos que en tanto seres humanos, económica, administrativa y gerenciológicamente no están aptos para poner a sus gobernados, quizá por lástima hacia ellos o quizá por vivir a expensas de ellos (o probablemente por ambas razones y eso les genera trastornos existenciales) de frente a los retos que la civilización científico-técnica le impone a las naciones en general y a las unidades familiares en particular. 

Uno de estos teóricos es el argentino Andrés Oppenheimer, quien en una emisión del programa que le pasa CNN los domingos, trató el tema de las exuberantes diferencias entre los "Países de punta" y los "Países atrasados". Oppenheimer se va a los cimientos con que es construido el rascacielos de las miserabilidad latinoamericana. Es decir, toca el proceso educacional. El teórico esto dijo -y con la cita finiquito esta entrega-:
"En América Latina no hemos terminado de entender que estamos en la "economía del conocimiento", donde el trabajo mental vale cada vez más y el trabajo manual y las materias primas valen cada vez menos. En América Latina la calidad educativa se está quedando cada vez más atrás. Mientras los países asiáticos - puso él por caso-están obsesionados por la méritocracia y el futuro, en América Latina estamos obsesionados por la ideología y el pasado".

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET