FANS DE FÁBULAS (IV)
"Como no podemos cambiar a los hombres, cambiamos a cada paso las instituciones".
JEAN LUCIEN ARRÉAT (1841-1922).
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Para responderle al mochilero Richard (personaje protagónico del film La Playa, interpretado por Leonardo DiCaprio) a su pregunta de orden moral, que él se hace luego de notar la imposibilidad de cambiar las cosas, nos corresponde considerar el poder intrínseco de la institucionalización, no sólo porque la pretensión de institucionalizar va de la mano con la necesidad de creer que cuando algo se institucionaliza cobra fuerza de realidad y de transcendencia, sino también que la institucionalidad de una idea, de una valoración o de algún propósito de los muchos habidos, le confiere niveles altos de seguridad resolutiva a aquellas personas o a aquel colectivo buscador del refrendamiento institucional.
La pregunta de Richard reza: "¿Por qué las cosas continúan iguales si la intención inicial era cambiarlas?
Desde luego, Richard no buscaba formalizar instituciones. Pero se hace la pregunta porque ignora -Richard no está obligado a saberlo- que el asunto de la institucionalidad abarca tanto el marco formal como el marco informal de la realidad respectiva de las instituciones. Siendo así, salvo excepciones, todas las actividades humanamente realizadas, están trazadas en alguna manera y categoría, por la esfera de lo institucional, significando esto que las actividades humanas, aunque no se procure ex profeso propenden a convertirse en formas o configuraciones institucionalizadas, las cuales por fuerzas a veces difíciles de explicitar desde las meras fachadas, se van distanciando de las intenciones de cambio que en un principio entusiasmaron a hacerlas.
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Bajo la luz de las ciencias sociales, las instituciones están localizadas en lo supraestructural. Esto es, en la superficialidad de la vida social. Son perceptibles de entrada.
A vuelo de pájaro se nos presentan personas por las calles vistiendo uniformes con los que representan instituciones (fiscalizando el tránsito automotor, vigilando el orden público). Además en un vuelo de pájaro se ven iglesias, se ven edificaciones escolares o edificaciones que alojan funcionarios judiciales, medicinales, educacionales, etc. También es parte de lo supraestructural, de lo fácilmente perceptible, todo el corpus de leyes, de reglamentos y de normas, con que la red institucional rige oficialmente sus desempeños.
Lo que no es visible a vuelo de pájaro está contemplado en aquello concerniente al porqué las instituciones constituyen, casi paradojalmente, una rémora al avance humano, un entorpecimiento o un peaje muy caro que impide captar la realidad más allá de las superficies de las realidades de las formalidades, diseñadas estas desde la lógica institucional. Lógica cuyo contenido y aplicación permite la sujeción de las personas a la rueda devastadora que las va triturando sin que caigan en cuenta de ello por la normalidad patológica con que opera el imperativo institucional.
Indagar sobre el percance estructural emanado de las instituciones amerita una V entrega, y ¿por qué no? una VI entrega si se hace necesario, de este planteamiento, comenzado hace tres semanas.
¡¡Muy pendiente quedo!!
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
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