EL PESAR COMO VALOR DE MERCADO

 


EL PESAR COMO VALOR DE MERCADO

" ¿Qué me dejó tu amor? mi vida se pregunta y el corazón responde: pesares, pesares". 
Verso de la canción Pesares del compositor colombiano José Benito Barros.


A

El mercado atrae a su lógica cualquier elemento real o imaginario inserto por alguna razón o causa, en la escenografía de la humana vida. Nada de lo existente se libra -o es librable- de la racionalidad de las leyes de la mercadocracia. Bajo sus leyes, cualquier relación social, cualquier valorativa de las cosas, se torna ineluctablemente en economía. Cuando hablamos de economía estamos hablando de la diversidad de mercados que aguas abajo de la humana vida, se concretan. Y aunque (nos) parezca exagerativo, son los mercados de los imposibles, de las referencias abstractas, como por ejemplo la fe en seres del más allá, sublimado este más allá como "celestiales"", o las creencias en posibilidades de aconteceres extremos, tipo "fin de mundo", "revoluciones libertarias", "cambios sociales radicales", etc., los que permiten el mantenimiento funcional del statu quo general-total. Huelga agregar que de ese statu quo, sea en lo macro, sea en lo discreto, hay gente específica que se beneficia en grande del cúmulo de cosas y de relaciones con que los distintos mercados dados permiten, yendo en detrimento terminal de enormes cantidades de gente cuya fundamental debilidad es aceptar en condiciones acríticas, todo el stock ideológico que los mercaderes les introyectan por diversidad de vías (familiares, escolares, eclesiásticas, medios electrónicos, culturas...) de manera estratégica para sus fines de gente socialmente dominante.

B

Según sea la carga fascinatoria de las causas que disparan las fes y las creencias, así serán sus probabilidades de suministrarle pesares a aquellas personas atraídas por el magnetismo fabular de dichas causas. En la generalidad de esas causas que llamaré proyectos-procesos, se conquistan mentalmente a sus seguidores, porque los creadores originarios con las persuasiones debidas, les colocan el valor ideológico de que pese a la transcendencia de lo que se buscará (y que se conseguirá alguna vez), ellos, los seguidores, "no tienen mucho que perder pero sí mucho que ganar". O sea los proyectos-procesos son presentados por los creadores originarios (vistos por los persuadidos en calidad de adalides) como un "juego a ganador", por medio del cual los que no tienen que perder porque entre otros definientes, no tienen nada, no tendrán que poner sino la fe o la creencia. Fe o creencia que mantendrán ante las vicisitudes y contingencias que los proyectos-procesos encuentren en el despliegue lanzado al oscuro horizonte histórico de lo incierto.

C

Son abundantes en la historia de los movimientos sociales de violencias (convencionales o asimétricas), los casos sostenidos por causas hiperhumanas (magnificencia de algo humano o de la totalidad humana) o por causas sobrehumanas (intervención inusual de deidades parcializadas), cuyas principales ofertas o bondades consistían en compensaciones prodigiosas para aquellos que se adhirieran a la consecución de sus excelsos propósitos. Uno de los casos más emblemáticos fue el ofrecimiento deslumbrante que le hizo el Dios bíblico (Jahveh) a Moisés de una tierra destinada por decisión del propio Dios Yahveh, a los israelitas. Al ser aceptada la causa el pesar se hizo el leitmotiv de la existencia de esa gente. Desde los tiempos bíblicos hasta mediados del siglo XX, la Tierra prometida constituyó el impulso para matar o morir por ella. Inclusive aunque habitando, el territorio, todavía es una razón para dar la vida o quitarla. También podemos nombrar el caso del cristianismo. La deslumbrante oferta hecha antes y luego de convertirse en religión oficial del imperio asesinador de El Maestro Jesús, está remitida a otorgar por intermedio de la fe cristiana el "perdón de los pecados", la "vida eterna" y soportar el avatar del fin del mundo para vivir eternamente con Dios estando Él presente. Ya estamos enterados de la incontable cantidad de muertes producidas por la persecución a los cristianos primitivos, a la par de la cantidad de muertes que los cristianos, ostentando ya el poder espiritual sobre los humanos, produjeron cuando buscaban hasta debajo de las piedras a los infelices tipificados como herejes ante Jesús el Cristo transformado en Dios mismo. Hoy en día, merced a la influencias de papados lights, los cristianos están calmados. No matan ni odian a nadie por la fe. Matan y odian por las mundanas flaquezas. Otra causa horripilante fue la realizada por Adolfo Hitler quien quiso tener el mayor grado de poder mundial con el objeto de instalar la supremacía genética de una raza que nunca existió, como tampoco nunca existió realísticamente la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Pero como imaginario colectivo, en defensa de la URSS sus numerosos adlátares mataron y murieron, obnubilados ellos por la oferta ideológica de un mundo sin explotación económica, sin estado y sin clases sociales de ningún tipo, entre otras encantadoras visiones.

Actualmente por la "búsqueda de un mundo mejor" el camino de la vida prosigue ensangrentándose justo por los pesares implícitos en los costos sociales de las ofertas circulantes en los descomunales mercados de la fe en lo divino y de las creencias en la enormidad de las ideas.

No sólo los pesares (manifiestos o latentes) están recluidos en las epopeyas de hacer "revoluciones" y de vivir eternamente en ellas y de ellas. Además los pesares (manifiestos o latentes) residen en la onírica de una tierra libre del hegemón USA (esta proeza se le denomina "mundo multipolar o "mundo multicéntrico), en el famoso "sueño americano" o en la incipiente "ideología del unabomber" (eco-terrorismo). Sin duda hay más amenazas atractivas, mas no estoy haciendo esta entrega para mencionarlas todas ni la mayoría siquiera. Hago la entrega con la humilde esperanza de que alguien leyendo estas líneas (o luego de leerlas) se dé por notificado que se debe someter a la prueba rigurosa de la duda metódica cualquier propuesta que pretenda seducirnos con lemas, iconos, idealizaciones, símbolos y paradigmas que nos extraigan de la realidad del mundo concretizado por las acciones humanas sin estridencias hiperbólicas, para ponernos a andar "con los ojos bien cerrados" por los vericuetos de las realidades de lo que no es.


Ílmer Montana.
Pregrado en Literatura ULA y
Magíster en Gerencia UNET


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