EL BIEN Y LA GUERRA

 


EL BIEN Y LA GUERRA

Según Platón, la idea del Bien es la idea suprema 

de su Teoría de las formas. 

Portal https://es.wikipedia.org/wiki/Idea_de_Bien

I
Una de las sepulcrales experiencias humanas, que elevan Lo humano -o Lo humanito que pudiera quedarnos aún- al rango de la perfidia cínica, la presenciamos en las realidades veritativas de la guerra. Y reviste ese rango, porque el que comienza la reyerta bélica lo hace desde su bien concebido y desde su justedad moral. Esto es, que el que expone a otros a matar o a morir, a infligir heridas o a sufrirlas, a mutilar organismos o a demoler edificaciones, etc., lo hace convencido y a la vez convencedor casi infalible, de que se lleva o se llevará a feliz realización, es, por un lado, la única salida que le dejaron, y por otro lado, de que se va a hacer la guerra, y no otra cosa, cumpliendo con el "sagrado deber de cumplir con la patria" entre otros argumentos de igual tenor. En palabritas más ingenuas, el que hace o va a tirar una guerra, la ejecuta apoyado en un bien, el cual lo esparcirá en la medida que vaya extendiendo la muerte inherente a la acción bélica emprendida. El hacedor de guerras, en ese triste contexto estrictamente bestial, se puede considerar como un emprendedor de lo bueno.

II
Por tan buen emprendedor es tomado que no ha habido -y quizá no habrá- un iniciador de guerra (o de guerrillas) en el decurso de la historia, que no haya conseguido apoyo de un resto a veces considerable de los otros humanos. Esto es debido, ora por la personalidad avasallante y temible del propio iniciador bélico, ora, por el manojo de basuras ideológicas con la que se adorna moralmente la gesta emprendida. Así que cuando usted lea u oiga a un presidente, a un partido político, a un dirigente o a un funcionario respaldar de alguna manera un conflicto militar entre dos naciones o entre dos o más continentes, debe leerlo u oírlo en el entendido de que también cayó en el truco-trampa que el emprendedor belicista le aplicó primero a sus propios connacionales, para luego por el ilusionismo de las exacerbaciones desfigurantes de la racionalizaciones lógicas posibles, aplicárselo a gente de otros confines geográficos.


III
Ahora bien, contradiciendo desde el Pensar las patrañas con que se energizan ciertas almas para ir a otra nación a implantar su bien, encontramos a grandes personas. Entre ellas el pintor mexicano José Luis Cuevas, quien se atrevió a decir "...el sentimiento de nacionalidad es mezquino, carece de autocrítica, o el propio general estadounidense George S. Patton, que al reconocer la esencia de la guerra, nos legó este bocadillo reflexivo: "El patriotismo en la guerra consiste en conseguir que otro muera por su país antes de que tu mueras por el tuyo". Todos estos elementos de la sustancia bélica se logran implantar en el cerebro de determinados organismos, habida cuenta de que a través de la domesticación y docilidad mental, se configura el valor de que quien no es tu "compatriota" en las acciones militares de campo, mátalo porque no es un ser humano, es sencillamente una cosa, y como tal no es que se le mata, lo que se hace con esa cosa es destruirla.
Cuánta valía contuvo el título de una canción del venezolano Ali Primera, dada a conocer en 1977: "La patria es el hombre". Fue tan contundente que otro inmortal, el argentino Jorge Luis Borges, acotó: "Nadie es patria, todo lo somos".

Ílmer Montana.

Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

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