FANS DE FABULACIONES

 

FANS DE FABULACIONES 

"Hay gente que, para no ser menos, finge ser alguien". 
PIN PAGE, GOOGLE.

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Afirmó el antropólogo venezolano Gustavo Martín acerca del "existir" y la "realidad":

"... no hay... una necesaria continuidad entre la existencia y la realidad". Es decir, entiendo yo, un tópico no conduce al otro tópico. Puede darse tranquilamente la existencia de alguien prescindiendo de un plano de la realidad o de la realidad plena.

Un caballero muerto en el 2022, merced a sus hijos, todos profesionales liberales, desde 1986 se libró del peso de la realidad económica porque sus descendientes directos, agradecidos con él por haberles costeado sus estudios superiores, se encargaron de su existencia. No supo ni le interesó más el mundo de las condiciones económicas (inflaciones, escaseces, desabastecimientos, colas para comprar tal producto...). Sus hijos (varones y féminas) lo sacaban y lo llevaban en el puesto de atrás de sus camionetas, sin que él se percatara de los entornos recorridos. Prácticamente ocurrió con este caso lo contrario al de Siddharta Gautama, el Buda, de quien se cuenta que hasta cierta edad vivió palaciegamente y que al salir un día notó que en el mundo, fuera del palacio, había una realidad desconocida que lo circundaba (gente pobre, enferma, abandonada...). Ante esos datos salió del palacio y no volvió más.

Al alcance de la gente de ordinaria vida, se tienen opciones de prescindir de la realidad por un momento (viendo fútbol, ver una película de extraterrestres, libar con amigos u otros medios más duros y costosos) o para siempre (alcoholizándose, haciéndose drogodependiente, etc.) en tanto y cuanto, eso sí, haya personas piadosas o perversas -es igual en estas situaciones- que colaboren. Empero el hecho de que nos alejemos parcial o definitivamente de la realidad no traduce que ella desaparezca. La realidad siempre estará ahí, esperando la oportunidad para introducirse en nuestras vidas. Sólo que en algunas sujetos afortunados el dique que logra contenerla se mantiene por un tiempo prolongado.

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Estamos ante dos realidades: la sustentada en imágenes, en formas, en apariencias, y la sustentada en fondos, en contenidos y en esencialidades.

La realidad de las formas es esponjosa, succionante. Nos absorbe tanto lo aspectual que muchos de nosotros vivimos gran parte de nuestra existencia, si no toda, atendiendo las exigencias impuestas inmisericordemente por la Civilización de la imagen. Esto es, por la vida humana donde el parecer y el asemejarse adquieren una sobreimportancia comportamental y axiológica (valorativa).

El meollo humano se deriva de la realidad de lo que es en esencia. De lo que se da en la existencia consistente y atenida en el trasfondo disimulado u oculto por el velo de las apariencias.

Atreverse a ir más allá de las apariencias, advertía jocosamente Óscar Wilde, se hace bajo el propio riesgo del atrevido. Y como ciertamente funda un riesgo, de ordinario la gente opta por permanecer en la superficie de la realidad gobernada por la dureza de lo aparental. Diría alguien, conformemosnos con aparentar y ya con ello es suficiente.

Termino esta idea (en otra ocasión proseguiré con este tema, lo prometo) citando dos anécdotas. Una escrita en una novela de personajes improbables para lectores inexistentes, y otra extraída de un evento familiar.

En la novela el personaje principal va a una panadería-café acompañado de su futura novia. El local tenía las mesas ocupadas, y la que no estaba aún el mesonero no la había limpiado. El personaje principal al notar que pasan los minutos y no se aparece quien debe limpiar la mesa, desde la mesa misma y con intensidad fuerte de voz, le dice a la señora de la caja:

-Señora, por favor, mande a alguien para que limpie la mesa. No es que nosotros seamos aseados pero nos gusta aparentarlo.

Algunos de los presentes se rieron, pero otros se quedaron como cavilando lo oído.

La otra anécdota.

Cinco hermanos (había tres féminas) se citan en la casa de uno de ellos para discutir la sucesión, pues los padres (heteros) murieron en un accidente automotor de carretera. La hermana menor, percibiendo que en las primeras de cambio los ánimos comienzan a caldearse, toma la palabra para decir: "Señores, o nos comportamos como personas o nos comportamos como lo que somos". Enseguida el hermano mayor sentenció: "Vamos a comportarnos como lo que somos", dándole así un carácter esencial al encuentro.

Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET

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