REFLEXIVAS (XIV)

   

REFLEXIVAS (XIV)

Tengo para esta semana, dentro de la idea de variar, otra entrega de Reflexivas.

Suelo advertir que los contenidos sin comillas, salen de mi haber. Están entre comillas las reflexiones de grandes ideadores del planeta. Ahí van...

Preguntaba el Zarathustra de Nietzsche a los que buscaban la paternidad, si ellos se habían ganado el derecho de reproducirse. Como es muy poca la cantidad de lectores de los textos filosóficos, los padres heteros, de ayer y de hoy, carecen del empacho necesario para procrear. El número de descendientes nadie se los determina (los chinos en los tiempos de Mao si se les limitaba la descendencia) y siendo así pueden traer los muchachos que quieran.

Pero traer nuevos vivientes al planeta siempre ha sido y será causal para que los pensadores de Lo social nos expongan sus planteamientos.

Mire usted lo expuesto por el polaco Zygmunt Bauman acerca de los hijos: "En nuestra época, los hijos son, ante todo y fundamentalmente, un objeto de consumo emocional".

"Los objetos de consumo sirven para satisfacer una necesidad, un deseo o las ganas del consumidor... Los hijos son deseados por las alegrías del placer paternal que se espera que brinden, un tipo de alegría que ningún otro objeto de consumo, por ingenioso y sofisticado que sea, puede ofrecer. Para desconsuelo de los practicantes del consumo, el mercado de bienes y servicios no es capaz de ofrecer sustitutos válidos, si bien ese desconsuelo se ve al menos compensado por la incesante expansión que el mundo del comercio gana con la producción y los mantenimiento de los hijos en sí".

Esto expuesto por Bauman (en su libro Amor líquido) nos permite una cierta explicación del porqué hay progenitores que no acompañan a sus vástagos en la experiencia de vivir. Incluso hay papás y hay mamás, a veces juntos, a veces cada uno por su lado, que botan en cualquier basural al recién nacido. Ese actuar extralimitado, atendiendo lo dicho por Bauman, se debe a que el producto final de la relación sexual, no era esperado emocionalmente, o no emocionó a sus ferales progenitores cuando lo vieron por primera vez.

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La superpoblación que plena los Centros Comerciales, las playas públicas, los estadios... no es más que una simple señal de la intensa actividad sexual llevada a cabo por la humanidad.

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Qué tergiversación ha sufrido la palabra Ocio al transformarla como un vocablo con carga semántica negativa. La tergiversación se completa cuando se le asocia con holgazanería, vagabundez mental... En este desorden conceptual, hay diccionarios que tienen el Ocio como sinónimo de pigricia o negligencia absoluta. Pero si hacemos un repaso histórico, por ejemplo Séneca el joven trabajó en la antigüedad las actividades ociosas bajo el carácter de acciones productivas y útiles.

Venezuela tuvo un Ministro de educación en los tiempos de Rafael Caldera, Antonio Luis Cárdenas, quien en una entrevista para el diario El Nacional bajo la firma de la periodista Mireya Mata (fechada el 30.01.1994), le aclaró a los lectores del periódico qué es el ocio. Lea, por favor:

"La razón para estimular la enseñanza de la música, la pintura, los títeres y el teatro, es preparar al hombre para el ocio, pues hasta ahora sólo lo preparan para el trabajo".

"Un hombre que no esté preparado para el ocio, bebe aguardiente, consume drogas, juega...".

O sea, nosotros nos determinamos (o nos limitamos) en nuestro existir, según hagamos o no Ocio, el cual, sociológicamente hablando, valga precisarlo, no es igual al Tiempo libre, sino que es un equivalente del tiempo para crear y a la par, crearnos en tanto seres ontocreativos.

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Hay gente que viene al planeta repleta de dones (voz, fisonomía, sensibilidad artística para la actuación o para la ejecución de instrumentos musicales, habilidades deportivas...), y en cambio otra gente, o no cuenta con nada, o no se descubre nada.

Hay alguien que descubrió su don un tanto tarde pero lo descubrió. Ese don consiste, según afirma, en detectar con objetividad constatable, sus propias estupideces, bien ya cometidas, bien antes de cometerlas. Le asegura a sus allegados más íntimos que tal don le permite vivir consigo mismo aceptablemente.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

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