DA RISA PERO SIN GANAS DE REIRSE (XIII)

 

DA RISA PERO SIN GANAS DE REIRSE (XIII)

Un señor oyó o leyó en alguna red social que el órgano cerebral es dócil e ingenuo. Que propende a creerle todo a quien él supone su dueño, que debido a voluntad del dueño, en momentos determinados lo gobierna y le da órdenes, teniendo que obedecerle aunque sea de mala gana.

También leyó u oyó el señor que tal órgano, tan vital para desenvolverse en este mundo, resulta de una docilidad sorprendente por la sencilla razón de que en tanto músculo es muy dado a la comodidad, limitándose a pensar e idear el mínimo necesario que el supuesto encargado de dirigirlo, le pueda exigir. O sea, al cerebro no le agrada que su supuesto propietario lo saque de su zona de confort (léase ameno escondite intrapsíquico) con exigencias fuera de lugar.

Por otro lado, el referido señor padece de escasez de necesidad de dormir, y desde hace meses por no satisfacer bien la necesidad de dormir, viene padeciendo olvidos y lapsus de cierta consideración, acarreándole inconveniente en el plano laboral.

Aprovechando la amistad con un profesional de la conducta (psicoterapeuta, creo), nuestro referido señor le pide el favor que le sugiera indicaciones para, dirigir con la mente la actividad cerebral en pos de concialiar el reparador dormir.

Y en efecto, el amigo le recomienda que use el truco mental de exigirle al cerebro que le dé sueño en la cuenta de 100. El truco se completa convenciendo al cómodo músculo que si en la cuenta de hasta 100 no se duerme, ésta se repetirá hasta que lo haga.

Durante semanas el truquito arrojó los resultados esperados, pero el insomnio apareció de nuevo.

Cuando el susodicho ni siquiera contando hasta 1000 pudo dormirse, volvió a hablarle al amigo profesional de la conducta.

Como ciertamente este profesional maneja los pormenores de las recomendaciones hechas, le explicó que su cerebro terminó perdiéndole el respeto a las cuentas de 100, 400, 800 y 1000, retornando a las andanzas del insomnio. En consecuencia, le planteó un nuevo truco, que a larga le ha brindado resultados excelentes al preocupado señor. Esta fue la recomendación:

"Tu cerebro no solo es un haragán. También, por la condición propia de los haraganes, es un miedoso. Como cualquier asomo de amenaza el cerebro se te achicopala, dirígele con firmeza, acostado y arropado, si es que te arropas, estas palabras, tipo orden inapelable:

'Oye con atención cerebro. Si no te duermes de inmediato, ya verás lo que te va a pasar, y después no me vengas a decir lloriqueando que no te lo advertí ' ".

Agradecido por haber recuperado sanamente la necesidad de dormir, el satisfecho señor está ahorrando una parte de sus ingresos fijos -el señor es un empleado público del maltrecho estado venezolano- para hacerle un brindis sencillo a su profesional amigo... Ojalá, algún día, pueda darse esa complacencia personal.



Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

No hay comentarios:

Publicar un comentario