EL ERROR HABITUAL

              

EL ERROR HABITUAL

"¿Por qué repetir errores viejos, habiendo tantos errores nuevos por cometer?"
BERTRAND RUSSELL

I

La frase harto conocida "tropezar dos veces con la misma piedra", la cual podemos aceptarla como una suerte de metáfora, mínimamente obliga a preguntarse sobre el porqué ocurre eso.

Un docente de Ciencias Sociales, quien aunque no siendo psicólogo, se interesó por los pormenores de los aportes de la psicología, respondiendo, según él, a la máxima que sugiere que cada quien en este intenso humano mundo debe convertirse en su propio psicólogo, me brindó luces para comprender esa curiosa realidad mental salida del tropezar dos veces (o más) con la misma piedra, a la par del sufrimiento moral producido por las respectivas caídas, y como si fuera poco, el hecho de que se sufra, no garantiza en absoluto, que uno quede librado de tropezar otra vez; quizá de aquí sale lo curioso del tropezamiento repetido (y repetible).

II

El docente de Ciencias Sociales usó el caso vivido por una prima hermana suya.

Su prima hermana ha consumado en ocho años dos divorcios y tres matrimonios con el mismo caballero. La consumación de los eventos se hace posible, asevera el docente, porque su prima al divorciarse la primera vez no se ocupó, desde luego, por carecer de las herramientas psicológicas y ontológicas que le permitieran el develamiento de la personalidad (carácter, temperamento, perfil varonil...), en su complejidad humana, de la pareja.

No estando enterada de lo que el caballero representa en tanto varón; no estando enterada cuáles son los valores familiares negativos que arrastra él consigo; y sobre todo, ignorando ella qué reitera su pareja con el comportamiento particular, de las peculiaridades machistas propias de los entornos sociales, hogareño y ampliado, donde se crió y se formó como persona, tal caballero en términos específicos, es ante ella, ante su visión, un perfecto desconocido. Y resultando en realidad un "perfecto desconocido", ella puede dejarlo y recuperarlo, una y otra vez, sin ningún tipo de ambages ni recelo alguno.

III

El caso referido implica en una vasta proporción el tropezamiento con la misma piedra, si conceptualizamos "piedra" no metafóricamente, sino en el exacto sentido, que no es otro que el de obstáculo, o si prefiere, la "piedra" es un impedimento en nuestro andar en la vida.

El cónyuge de la señora le resultó desde el primer matrimonio el obstáculo que ella debe de derrotar cognitivamente psicologizándole el perfil humano-personal, de batirse a fondo con la sentimentalidad y la atractividad que el caballero le despierta. Y en la medida en que vaya lográndolo, también en esa medida lo va dejando atrás en la condición de traba superada; otro tanto igual le corresponde a la parte masculina del caso, porque como él ella encarna la guerra moral que a él le toca librar.

De modo que si no efectuamos esfuerzos cognitivo-reflexivos propios del campo de la psicología, de la ontología y de la ética, muy difícilmente podremos exonerarnos de la fofedad de no ver que estamos chocando con la piedra que creíamos haber soprepasado en el camino.

Sin embargo, la experiencia del siempre tropiezo con la misma piedra, nos puede servir como el útil indicio de que la senda que hemos escogido andar no es un camino longitudinal sino circular, cuya circularidad nos embota tanto que una vez tropezado y caído por causa de la habitual piedra, tendidos en el suelo, solemos justificarnos con palabrillas de este tenor: "Caramba no la vi", o "Me disculpo porque no sabía que ahí había una piedra".

No olvidemos el verso de Antonio Machado, bastante pertinente, ¡eh!, que Joan Manuel Serrat entona en Cantares:

"...al andar se hace camino, y al volver la vista atrás verás la senda que nunca has de volver a pisar...".

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

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