LA APOROFOBIA COMO ANFITRIONA
"¡Qué maravilloso es presentir una realidad
que nos parece imposible!".
De Invierno, una canción de Luis Oberto.
En el mes de octubre del año inmediato pasado, el diario El Nacional publicó una reseña desanimativa, casi perteneciente al mundo de lo sombrío, acerca de los venezolanitos (y les digo venezolanitos con todo el cariño y reconocimiento de que soy capaz) que se van vía terrestre, o sea, pateando el suelo, el agua, el monte y la carretera, del territorio en el cual una vez nacieron. Reseñaba tétricamente El Nacional la situación de ellos así: Venezolanos deambulan por San Pedro de Tapanatepec (Oaxaca) y Bajo Chiquito (Panamá). Son el 70% de los varados en esos dos lugares claves en la marcha. Llegan con poco dinero, sucios, mojados, temblando y atrapados en el desespero. Leyendo eso me permití suponer que lo único que los animaba era saber que cada paso dado en el tormento de migrar en condición de pobres, representaba la sensación de éxito, por irse alejando paulatinamente de un punto de partida desgraciador de la humana existencia. Cada paso ponía a esos hermanos del sufrir más lejos de ese punto, y con eso le hacían al sistema de la mente el necesario feed-back de soporte.
Por la pobrevivencia que simbolizan sus constituciones físicas, ya Latinoamérica y el Caribe, no los quiere más. Tanto el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en un Informe divulgado hace pocos días (El Nacional lo recoge el 3.6.23) señalan que la región rechaza a los migrantes venezolanos en un 80%. Los porcentajes más altos los tienen tres países bolivarianos. A saber, Perú, Ecuador y Colombia. Perú nos rechaza como migrantes en un 81%, Ecuador en un 80% y Colombia en un 79%.
Muchos de nosotros nos hemos preguntado ¿Pero qué tipo de sueño busca esta gente que se sale del mapa nacional? Ante esta pregunta o preguntas parecidas, alguien bienpensante dijo o escribió, en torno a esta macabra experiencia de irse por el irse mismo, esta idea reveladora de una verdad que muy difícilmente nos pasa por nuestros cerebros. Ese bienpensante no le sé el nombre aún, y se lo quedo debiendo, mas esto fue la verdad revelada:
NO ES QUE ESA GENTE QUE SE VA, SE VA EN BUSCA DE UN SUEÑO. ESA GENTE SE VA ES HUYÉNDOLE A UNA PESADILLA.
Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET
Magíster en Gerencia UNET
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